Caso Navalni

Los Veintisiete preparan sanciones contra Rusia tras el fiasco del viaje de Borrell

Se espera que la UE estrene su nuevo régimen de represalias contra individuos que vulneran los Derechos Humanos

El opositor ruso, Alexei Navalni, durante su juicio el pasado febrero
El opositor ruso, Alexei Navalni, durante su juicio el pasado febreroYURI KOCHETKOVEFE

Los ministros de Asuntos Exteriores de los Veintisiete analizarán hoy las consecuencias del polémico viaje a Moscú por parte del máximo representante de la diplomacia comunitaria, Josep Borrell. Todo indica que tras la encerrona sufrida en Rusia, las cancillerías europeas darán luz verde a una nueva ronda de sanciones contra el régimen de Vladimir Putin. A pesar de esto, habrá que esperar unas semanas para que estos castigos entren en vigor.

La Ley Magnitsky

La principal novedad radica en que, en esta ocasión, los Veintisiete tienen sobre la mesa la capacidad de activar un nuevo régimen de sanciones individuales por violación de derechos humanos, aprobado durante el mes de diciembre, y que supone una adaptación al ordenamiento jurídico europeo de la Ley Magnitsky, bautizada así por un opositor ruso.

Este nuevo esquema permite castigar a individuos por la violación de derechos humanos, sin que estas sanciones deban llevarse a cabo dentro de un régimen contra el país en su conjunto. Según revela un alto cargo comunitario, “lo más probable es que se opte por el nuevo régimen, que resulta simbólico en el caso ruso”. El club comunitario ya ha aprobado sanciones contra Moscú tanto personales como económicas debido a la anexión de Crimea en 2014, la guerra en el Este de Ucrania y el envenenamiento con un agente nervioso tanto del ex agente doble Sergei Skripal y su hija como del disidente Alexei Navalni.

Prohibición de visado y congelación de bienes

En esta ocasión, las cancillerías europeas están estudiando castigar con la prohibición de visado y la congelación de bienes en suelo europeo a las personalidades vinculadas con el encarcelamiento del opositor ruso Alexei Navalni tras su intento de asesinato y la posterior represión llevada a cabo para sofocar las manifestaciones masivas desencadenadas en el país. En una comparecencia telemática ante el Parlamento Europeo antes de ser encarcelado, el propio Navalni pidió a los capitales europeas castigar a los oligarcas rusos que sostienen el régimen de Putin y poseen propiedades en suelo europeo como mansiones y yates. “No tiene sentido sancionar a coroneles o generales o algunas personas que no están viajando mucho”, aseguró el opositor.

Fuentes diplomáticas europeas, sin embargo, se decantan por la prudencia y resaltan que cualquier imposición de nuevas sanciones debe estar sólidamente fundamentada para que no sea recurrible ante los tribunales. Todo indica que, al menos por el momento, el club comunitario no ve factible relacionar de manera directa a estos oligarcas con lo sucedido a Navalni.

Tensión Moscú-Bruselas

Tras la humillación sufrida durante su viaje a Rusia, Borrell volvió de su agitado periplo con el convencimiento de que los caminos de Moscú y Bruselas se alejan. Tras la tensa rueda de prensa con su homólogo ruso, Sergei Lavrov, el alto representante tuvo que enterarse ese mismo día de la expulsión de tres diplomáticos europeos por haber participado en las manifestaciones de apoyo al opositor. Aunque varias capitales europeas – los tres países bálticos y los países del Este- habían pedido al máximo representante que cancelara esta visita diplomática, todo indica que la reunión de hoy estará marcada por el cierre de filas respecto a Borrell y el encuentro intentará escenificar la unidad de los Veintisiete tras o sucedido

A pesar de esto, las diferentes sensibilidades respecto a Rusia no se han evaporado. Alemania y Francia – los grandes promotores de este viaje de Borrell a Rusia- siguen defendiendo la necesidad de no romper los puentes con Putin y mantener una suerte de cooperación selectiva en cierto ámbitos. Confían también en que Moscú, a pesar de las provocaciones, también necesita contar con la Unión Europea para no depender excesivamente de China.

El presidente francés Emmanuel Macron no reniega de su estrategia de apaciguamiento de los últimos años y considera que aún es posible cambiar el tablero y superar traumas históricos. Para el presidente francés, es como “si siguiéramos luchando contra una ideología y una organización que ya no existe, con una lógica geopolítica que ya no existe y que continúa fracturando Europa”, aseguro la semana pasada en una entrevista al rotativo Financial Times en relación al colapso del comunismo y la URSS.

Por su parte, la canciller alemana Angela Merkel siguen defendiendo la necesidad de culminar el gasoducto North Stream II que permite el suministro de energía desde Rusia a través del Mar Báltico, sorteando Ucrania. Aunque el proyecto no gusta ni a Bruselas ni a Washington porque aumenta la dependencia de gas respecto a Moscú del club comunitario, Berlín considera que precisamente estos lazos económicos son los que aseguran la coexistencia más o menos pacífica con el Kremlin.