Barcelona
Silencio del Gobierno ante Bolonia
Estudiantes y rectores critican la falta de información y respuestas sobre las reformas universitarias para la adaptación a Europa. El proceso de reforma de la educación superior termina en 2010
Estudiantes y dirigentes universitarios coinciden: la falta de información por parte del Ejecutivo es la causa fundamental del desconcierto y la crispación de la sociedad con el llamado Proceso de Bolonia. Este proceso, que culminará el año próximo y que tiene como objetivo la construcción de un Espacio Europeo de Educación Superior -conocido por sus siglas EEES-, permitirá la homologación de títulos y la movilidad de los estudiantes por todo el territorio europeo. «Por culpa de la desinformación, el Proceso de Bolonia se concibe por la sociedad como algo malvado», explica Carlos Berzosa, rector de la Universidad Complutense de Madrid. Berzosa, junto a otros cuatro responsables de campus públicos españoles -Autónoma de Barcelona y universidades de Barcelona, Sevilla y Valencia- ha pedido la implicación del Ejecutivo para informar a la opinión pública y a los estudiantes sobre esta iniciativa europea mediante una campaña similar a la que se hizo con la implantación del euro. Una mayor información también es la principal reivindicación del alumnado. Carlos Tejerizo, miembro de la plataforma «Estudiantes contra Bolonia» reconoce que «una gran parte de estudiantes no tiene claro qué es el proceso de Bolonia y cómo les va a afectar»; además, lamenta que no se haya contado con ellos «para nada» y que el Ejecutivo haya adoptado una actitud «paternalista» en la que la participación, el debate y el diálogo de tú a tú con los implicados haya brillado por su ausencia. Bandazos Las conversaciones entre Ministerio y alumnado también son indispensables en opinión del rector de la Universidad Complutense pues, como indica Berzosa, «el diálogo con los estudiantes es el único cauce para que entiendan el procedimiento y sus ventajas y para tener en cuenta algunas de sus reivindicaciones». La adaptación de la enseñanza superior española a la norma común europea es una decisión gubernamental en la que los rectores y demás responsables universitarios sólo «cumplen órdenes», como matiza Berzosa. Pese al carácter político de la reforma, el rector de la Complutense lamenta que «ningún partido político -ni el PP, que firmó el tratado en Bolonia en 1999, ni el PSOE, que ahora tiene que ejecutarlo- haya asumido el liderazgo en la adaptación a Europa y que ahora, en el momento clave, el Gobierno se encuentre desaparecido». Políticamente, «sólo se han dado bandazos» -opina Berzosa-, uno de los más sonados el cambio de las competencias universitarias del Ministerio de Educación al recién creado de Ciencia e Innovación al principio de la nueva Legislatura, en la recta final de la reforma. El mutismo del Gobierno convierte a España en el único país donde los estudiantes pretenden seguir con sus reivindicaciones después del descanso navideño. Si bien en Francia y Alemania también hubo protestas estudiantiles contra el Proceso de Bolonia, hace tiempo que los ánimos se apaciguaron en los países vecinos. «La mayoría de los países ha resuelto la adaptación a Bolonia con pequeños ajustes y aquí parece que llegaremos a la revuelta universitaria, porque se han querido hacer demasiadas cosas en algo que era un simple cambio de plan de estudios», comenta Berzosa. Sus cosas buenas El caos político ha llevado a los rectores a la pérdida de ilusión en una adaptación que, por otro lado, aportará muchas ventajas a nuestros estudiantes. La principal, sin duda, la convalidación de títulos y el favorecimiento de la movilidad de los futuros trabajadores por todo el espacio europeo. Pero la falta de claridad de los dirigentes políticos ha llevado a los jóvenes movilizados a protestar por temores infundados que no responden a los objetivos del Espacio Europeo de Educación Superior (EEES), como la desaparición de becas a fondo perdido y de algunas titulaciones, o el encarecimiento de los estudios por la obligatoriedad del postgrado. Berzosa rebate estos miedos y explica que «las licenciaturas se mantendrán aunque no haya muchos alumnos y, en el caso de titulaciones como las filologías, y a propuesta de los profesores, se organizará de otra manera, como la combinación en un mismo programa de estudios de una lengua más importante con otra minoritaria o clásica». Asimismo, los másters necesarios en algunas titulaciones -no en todas- para acceder al mundo laboral se pondrán a precio de doctorado. No obstante, otro de los miedos, el de la mercantilización de la universidad, sí parece tener una base sólida y preocupa tanto a alumnos como a rectores. «El enfoque de los estudios de cara al mundo laboral y la empresa puede ser peligroso y dañino para el verdadero sentido de la universidad como lugar de formación, de razonamiento crítico y de investigación», apunta Tejerizo.
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