Polémica
Italia contra el «deshonor» francés
Varias personalidades italianas renuncian a la Legión de Honor de Francia tras ser condecorado con la misma el presidente egipcio, acusado de violar los derechos humanos
El escritor Corrado Augias pidió audiencia esta semana con el embajador francés en Italia. En el bolsillo llevaba la cruz que lo distinguía con la Legión de honor francesa, una condecoración creada por Napoleón para reconocer méritos civiles o militares, que el intelectual italiano había recibido en 2007. Su intención no sólo era devolverla, sino convertir el acto en un gesto de protesta. Convocó a la prensa, hizo un paseíllo y mostró la medalla antes de despachar con el diplomático galo. «La verdad es que es una bonita condecoración», dijo ante los periodistas, como despidiéndose de ella. Al término de la reunión, respiró aliviado y afirmó que no podía compartir ese «honor» con el presidente egipcio, Abdelfatah Al Sisi, a quien consideró «cómplice de los comportamientos criminales cumplidos por sus servidores».
Una semana antes el mandatario árabe había llegado al Palacio del Elíseo escoltado por la caballería de la guardia republicana francesa. Alfombra roja, recibimiento de gala y un buen puñado de halagos para una visita de estado que fue coronada con la entrega por parte de Emanuel Macron de la Gran Cruz de la Legión de Honor. Según Corrado Augias, referencia intelectual para los progresistas italianos y antiguo eurodiputado por el Partido Democrático de la Izquierda, se trató de una exhibición embarazosa. Recordó que ni Gadafi había obtenido semejantes distinciones cuando acudía a Italia para reunirse con su amigo Silvio Berlusconi.
La iniciativa de Augias ha tenido un efecto dominó en la esfera política y cultural de su país. Otros portadores de la Legión de Honor, como la intelectual Luciana Castellina, la ex ministra Giovanna Melandri o Sergio Cofferati, ex alcalde de Bolonia, también han devuelto su medalla. La senadora Emma Bonino, uno de los rostros más prestigiosos en Italia por sus luchas sociales y también reconocida con la misma distinción, le ha escrito una carta a Macron en la que reconoce que la fanfarria con Al Sisi le «ha despertado a todos los italianos un gran desconcierto y una profunda indignación».
Estudiante italiano torturado en El Cairo
Al margen de las constantes detenciones, de las reiteradas denuncias por la vulneración de los derechos humanos, de la represión y de los miles de opositores encarcelados en las cárceles egipcias, para Italia se trata de una cuestión personal. Hace casi cinco años que Giulio Regeni, un italiano de 28 años que estaba realizando una investigación para completar sus estudios en la Universidad de Cambridge, fue raptado y masacrado hasta la muerte en la capital egipcia. Las últimas revelaciones, publicadas hace sólo unos días, revuelven de nuevo las tripas. El joven fue conducido a una celda donde lo torturaron con cuchillas, martillos y palos. Encontraron el cadáver en la cuneta de una carretera, con siete costillas rotas, los huesos machacados, cinco dientes menos y hematomas por todo el cuerpo.
Desde el primer momento los sospechosos fueron los servicios secretos egipcios, que gozan de total impunidad en su país. El régimen había endurecido el puño con el militar Al Sisi, ávido de reforzar su autoridad tras haber llegado al poder gracias a un golpe de Estado. A veces el presidente ordenaba y en otras ocasiones eran sus propios oficiales quienes decidían actuar para demostrar su fidelidad. Las teorías que circulaban eran que a alguien se le fue de las manos las vejaciones a Regeni, a quien acusaban de espía, y tuvieron que eliminarlo; o que Egipto quería dar verdaderamente un golpe encima de la mesa contra quienes cuestionaban el régimen, traspasando por primera vez esa línea roja con un extranjero. Lo cierto es que el asesinato fue premeditado y que El Cairo nunca ha colaborado para esclarecerlo. La Fiscalía de Roma acaba de cerrar su investigación, por la que juzgará a cuatro agentes de los servicios de inteligencia egipcios.
Los últimos pasos judiciales han recobrado el interés político, alimentado indirectamente por la distinción de Macron a Al Sisi. Esta semana el primer ministro, Giuseppe Conte, se ha reunido con sus ministros de Defensa y de Exteriores, que reclaman llevar el asunto a Bruselas para que la UE pida con una sola voz a Egipto que facilite el juicio a los acusados, a los que El Cairo no piensa extraditar. Pero ni la UE ha sido nunca especialmente dura con Al Sisi ni Francia muestra esa cercanía de forma arbitraria.
Desde que cayó el régimen de Gadafi en Libia, donde Italia había ejercido tradicionalmente su influencia, París ha tratado de ocupar ese espacio ocupado antes por Roma. Y Al Sisi es el principal aliado del excoronel Jalifa Hafter, quien combate desde hace años con el inestable Gobierno libio reconocido por la ONU y apoyado por Italia. Francia busca en Egipto una pieza clave para controlar el norte de África. Regeni fue una víctima colateral. Como también lo es Patrick Zaki, un activista egipcio que estudiaba en Bolonia, y se encuentra detenido en El Cairo. O miles de habitantes del país árabe que sufren la represión y no tienen siquiera un Estado occidental que los defienda.
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