Asia

Héroes de Wuhan

Se cumple un año desde que el doctor Li Wenliang intentó alertar de un nuevo virus

La opacidad de las autoridades chinas marca el aniversario del «brote misterioso de neumonía» surgido en el mercado de Huanan, en Wuhan

Un agente impide entrar en el mercado de Huanan, en Wuhan, una ciudad de 11 millones de habitantes epicentro de la covid-19
Un agente impide entrar en el mercado de Huanan, en Wuhan, una ciudad de 11 millones de habitantes epicentro de la covid-19ROMAN PILIPEYEFE

Tal día como hoy hace un año, el doctor chino Li Wenliang envió un mensaje en un grupo de Wechat a varios de sus colegas en el que les alertaba sobre la aparición de un nuevo coronavirus en Wuhan. En él, el oftalmólogo les recomendaba usar trajes de protección para evitar contraer un patógeno del que todavía no se conocía ni el alcance que iba a adquirir ni el nombre que tantas veces se iba a repetir en este 2020. Un año después de aquellas palabras, el SARS-CoV-2 se ha cobrado la vida de casi 1.800.000 personas en el mundo. Entre ellas, la de este sanitario al que la Policía acusó de difundir rumores falsos.

Resulta cuanto menos paradójico que un día después de que Li enviara ese mensaje, Pekín decidiera reportar a la Organización Mundial de la Salud (OMS) los primeros casos de neumonía detectados en Wuhan. Que se les adelantara este sanitario –aún en un grupo privado– no sentó nada bien entre unas autoridades acostumbradas a controlarlo todo y contra las que, sorprendentemente, muchos cargaron públicamente cuando Li falleció precisamente tras contraer el mismo virus que había detectado.

Informada la OMS, el 1 de enero se ordenó el cierre del mercado de Huanan tras detectarse que un 70% de los primeros 41 casos confirmados guardaban relación con este zoco. Desde entonces, este mercado de abastos y vida silvestre en el que se comercializaba con animales domésticos y salvajes vivos como serpientes, mapaches, civetas o pangolines ha permanecido cerrado.

Investigadores enfundados en monos blancos de protección, gafas, guantes y mascarillas fueron, durante meses, los únicos autorizados a entrar al recinto para desinfectarlo y recolectar muestras. Hoy en Huanan no queda rastro de ellos ni de los comerciantes ni los clientes que acudían al piso de abajo para visitar el «mercado húmedo», donde en China es habitual encontrar al aire libre desde frutas y verduras hasta carne fresca, mariscos, hierbas y especias.

Sólo quedan activos los establecimientos de su segunda planta, que reabrieron en junio. Se trata de una amplia galería que ampara un centenar de ópticas.

Uno de los dependientes, que no quiere dar su nombre por la «sensibilidad» del asunto, recuerda brevemente que cuando el mercado cerró, los comercios del piso de arriba continuaron abiertos. «Nos preguntábamos demasiadas cosas. Algunos intentaban ver qué pasaba abajo, pero estaba todo ya demasiado restringido», explica a Efe.

Precisamente allí es donde se espera que arranque su investigación el equipo de expertos internacionales que aterrizará en enero en el gigante asiático para tratar de dar con las respuestas a todas las preguntas que un año después siguen sin resolverse. Diez investigadores chinos y otros diez internacionales, entre los que hay expertos en salud pública, virólogos, zoólogos y epidemiólogos de países como Japón, Rusia, Dinamarca o Reino Unido, tratarán de averiguar cuál fue el primer animal del que saltó el coronavirus, la ruta que siguió posteriormente el patógeno para llegar hasta los humanos o si realmente el origen de la covid-19 surgió en China o en otro país, como defienden en Pekín. Una misión que se llevará a cabo en dos fases y que durará unas seis semanas.

Otra de las tareas de este comité de expertos será la de tratar de arrojar algo de luz sobre la fiabilidad de los datos ofrecidos por China, que muchos países no terminan de creerse. Más aún cuando ayer se conoció que los casos de covid-19 en Wuhan pudieron ser casi diez veces más de los cerca de 50.000 que se declararon, según un estudio oficial chino de seroprevalencia. El informe publicado explica que se sacaron muestras de unas 34.000 personas y se encontraron anticuerpos en un 4,4% de ellos, por lo que si esa cifra se extrapola a los once millones de habitantes que tiene la ciudad china, se estaría hablando de casi 500.000 personas infectadas.

De hecho, los expertos coinciden en que las dos semanas que siguieron al cierre del mercado dispararon los contagios en el interior del país y al resto del mundo, ya que en ese momento todavía no había restricciones a la movilidad. No fue hasta rozar los 27.000 infectados y 80 muertos cuando se impusieron medidas tan drásticas como poner en cuarentena a más de 40 millones de personas en la provincia de Hubei y alrededores y parar la producción de la fábrica del mundo.

Gracias a esos confinamientos y cuarentenas estrictas, el absoluto cierre de fronteras y una capacidad para hacer pruebas masivas, China logró cercar al patógeno y comenzó a levantar el vuelo cuando en otros lugares el virus empezaba a causar estragos. Por eso, Pekín ahora presume de su gestión de la crisis y no duda en actuar con la misma contundencia ante la más mínima sospecha de un nuevo brote, tal y como sucedió esta semana en la capital china. Sin embargo, este discurso triunfalista está plagado de sombras.

Algunas con nombres y apellidos, como la de la periodista ciudadana Zhang Zhan, condenada anteayer a cuatro años de prisión por sus críticas a las autoridades y sus reportes desde Wuhan. O la de Chen Qiushi, un ex abogado que desapareció de Wuhan sin dejar rastro; y la de Li Zehua, un bloguero que, tras ser detenido en febrero, tuvo que regresar a su pueblo natal con su familia.

Todos ellos elementos molestos para un régimen que ha tratado de controlar la narrativa sobre su respuesta al virus desde los inicios. Incluso ahora, cuando queda muy poco para cerrar un 2020 en el que la nación ha salido reforzada en cierto modo convirtiéndose en uno de los pocos países a nivel mundial que ha logrado controlar el patógeno y crecer económicamente, también ha puesto toda su maquinaria a trabajar. Esta vez, para culpar a otros del origen de la pandemia.