Transición en EE UU
Washington se blinda ante la investidura de Biden
Unos 25.000 soldados de la Guardia Nacional y 7.000 militares velarán para evitar nuevos altercados. Los accesos por tierra y aire a la capital permanecerán cerrados
Como si de una zona de guerra se tratara, la capital de EE UU se ha blindado esta semana, dejando una estampa casi irreconocible en las calles de la ciudad. Los cerca de tres kilómetros de recorrido entre la Casa Blanca y el Capitolio de Washington están cubiertos, palmo a palmo, por cientos de miles de vallas de acero de más de dos metros de altura.
En cada esquina, un grupo militar. En cada intersección, un tanque de guerra. Miles de soldados de la Guardia Nacional desplegados, con uniforme militar y armados de los pies a la cabeza, vigilan cualquier movimiento sospechoso que pueda incitar de nuevo al caos. Nadie olvida lo vivido el 6 de enero en el Capitolio. Un lamentable episodio que hizo tambalear los cimientos de la democracia estadounidense. Con el fin de evitar altercados parecidos y contener cualquier nuevo foco de violencia durante los últimos días de mandato de Trump, Washington ha extremado todas las precauciones hasta después de la toma de posesión.
A pocos días de la ceremonia de investidura de los demócratas Joe Biden y Kamala Harris, el Capitolio se prepara para acoger, con llamativas medidas de distanciamiento social y, sobre todo, un amplio dispositivo policial que garantice su seguridad, la histórica jornada del 20 de enero.
Unos 25.000 soldados de la Guardia Nacional velarán por proteger la inauguración Biden-Harris de cualquier contratiempo. Cerca de 7.000 militares, uniformados y armados, protegen ya la capital desde hace varios días en el mayor despliegue militar y sin precedentes que se recuerda en una transición presidencial.
Un complejo operativo coordinado por varios cuerpos de seguridad locales, estatales y federales, que incluye también la vigilancia en todas las capitales del país, especialmente entorno a sus Capitolios. Aunque las autoridades insisten en asegurar que «no es una zona de guerra» y «los que hemos estado en una lo sabemos», enfatizó el Comandante general William Walker, lo cierto es que ésta será la quinta toma de posesión del líder de la Guardia Nacional en Washington, pero la primera que sus soldados estarán armados. El despliegue de militares de la Guardia Nacional será, la próxima semana, cuatro veces superior a la misma cita presidencial de 2016.
El FBI advertía hace unos días del alto riesgo de nuevos altercados violentos, provocados por individuos y grupos radicales con armas, que apoyan al presidente saliente y sus acusaciones de fraude electoral. Solo el personal de seguridad y los medios de comunicación acreditados tendrán acceso al perímetro durante el día de la investidura. Además del popular paseo de los museos, el National Mall, que va desde el monumento de Washington hasta el Capitolio, todas las estaciones de metro estarán cerradas.
El emblemático edificio federal «no cambiará la naturaleza de la toma de posesión», aseguraba la presidenta de la Cámara Baja, Nancy Pelosi, al explicar que, aún así, se llevaría a cabo una ceremonia sencilla y muy reducida. No solo por la pandemia, sino sobre todo por el reciente intento de insurrección en el Capitolio.
En cuanto a los asistentes, tampoco podrán participar como en ocasiones anteriores. Los accesos a la ciudad por tierra y aire estarán totalmente bloqueados, incluyendo los puentes sobre el río Potomac que dividen la capital y el vecino estado de Virginia. Los autoridades policiales controlarán las llegadas a los aeropuertos de ciudadanos de otros Estados del país a quienes, además, solicitarán al aterrizar toda la información sobre su viaje.
De hecho, algunos compañías aéreas como Delta Airlines han anunciado que, a partir de este fin de semana y hasta que se produzca el cambio de Administración, los pasajeros que viajen a Washington no podrán facturar armas de fuego.
Los pocos turistas que se acercaban estos días por la residencia presidencial buscando una estampa característica que les recuerde su paso por la capital, difícilmente han podido reconocer la zona.
El acceso a la fachada principal de la Casa Blanca está totalmente bloqueado desde hace meses, cuando las multitudinarias protestas por la muerte del afroamericano George Floydobligaron al Servicio Secreto a tomar medidas extremas de protección. De esos altercados trascendió la información confidencial de que Trump se había visto obligado a refugiarse en el búnker de la Casa Blanca, situado en el sótano de la residencia y construido para emergencias que pongan en riesgo la vida del presidente de EE UU.
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