Ucrania

Los 1.000 km de un frente congelado

El Ejército ruso recurre a la táctica de la embestida lenta, atroz basada en desangrar a un enemigo que se sitúa a la defensiva después de que la contraofensiva no hubiera dado los resultados deseados por Ucrania

Lviv (Ukraine), 23/02/2024.- Ukrainian civilians take part in a military training for civilians organised by the 'Right Sector' near the Western Ukrainian city of Lviv, 23 February 2024. Right Sector said they have trained 200 people since the war started, 30 of them on 23 February. Most of those trained are not yet of age to be called for fighting.On 24 February 2024, Ukraine will mark the second year since Russian troops entered its territory, starting a conflict that has provoked destructi...
Nuevos reclutas ucranianos reciben entrenamiento militarMYKOLA TYSAgencia EFE

“La situación en la línea del frente con Rusia es extremadamente difícil. Los retrasos en la tan necesaria ayuda militar ensombrecen el esfuerzo bélico”, según dijo, el pasado miércoles, Oleksandr Syrskyi, el nuevo comandante en jefe de las tropas de Kyiv. Los frentes de Ucrania están en una encrucijada. Rusia ha vuelto a poner toda la carne en el asador, mientras la línea de más de 1.000 kilómetros que apenas se había movido en un año empieza a zozobrar. La contraofensiva ucraniana fue un fracaso. Los avances esperados no se produjeron, y, ahora, con el Ejército ruso recurriendo de nuevo a la táctica de la embestida lenta, atroz, basada en desangrar al enemigo sin importarle su propio número de bajas, la posibilidad de que el rodillo del Kremlin funcione dos años después de la invasión sigue aumentando porque, como se quejaba el general ucraniano, la desventaja armamentística y la proporción de combatientes entre los bandos empieza a parecer insalvable. Sobre todo, cuando se está a la defensiva.

Syrskyi fue ascendido a jefe de guerra hace poco más de una semana para sustituir al popular general Valery Zaluzhny. Sabiamente, la reestructuración militar estuvo basada en la cadena de mando y no en una apuesta desesperada del presidente, Volodimir Zelenski, para cambiar el cada vez más sombrío rumbo de la guerra, puesto que Syrskyi deberá cruzar los dedos para que el barro de primavera, el cual es como cemento movedizo, retrase y estanque los ataques rusos para que le dé tiempo a reorganizar y diseñar una nueva contraofensiva basada en la llegada de los aviones F-16. Los desafíos, en las próximas semanas, no serán pocos. De momento, “estamos haciendo todo lo posible para impedir que el enemigo avance profundamente en nuestro territorio”, según indicó en sus redes sociales.

Frontera del frente en la guerra en Ucrania
Frontera del frente en la guerra en UcraniaT. GallardoLa Razón

Con declaraciones así, el escenario que pinta el máximo responsable de las tropas de Kyiv resulta poco prometedor. Proyectiles, balas, cohetes, tanques y más defensas aéreas. Ucrania pide más de todo y, sobre todo, que llegue lo antes posible. Países europeos como Dinamarca ya han informado que donaran toda su artillería, pero esos son tapones de corcho para detener la grieta en la presa. Lo que realmente Kyiv espera, y demanda, es que el último paquete de ayuda militar de Estados Unidos deje de estar retenido en el Congreso norteamericano, víctima de las disputas políticas entre el Senado y la necesaria aprobación en la Cámara de Representantes.

Mientras, lo único que Zelenski puede hacer es exigir a los aliados europeos que se alejen de la burocracia y se den cuenta del grito de auxilio que, sin aspavientos, les está haciendo el líder ucraniano. “Los dictadores no se van de vacaciones. Mantener a Ucrania en un déficit artificial de armas, particularmente en el abastecimiento de artillería y las capacidades de largo alcance, permite a Putin adaptarse a la intensidad actual de la guerra. El odio no conoce pausa. La artillería enemiga no está en silencio por problemas de procedimiento”, declaró durante la última Conferencia de Seguridad de Múnich.

Pocas horas después de su intervención, el Ejército ucraniano se vio obligado a llevar a cabo una retirada estratégica en la ciudad industrial de Avdiivka para “evitar el cerco y preservar la vida de los militares”, informó Syrskyi. O, lo que es lo mismo, evitar otro desastre como el de la batalla de Bajmut, donde, como comprobó LA RAZÓN en la

vecina ciudad de Chasiv Yar, muchos soldados creían que estaban realizando un sacrificio innecesario de material y hombres, incluida la pérdida de Dmytro Ivanovych, alias “Da Vinci”, uno de sus mejores comandantes, héroe de la revolución de Madián y jefe del irreductible 1er Batallón Mecanizado conocido como “los lobos de Da Vinci”.

Las tropas del Kremlin habían aislado por tres lados Avdiivka, el desastre podría haber sido mayúsculo después de cuatro meses de operaciones ofensivas del Kremlin que, según el Instituto para el Estudio de la Guerra, “ejemplifican la forma en que las fuerzas rusas llevan a cabo operaciones ofensivas, las cuales no necesariamente establecen condiciones para ganancias operativas y más amplias, sino que obligan a Ucrania a comprometer mano de obra y material para la defensa y no el ataque”. Los expertos aseguran que esta será la táctica rusa durante los próximos meses en los extensos frentes de Vuhledar, Zaporiya, donde recientemente también han avanzado, o Jersón. Hasta que no llegue por completo el período del deshielo primaveral y el lodo haga acto de presencia, el desastre de Avdiivka, donde parte de las tropas de Kyiv han tenido que rendirse, con el golpe a la moral que eso supone, podría reproducirse.

Por otro lado, el Gobierno de Zelenski también se enfrenta a un grave problema de reclutamiento, así como a los escándalos de corrupción que se suceden en el sino de su Administración y del Ejército que, después de dos años de guerra, siguen socavando la moral en el frente. Ucrania quiere compensar las ventajas rusas en mano de obra y material mediante el uso de sistemas y equipos más avanzados, pero los retrasos en la ayuda significan el descabezamiento de esta estrategia. Según diversos expertos, Rusia puede seguir con su ritmo de operaciones ofensivas hasta 2025. La pregunta es: ¿hasta cuándo puede aguantar Ucrania? ¿Y, si esta cayera, sería el inicio de la expansión rusa para amenazar a los Estados bálticos? Nadie tiene una bola mágica para descifrar el futuro, pero los esfuerzos continuados del Kremlin para expandir su base industrial de defensa, así como la estalinización de su sociedad, no son una señal de paz futura.

El quebradero de cabeza de Rusia sigue siendo el Mar Negro. Allí están los éxitos que ayudan a sostener la cada vez más zozobrada moral ucraniana. El último fue el hundimiento del barco de desembarco ruso César Kunikov. El propio jefe de la OTAN, Jens Stoltenberg, celebró el ataque y lo describió como “una gran victoria para los ucranianos”. Sin embargo, la realidad sobre el terreno de los frentes en los que están cara a cara con las tropas de Putin convierte la sobredimensión de las victorias pírricas en Crimea en un síntoma de mala propaganda: la que se hace a la desesperada. Por ello, quizás ha llegado el momento de decir, alto y claro, que, cada vez más rápido, Ucrania está perdiendo la guerra. Que, si Europa no despierta, ya sea militar o diplomáticamente, puede enfrentarse con un escenario que la aboque al conflicto directo con Rusia.