Estación Espacial Internacional

«Riesgos Yo no he ido a la Luna para no volver»

Eugene Cernan (Chicago, 1934) es Capitán de la Armada retirado y astronauta de la NASA. Estuvo en tres misiones espaciales: en 1966 fue copiloto de la misión Gemini 9A; tres años después, fue piloto del módulo lunar de la Apolo 10, y en 1972, como comandante de la Apolo 17, alunizó. Aquella experiencia la plasmó en el libro «El último hombre en la Luna». Casado y con tres hijas, Cernan es uno de los doce hombres que han caminado sobre su superficie. 

«Riesgos Yo no he ido a la Luna para no volver»
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-Estoy impresionada, tengo delante de mí al último astronauta que pisó la Luna en 1972.
-¡Por lo menos tú te lo crees! No eres de las que dicen que todo fue un montaje. ¿No me vas a preguntar si realmente estuve en la Luna?
-No, tengo curiosidad por saber qué sintió cuando empezó a andar por la superficie lunar.
-Una sensación de éxito y no sólo profesional. Tanto física como espiritualmente es una experiencia increíble.
-Imagino que debe cambiar la vida...
-La impresión es sobrecogedora. La imagen es de una desolación y una ausencia de todo absoluta... Estar en el espacio nos hace comprender lo infinito del tiempo.
-¿Cuál fue su primera impresión de la Luna?
-Es majestuosa. Alunizamos en un valle con tres montañas más altas que la profundidad del Gran Cañón del Colorado. Desconectas los motores de la nave, sales de ella y empiezas a darte cuenta de que estás de pie donde nunca antes ha pisado ningún ser humano.
-El silencio debe de ser abrumador, ¿no?
-Es abrumador, pero también sientes una gran serenidad. Ya no sientes las vibraciones de la nave, ni el ruido del motor, ni la radio que te conecta con la tierra... En ese momento, hasta tu compañero de vuelo se queda mudo.
-Qué sensación de soledad, ¿no?
-¿Soledad? ¡Pero si nos estaban viendo millones de personas a través de la televisión! Además recuerdo que alunizamos en el borde oriental de la Luna y veíamos la Tierra por encima de las montañas. Eso me daba seguridad, era nuestro cordón umbilical, ya que nos mantenía en contacto con el mundo.
-Y el reloj... El Omega Speedmaster que ha acompañado a todos los astronautas en sus misiones espaciales. ¿Para qué sirve un reloj en el espacio?
-Para mantenerme en contacto con la realidad. Sobre todo el de muñeca. Lo tenía con la hora de Texas. Así podía saber si en ese momento mi hija estaba en el colegio, qué estaría haciendo mi esposa...
-Ha viajado a la Luna en dos ocasiones, ¿nunca tuvo sensación de peligro?
-Ya se lo he dicho a mucha gente: yo no he ido a la Luna para no volver. Por supuesto que se piensa en los riesgos. Se piensa sobre todo antes de embarcarte en esta aventura y si realmente eso te preocupa tanto no deberías ir. Yo siempre pensé que la recompensa y el desafío merecían la pena.
-¿Qué piensa de los viajes espaciales?
-Mire, desde que el hombre supo que se podía volar cada vez queremos ir más lejos. Y Neil Armstrong fue el primero que alcanzó lo que parecía imposible. Ahora otros quieren vivir esas mismas sensaciones.
-Hemos hablado mucho de la Luna, dígame algo de la Tierra...
-Cada vez que la veía desde allí no podía dejar de mirarla. Todo ese azul y blanco rodeado de la oscuridad más absoluta. Cuando regresé, pensé: misión cumplida, ahora lo que quiero es contárselo a todo el mundo.