Donald Trump

El presidente desenmascarado

La enfermedad de Trump pone el virus en el centro de la campaña electoral y convierte el 3-n en un referéndum sobre la covid

Ilustración para artículo de Internacional sobre Trump y Covid
Ilustración para artículo de Internacional sobre Trump y CovidOleaLa Razón

«Donald J. Trump ha superado la covid». Es la inscripción que aparecerá en las monedas que ha puesto a la venta la boutique de regalos de la Casa Blanca. Todavía no han publicado ninguna imagen de la moneda, pero ya se puede adquirir en internet por 100 dólares (85 euros).

La comercialización de la moneda conmemorativa comenzó con Trump ingresado en el hospital Walter Reed de Bethesda en Maryland. Todavía no había un pronóstico claro sobre la evolución del presidente de EE UU, pero el relato sobre la superación y el vencimiento del coronavirus por parte del ex magnate neoyorquino se asomaba como el eje central del discurso de los republicanos en la recta final de la campaña.

Rápidamente se arremetió contra Trump por “monetizar” su enfermedad, aunque la boutique no depende del Gobierno federal y desde 2016 está en manos de una empresa privada. Con todo, resulta obvio que el merchandising y la parafernalia de la moneda está al servicio de la estrategia electoral del presidente de cara al 3 de noviembre.

La medalla era el aperitivo de lo que vendría después. Las reapariciones del presidente convaleciente (e infeccioso) durante su paseo en el todoterreno a las puertas del Walter Reed o en el balcón Truman de la Casa Blanca –al estilo John Wayne– han servido para apuntalar esa idea del hombre fuerte e invencible ante el «enemigo invisible» (Macron dixit) que ha paralizado medio mundo y ha dejado más de un millón de muertos, pero que no ha podido con Donald J. Trump.

¿Audaz o irresponsable?

El presidente norteamericano trata de presentarse como un campeón de la covid para contrarrestar la narrativa negativa por su deficiente gestión de la pandemia. Promete suministrar Regeneron, el cóctel experimental de fármacos que le suministraron a las 48 horas de contraer el virus, a todos los contagiados en América.

Trump se enfrenta a la enfermedad como lo hace todo en su vida, con una actitud agresiva y asumiendo un alto riesgo. El republicano, que había desplazado la pandemia de la campaña, la coloca ahora en el centro del debate. El 3-N es una suerte de referéndum sobre el virus. En un lado está él como superviviente. Ha combatido y vencido al coronavirus y pide a los americanos «no tenerle miedo». En la otra está Joe Biden, que promueve una postura más racional y precavida.

El líder republicano apela a una respuesta individual, que quizás conecte mejor a la mentalidad americana, mientras que el demócrata pide una acción colectiva liderada desde los poderes públicos para frenar al virus, una postura similar a la europea. ¿Quién ganará? La opción de fuerza representada por Trump o la de la prudencia defendida por Biden.

Para Paul Frymer, profesor de Políticas de la Universidad de Princeton, «la mayoría de estadounidenses apoya el uso de mascarilla y la prudencia con respecto al virus. Con 210.000 muertes, el enfoque de ‘no tengas miedo’ es limitado. Y no es que tengan miedo al virus, pero sí son cautelosos y precavidos. En general, están dispuestos a limitar algunos de sus comportamientos para mantenerse sanos. Sin necesidad de prohibiciones gubernamentales, pocos estadounidenses viajan o van al cine y el número de personas que comen en restaurantes ha descendido considerablemente».

Asimismo, el contagio del presidente ha trastocado la agenda y le ha obligado a cancelar los grandes actos electorales. «The Economist» recuerda que entre el 2 de octubre y el 8 de noviembre de 2016, Trump realizó más de 60 mítines en 19 Estados. Desde el pasado viernes día 2, el presidente permanece semiaislado. En el país en el que la política es un espectáculo, Trump quiere volver al ruedo, pero las restricciones reducen su margen de actuación.

A tres semanas para las elecciones, la competición por los 270 votos electorales para llegar a la Casa Blanca se está decantando hacia los demócratas. En los Estados del Medio Oeste: Pensilvania, Michigan, y Wisconsin; Biden lidera las encuestas con seis, siete y seis puntos de ventaja, respectivamente. En Ohio, Trump sigue por delante, pero con un margen muy estrecho de un solo punto. En Florida, un Estado determinante en la victoria republicana de 2016, los sondeos están más ajustados. El demócrata aún así mantiene tres puntos de ventaja respecto al candidato conservador. Los Estados del suroeste también basculan hacia el azul. En Arizona, donde no ganan los demócratas desde Bill Clinton en 1996, Biden está primero, pero Trump le pisa los talones (está dos puntos por detrás). En Nevada y Colorado la ventaja demócrata se amplía a seis y once puntos de diferencia.

El peso variable de los indecisos

Parte de estos Estados bisagra que votaron a favor de Trump en 2016, el coronavirus ha golpeado con fuerza y su población parece menos receptiva al discurso triunfalista del presidente sobre la covid-19. La pandemia ha erosionado visiblemente el crédito del líder republicano, en especial entre las mujeres y los ancianos. Dos bolsas de votantes clave en 2020.

Todavía queda partido de aquí al 3 de noviembre y sería precipitado dar a Trump por vencido. Tiene detrás una base de electores que le sigue siendo extraordinariamente fiel, pero para ganar debe convencer a los indecisos. Aunque en una América cada vez más polarizada, este grupo se va estrechando y hay quienes dudan de que sea todavía determinante. La duda, a su vez, es si Biden, un candidato sin carisma, será capaz de mantener su tendencia favorable para enviar a Trump al exclusivo club de los presidentes de un solo mandato.