África

Mes sagrado musulmán

Ramadán explosivo en el Norte de África por el malestar social

Marruecos, Túnez o Egipto sufren la caída del turismo exterior

Ramadan in Egypt
Ramadan in EgyptKHALED ELFIQIEFE

El mundo árabe ha comenzado el segundo Ramadán de la pandemia con un malestar social en aumento. Aunque la situación es mejor que la del último mes sagrado musulmán, los Estados de la región mantienen medidas restrictivas para evitar las reuniones familiares y las aglomeraciones en mezquitas.

Marruecos, Túnez o Egipto sufren especialmente las consecuencias de la crisis turística mundial. En Siria y Líbano, donde se unen la mala gestión de la epidemia y el deterioro económico, la situación es especialmente dura. No menos grave es la realidad egipcia. En la vecina Libia, devastada y exhausta por la guerra, la prioridad ha sido hasta ahora lograr una precaria estabilidad y solo ahora el país comienza a vacunar. La otra cara es la de Emiratos Árabes y Arabia Saudí, que presumen de una rápida campaña de vacunación.

En Marruecos, suspendidas las conexiones aéreas con más de 40 países y con un toque de queda entre las ocho de la tarde y las seis de la mañana, la hostelería y el turismo vuelven a verse golpeadas. Sus trabajadores no ocultan su malestar y han anunciado movilizaciones en las últimas fechas. «No hacemos demasiado con la ayuda prevista de 1.000 dírhams [unos 100 euros] que nos promete la Administración para todo el mes”, lamentaba a LA RAZÓN un empleado de una cafetería de Rabat. Cafés y restaurantes no abrirán después del «iftor» o comida que marca el fin del ayuno, con lo que la mayoría de establecimientos permanecerán cerrados todo el mes.

Los fieles tampoco podrán acudir a las mezquitas para las tres oraciones que se celebran entre la caída del sol y el amanecer, Isha, Tarawih y Fajr. Más de la mitad de los trabajadores en Marruecos se desempeña en el sector informal, por lo que la pandemia ha dejado a millones de personas en una situación especialmente vulnerable.

En Argelia, cuya economía ya daba señales de alarma antes de la pandemia dada su excesiva dependencia de los hidrocarburos, la combinación de paro, inflación y estrés hídrico hacen estragos. Las movilizaciones populares ya se registran en distintos puntos del país. El «Hirak» –movimiento pro democrático con fuerte base juvenil nacido en febrero de 2019 contra las intenciones de Abdelaziz Bouteflika de presentarse a un quinto mandato– volvió en marzo a las calles de las principales ciudades para reclamar al régimen la garantía de libertades individuales tras un año sin actividad pública.

En Túnez, con la pandemia marcando cifras preocupantes, las nuevas restricciones ahondan en el malestar de una sociedad ampliamente descontenta con la situación económica y política de los años posteriores a la Revolución de los Jazmines.

En Irak, las autoridades mantendrán el toque de queda desde las siete de la tarde y el confinamiento total en los fines de semana del Ramadán. Sanidad advierte de que habrá confinamientos de tres días consecutivos si no se respetan las medidas.

En la vecina Jordania, ha quebrado en las últimas jornadas su tradicional estabilidad con una crisis palaciega protagonizada por las denuncias de corrupción y falta de libertades por parte del ex príncipe heredero Hamzah Bin Husein contra Abdalá II. Una crisis, al fin y al cabo, que no puede explicarse sin el descontento social como telón de fondo.

Por su parte, los libaneses volvieron el pasado fin de semana a las calles para reclamar un Gobierno de transición. El movimiento de la Revolución del 17 de Octubre, que comenzara su andadura en el otoño de 2019 y ha venido manifestándose con interrupciones vinculadas con la situación sanitaria desde entonces, vuelve a protestar contra la corrupción y el deterioro de la situación económica, agravada por la pandemia.

Con una situación económica general delicada y la mayoría de países iniciando una nueva ola epidémica, las autoridades confían en que la recuperación arranque pasado el mes del ayuno y esperan que, con ella, se alejen los fantasmas de una nueva estación del descontento una década después de la Primavera Árabe.