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¿Por qué López Obrador y Trump se llevan bien?

El presidente de México cumple un año en la presidencia, una etapa marcada por el pragmatismo, como el de su homólogo de Estados Unidos

Presidente de México rechaza "intervencionismo" en polémica sobre cárteles
Andrés Manuel López Obrador este miércoles en rueda de prensa en Ciudad de MéxicoSashenka GutierrezEFE

«Me gusta mucho el presidente (de México), me llevo bien con él, mucho mejor que con el anterior, y en teoría tiene tendencias socialistas, pero creo que es un buen hombre», son palabras del presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, refiriéndose a su homólogo mexicano, Andrés Manuel López Obrador. Si algo ha caracterizado a ambos mandatarios es el pragmatismo bilateral y mutuo. Algo paradójico tomando en cuenta el perfil antagonista de ambos personajes.

En esa relación, ha sido el norteamericano quien reiteradamente ha puesto a prueba a su par azteca. Primero fue la petición de bloquear la caravana de los migrantes que venían de Centroamérica y la amenaza sobre una posible imposición de aranceles a productos mexicanos. Y ahora, el hecho de catalogar a los grupos narcotraficantes como terroristas. Una medida que, sin duda, amenaza la soberanía de México por su carácter extraterritorial.

Aseguró el magnate presidente días atrás: «Le he ofrecido (a López Obrador) que nos deje entrar y limpiarlo todo, pero por el momento ha rechazado la oferta». La oferta no pareciera ser viable. Por un lado, las corrientes anti Trump en México no se limitan a la izquierda; la derecha tampoco tolera al vecino del norte y, por lo tanto, tampoco aprobarían una eventual «limpieza» de narcotraficantes por parte de tropas americanas en suelo nacional.

El pragmatismo seguirá vigente en el tiempo. Es claro que las amenazas y vociferaciones del inquilino de la Casa Blanca no están afectando la legitimidad que, por ahora, sigue manteniendo en alza el presidente López Obrador. El primer mandatario mexicano sabe que cualquier desaire o afirmación peligrosa que involucre a México, responde a una estrategia local dirigida hacia los electores republicanos. En ningún caso se trata de un asunto personal y mucho menos ideológico.

Según el investigador y experto en seguridad mexicano, Rodrigo Soto Morales: «En la medida en que AMLO muestre resultados en la persecución de narcotraficantes, en esa medida Trump bajará la guardia con respecto a este tema». La estrategia de Trump es recurrente y bien conocida: ejercer presión. De tal modo, un problema que nace en México, deje de afectar directamente a los Estados Unidos.

Casi el 50% de las importaciones mexicanas provienen de su vecino del norte. Adicionalmente, el 2.8% del PIB mexicano depende de las remesas que se envían desde suelo estadunidense a suelo azteca. Por tanto, el pragmatismo se justifica por un tema económico. Sería casi un suicidio que la retórica populista nacionalista de López Obrador se imponga por encima de la racionalidad. No parece que vaya a ocurrir. La relación termina por ser un matrimonio forzado y necesario.

En la medida en que se acerquen las elecciones presidenciales en los Estados Unidos, es posible que sigamos viendo la acostumbrada táctica de Trump apelando a la presión sobre su interlocutor mexicano. Presionar y presionar; en esa medida estará apostando a consolidar su voto duro y más leal.