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Transición

Los demócratas presionan para destituir al presidente

Biden alerta sobre el «terrorismo doméstico» del 6-E, mientras que otros líderes demócratas piden a Pence echar al republicano mediante el «impeachment» o la Enmienda 25

En el Washington posterior a los peores disturbios en varias generaciones quedaban pocas certezas en pie. Causa pavor lo que puedan deparar los próximos trece días de un Donald Trump crecientemente aislado. Su sucesor, Joe Biden, ha tachado a los asaltantes del Capitolio de «turba desenfrenada, insurrectos, terroristas domésticos». Acusa a Trump de usar a la turba «para silenciar las voces de casi 160 millones de estadounidenses».

A los estadounidenses todavía les cuesta creer que ayer vieron sucediera en el Capitolio, a orillas del Potomac, y no en alguna exótica república bananera oteada en el telediario. Entre las ruinas humeantes también asoman algunas verdades esenciales. La más robusta que la república había resuelto el match point. Ni siquiera el ataque el miércoles impidió que Biden fuera confirmado como el ganador oficial de las elecciones del 3 noviembre. Los electores habían hablado, los colegios electorales certificaron sus votos y el odiado Mike Pence, durante mucho tiempo parachoques y ayer finalmente «traidor», se negó a desobedecer la ley y proclamó lo evidente.

La segunda certidumbre es que a Trump no le quedaría más remedio que retroceder. Aunque sólo sea con vistas a maquillar sus responsabilidades. Su jefe de personal, Dan Scavino, publicó un comunicado del propio Trump donde aseguraba que la Constitución será honrada y el proceso de transición llegará a término sin mayores sobresaltos. «Aunque estoy totalmente en desacuerdo con el resultado de las elecciones y los hechos me dan la razón», dice el republicano, «habrá una transición ordenada el 20 de enero.

Siempre he dicho que continuaremos nuestra lucha para garantizar que solo se cuenten los votos legales. Si bien esto representa el final del mejor primer mandato en la historia presidencial, ¡es solo el comienzo de nuestra lucha para hacer que Estados Unidos vuelva a ser grande!». Más allá de la enésima invocación a un pasado glorioso que sólo podrá ser restituido mediante una lucha con resonancias épicas, y descontados los ataques a la limpieza del proceso electoral, nunca sustentados, es la primera vez en la que Trump reconoce que el 20 de enero habrá nuevo inquilino en el 1600 de la Avenida de Pensilvania.

Esto no impide que engorde el coro de quienes reclaman que sea destituido, bien mediante el «impeachment» bien invocando la Vigésimo Quinta Enmienda de la Constitución. En el caso del impeachment habría que demostrar que el presidente ha cometido una traición, un soborno u otros delitos y faltas lo suficientemente graves como para destituirlo mediante una mayoría simple en el Congreso y dos tercios del Senado.

En su sustitución acudiría el vicepresidente, que estaría al mando del ejecutivo durante las dos próximas semanas; esto es, hasta que Biden jure su cargo. Respecto a la Vigésimo Quinta Enmienda, el vicepresidente sustituiría a Trump siempre que tanto él como una mayoría de los altos cargos del ejecutivo o de otros órganos como el Congreso transmitan a los presidentes de las dos Cámaras que el presidente de Estados Unidos no es ya mentalmente apto para seguir en el cargo y, que, posteriormente, salga adelante su cese. Pero ese supuesto sólo encaja para una enfermedad mental.

Entre los demócratas destaca el senador Chuck Schumer, que sucederá al republicano Mitch McConnell como líder de la mayoría en el Senado, y que ya invoca la necesidad de la Vigésimo Quinta Enmienda. «Si el vicepresidente y el gabinete se niegan a actuar», ha dicho, el Congreso debería volver a reunirse para acusar al presidente». Más contundente fue Nancy Pelosi al advertir que si Pence no invoca la Enmienda 25, el Congreso activará el «impeachment». Los líderes demócratas cuentan con el apoyo de alrededor de un centenar de congresistas demócratas que ya han abogado abiertamente por la expulsión de Trump. También fuentes republicanas reconocen que es una posibilidad que está sobre la mesa.

Entre ellos está el senador Adam Kinzinger, que en un vídeo de dos minutos compartido en redes sociales pide «con gran pesar» y «por el bien de nuestra democracia, que se invoque la Vigésimo Quinta Enmienda». Sus palabras llegan en mitad de una cascada de dimisiones entre los oficiales que acompañaban a Trump. Gente tan cercana como Mark Esper, secretario de Defensa hasta el pasado 9 de noviembre, declaró ayer que el asalto al Capitolio de Estados Unidos fue «espantoso y antiestadounidense».

Añadió que «así no se comportan los ciudadanos de la democracia más grande y antigua del mundo. Los perpetradores que cometieron este acto ilegal se inspiraron en la desinformación partidista y en afirmaciones evidentemente falsas sobre las elecciones. Esto debe terminar ahora por el bien de la república». Esper había felicitado «a los líderes del Congreso por reunirse esta noche para completar su tarea constitucional de contar los votos del colegio electoral que afirmarán a Joe Biden como el próximo presidente de los Estados Unidos».

Por su parte Mick Mulvaney, que fue jefe de gabinete de la Casa Blanca hasta el 31 de marzo de 2020, presentó su renuncia como enviado especial para Irlanda del Norte. En declaraciones a la NBC comentó que no le sorprendía que especule con la Enmienda 25. Según defiende Biden, el presdiente republicano ha «dejado claro su desprecio por nuestra democracia, nuestra Constitución y el estado de Derecho en todo lo que ha hecho».

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