
África
Ataques coordinados del yihadismo estremecen el oeste de Mali y reavivan el temor a una expansión regional
La ofensiva simultánea de grupos vinculados a Al Qaeda golpea siete ciudades y expone la fragilidad de la junta militar ante el avance yihadista en el Sahel

Mali vivió este martes una de las jornadas más violentas de los últimos meses, tras una serie de ataques yihadistas simultáneos contra posiciones militares en siete ciudades del centro y del oeste del país. La junta militar que gobierna el país desde 2020 aseguró en un comunicado posterior haber “neutralizado” al menos a 80 insurgentes, aunque los asaltos vuelven a dejar en evidencia la creciente presión de grupos vinculados a Al Qaeda y al Estado Islámico en la región del Sahel.
Los ataques llevaron el sello del Grupo de Apoyo al Islam y a los Musulmanes (JNIM), afiliado a Al Qaeda, y se produjeron en las localidades de Diboli, Kayes, Sandéré, Nioro du Sahel, Gogoui, Molodo y Niono, según confirmó el comunicado oficial del ejército. El JNIM también reivindicó los ataques, calificándolos como “coordinados y de alta calidad”. Afirmaron haber tomado temporalmente el control de tres cuarteles, aunque no ofrecieron detalles sobre bajas.
Fuentes sobre el terreno en Kayes han desmentido para LA RAZÓN que los terroristas se hicieran con el control del cuartel. Sin embargo, cabe considerar que las localidades atacadas están distribuidas en dos de las zonas más estratégicas del país: la frontera con Senegal y Mauritania, clave para el comercio, y el centro del territorio, donde la insurgencia ha ganado presencia en los últimos años.
El coronel mayor Souleymane Dembélé, portavoz del ejército maliense, confirmó en una intervención televisada que los asaltantes “sufrieron pérdidas significativas” y que las fuerzas gubernamentales recuperaron armas, vehículos y motocicletas tras repeler los ataques. En las imágenes difundidas por el canal militar se mostraban cuerpos de los presuntos insurgentes y el material decomisado.
En las zonas afectadas, los testimonios de residentes reflejan el miedo provocado por los ataques. En Kayes, un habitante relató a la agencia AFP que “nos despertamos en estado de shock esta mañana. Hay disparos, y desde mi casa puedo ver columnas de humo que se dirigen hacia la residencia del gobernador”. Pero la violencia no se limitó al centro urbano. Una explosión alcanzó la residencia del gobernador y, según fuentes militares, los enfrentamientos se extendieron luego al campamento militar de la ciudad.
En la vecina Diboli, situada en la frontera con Senegal, el ataque reiteró viejos temores. La región fronteriza es una puerta de entrada clave para las importaciones desde Dakar y la porosidad de las fronteras hace temer que la amenaza terrorista se amplíe al país vecino. Esto inquieta especialmente a las comunidades senegalesas. Un estudio reciente del Instituto Timbuktu advierte que JNIM busca establecer bases operativas en Senegal y Mauritania, aprovechando la retirada de actores internacionales y la falta de control estatal.
Lo ocurrido este martes marca un punto significativo. El avance de los grupos armados hacia zonas próximas a Senegal podría significar una regionalización acelerada del conflicto del Sahel.
La respuesta internacional ha sido hasta ahora insuficiente. EE. UU., a través del Comando África (AFRICOM), ha alertado reiteradamente de los riesgos estratégicos de la expansión yihadista, pero no ha incrementado significativamente su presencia operativa. Mientras tanto, la población civil sigue atrapada entre la violencia insurgente, la represión estatal y el colapso de servicios básicos.
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