Australia
“Ruby Princess”: el crucero que propagó el virus en Australia
El 10% de los contagios y el 30% de las muertes registradas están relacionadas con la embargación. Se ha abierto una investigación criminal por negligencia
La estampa de enormes cruceros de lujo que surcan las cristalinas aguas de la costa de Sydney ha seguido siendo habitual durante las últimas semanas.
El jueves 19 de marzo, una de estas monumentales embarcaciones, el “Ruby Princess”, se adentró a la lengua de mar flanqueada por los acantilados ubicados en Manly, al norte, y en Watsons Bay, al sur, para dirigirse a su destino final, el puerto de Circular Quay.
En aquel momento, todavía reinaba el escepticismo de la ciudadanía en Australia ante el Covid-19 y sólo unos pocos testigos se preguntaban cómo era posible que aquel barco estuviera entrando en la ciudad. Había pasado una semana desde que la Organización Mundial de la Salud declarara la pandemia por el coronavirus, y el 15 de marzo, el primer ministro, Scott Morrison prohibió la entrada de este tipo de cruceros a Australia. También anunció algunas excepciones de embarcaciones con ciudadanos australianos y residentes a bordo que regresaban de sus vacaciones. El Ruby Princess era uno de ellos.
Aquella mañana de otoño, el crucero recibió luz verde para atracar, y se permitió el desembarco de sus 2.700 pasajeros. Muchos de ellos presentaban síntomas similares a los del Covid-19, como problemas respiratorios, pérdida del gusto y del olfato.
En el momento en que los viajeros comenzaron a esparcirse por la ciudad y acudir a sus hogares y hoteles en autobuses, trenes, taxis y coches particulares, así como a realizar viajes aéreos interestatales e internacionales, comenzó a escribirse el relato de una negligencia de exhorbitante magnitud: los casos de Covid-19 vivieron un repunte a nivel nacional.
A pesar de la recomendación no forzada de las autoridades a que permanecieran 14 días en cuarentena, las cifras se dispararon. De los recién llegados, 104 tenían problemas respiratorios y 133 acabaron dando positivo por el coronavirus (los resultados se confirmaron a posteriori). Dos días después, 400 de ellos fueron diagnosticados y al cabo de las dos semanas y media, se han confirmado 662 casos de contagiados que están relacionados con la embarcación; 11 de ellos han fallecido. Esto supone un 10 por ciento de los contagios y casi un 30 por ciento de las muertes registradas en Australia.
Hay varias preguntas que todavía no tienen respuesta y el Departamento de Policía de Nueva Gales del Sur ha abierto una investigación criminal para esclarecerlas.
¿Mintieron los responsables del crucero operado por la empresa, Carnival Cruise, a las autoridades australianas sobre lo que verdaderamente estaba sucediendo en el barco? ¿Fueron demasiado confiados y poco previsores los responsables gubernamentales al permitir la entrada de un potencial foco de contagio? ¿Se aplicaron correctamente los protocolos médicos y de seguridad?
Mientras se depuran las responsabilidades, la guerra de acusaciones no ha tardado en saltar entre los estamentos gubernamentales federales y estatales. Ambos se apuntan con el dedo y cada bando se lava las manos.
Por un lado, la Fuerza Fronteriza de Australia (dependiente del Gobierno federal) se ampara en que su cometido es el de controlar los pasaportes en las aduanas, el de chequear las visas y el de identificar si algún viajero está en busca y captura. Desde su cúpula defienden que el Departamento de Sanidad de Nueva Gales del Sur es responsable de haber dado permiso para el desembarco, algo que admiten, aunque afirman que lo hicieron después de que el Departamento Federal de Agricultura, responsable de la bioseguridad, es decir, de la protección de todo lo que tenga que ver con plantas y animales, catalogara el barco de “bajo riesgo”.
Durante las horas previas a la llegada del crucero, los tres departamentos se intercambiaron correos electrónicos con los responsables del crucero, y su contenido esclarecerá los detalles cuando se dé a conocer de manera íntegra. Hasta el momento, éstos se están filtrando a cuentagotas por los interesados en lavar su imagen.
La “premier” del Estado de Nueva Gales del Sur, Gladys Berejiklian, fue categórica y afirmó que las tres agencias son responsables de poner en riesgo a la ciudadanía, a pesar de que su Departamento de Salud haya confirmado que eran conocedores de que 104 personas tenían infecciones respiratorias antes de que el Ruby Princess atracara en Sídney.
También se tenía conocimiento de que, según el médico de la embarcación, un día antes de la llegada del crucero aquellas personas que estaban enfermas dieron negativo en los tests de gripe.
En el punto de mira también se encuentra la compañía que opera el crucero, Ruby Princess. Todas las agencias afirman que sus responsables minimizaron el problema de enfermos que había dentro del barco y no fueron claros con la gravedad del asunto en un maremágnum de incriminaciones, contradicciones y una descoordinación palmaria que tienen el mismo resultado: un foco de contagio en Australia que podría haber sido evitado.
Los partidos de la oposición en Nueva Gales del Sur piden dimisiones a todos los niveles por un escándalo de consecuencias todavía inimaginables, sobre todo después del antecedente del “Diamond Princess” en febrero, que pasó la cuarentena en Yokohama, Japón, con cientos de contagiados dentro de la embarcación. Australia siguió recibiendo cruceros y no tomó nota de la potencial gravedad del asunto.
El “Ruby Princess” permanecerá 10 días en la costa de Nueva Gales del Sur, aunque el lunes se ha trasladado a 100 kilómetros al sur de Sídney para liberar el puerto de la ciudad para casos de emergencia. Dentro de la embarcación permanecen 1.040 tripulantes de 50 países diferentes, alrededor de una quinta parte de ellos tiene síntomas de coronavirus, lo casos que necesiten tratamiento médico serán trasladados a tierra. Aún no se sabe cómo se realizará la repatriación de los tripulantes de un barco cuya gestión que se ha convertido en la vergüenza de Australia.
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