Elecciones Irán
Irán vive unas elecciones con el ultraconservador Ebrahim Rai como favorito
De los siete candidatos que iban a presentarse a las presidenciales, solo quedaron cinco, tras la retirada de un conservador y otro reformista
En la jornada previa a las elecciones generales convocadas hoy en Irán, el presidente saliente Hassan Rouhani pidió una participación masiva de la ciudadanía. En su criterio, es el garante para que el líder elegido tenga la “fuerza suficiente” en el manejo de los urgentes asuntos domésticos y conflictos internacionales que afronta el régimen de los ayatolás. En la práctica, su llamado a una alta participación supone la única carta para evitar que el poder vuelva a manos del ala dura del régimen.
Dos días antes de la convocatoria electoral, en que se apunta al clérigo ultraconservador Ebrahim Raisi como claro favorito para la victoria, se produjeron dos significativas bajas en la campaña. Esencialmente, la de Mohsen Mehralizadeh, candidato de perfil reformista. También se bajó del tren el reaccionario Alireza Zakani, en un movimiento habitual en los últimos compases de campaña para favorecer al candidato mejor posicionado.
Finalmente, quedaron solamente cinco candidatos a la presidencia. La retirada de Mehralizadeh, ex gobernador provincial y ex asesor de la Organización de Energía Atómica –que dirige el programa nuclear persa-, fue un movimiento para aupar a Abdolnasser Hemmati, ex jefe del Banco Central de Irán y continuista del ala moderada que representa Rouhani. Pero según vaticinan las encuestas y analistas locales, lo tendrá difícil para batir a Ebrahim Raisi, promovido por el ayatolá Ali Khamenei, la máxima autoridad espiritual del país.
Más de 200 parlamentarios, en una cámara dominada por los conservadores, urgieron al resto de candidatos del ala dura a que se retiraran para asegurar el triunfo de Raisi. Pero no logró convencer a todos: el “halcón” Mohsen Rezai aprovechó las últimas horas de campaña –el jueves ya estaba prohibida- para prometer viviendas baratas a los pobres o una paga universal de 20 dólares para toda la ciudadanía.
Por su parte, el moderado Hemmati buscó reforzar su candidatura anunciando que Javad Zariff, actual ministro de exteriores, formará parte de su ejecutivo en una eventual victoria. El que fue arquitecto del pacto nuclear con las grandes potencias, del que Donald Trump se retiró pero que Joe Biden especula con retomar, repetiría en el cargo o sería nombrado vicepresidente.
La apuesta por la vía diplomática es la baza electoral que esgrime Hemmati. En su cuenta de twitter, ensalzó el rol de Zariff en la cancillería: “mi administración buscará la retirada de las sanciones y el uso de la política internacional para favorecer el progreso interno”. Y prosiguió: “el desarrollo económico es imposible sin un sólido apoyo diplomático externo”.
En Irán, existen a día de hoy tres corrientes principales: la del ala dura que busca expandir el programa nuclear hasta lograr la bomba atómica e incrementar la confrontación con Occidente e Israel; moderados que apuestan por postergar un complicado estatus quo; o los reformistas, que aspiran a transformar la teocracia iraní desde dentro del sistema.
La urgencia de reparar una economía en quiebra por los estragos de la pandemia de la covid-19 forzó a Teherán a intentar reavivar el pacto nuclear, así como la retirada de las sanciones económicas impuestas por la administración Trump. El presidente saliente Rouhani, que culminó ochos años al frente del país –el tope permitido-, apostó en los últimos tiempos por la vía conciliadora. Pero una victoria ultraconservadora podría suponer un giro radical en la crucial agenda exterior.
La palabra final siempre la tiene el ayatolá Khamanei. Fue quien relevó a Ruhollah Khomeini tras su muerte en 1989, impulsor de la revolución islámica que tumbó al Sha en 1979. Pese a que el líder espiritual tiene la máxima autoridad, los presidentes gozan de amplio margen de maniobra en asuntos internos e internacionales.
El ex presidente reformista Khatami acusó al ala dura del régimen de promover la retirada de candidatos para favorecer al ultraconservador Raisi. En un video publicado en sus redes sociales, aspiró a que “la gente haga un esfuerzo y vote para frenar este plan, promovido por una facción política para alcanzar el poder a toda costa”.
Las únicas aspiraciones reformistas pasan por revertir el síntoma de desmovilización extendido. El artesano Abdol-Rasul Nabat, de la histórica ciudad de Isfahán, contó a Al Jazeera que “solo voté una vez, y constaté que todas sus promesas son mentiras. ¿Para qué sirve votar? Veo que los precios se multiplican, mientras yo no gano nada”.
Conscientes de que el voto femenino puede decantar la balanza, los candidatos intentaron pescar entre este electorado. Pero para la analista Setareh Sadeqi, “no saben ni cómo hablar sobre los asuntos que nos afectan a las mujeres y nuestros derechos”. Según cuenta, ningún aspirante apuesta verdaderamente por avanzar nombramientos femeninos en altos rangos diplomáticos o académicos, y “es algo muy desilusionante”.
Junto a ella, la estudiante Farzaneh Eshvari se mostró frustrada tras haber apostado por Rouhani en el pasado. “Todos sufrimos graves problemas financieros desde que alcanzó el poder. A la gente le preocupa poco la política exterior, lo fundamental es la economía”. Como en todos lados, a lo que aspira la gente es a “una mayor calidad de vida”.
En caso de que ningún candidato logre una clara mayoría entre los 59 millones de iraníes llamados a votar, los dos aspirantes mejor posicionados pasarían a una ronda final cara a cara el próximo 25 de junio. El ministerio de interior dio por hecho que se registrará un significativo descenso en la participación, pero matizó: “nuestra gente siempre causó grandes sorpresas, y siempre está presente”.
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