Magreb

El incierto futuro de los islamistas marroquíes y la sombra del yihadismo

Hay quién les recomienda que “se dejen la barba y vuelvan a las mezquitas”, pero el asunto no parece tan sencillo en el futuro

El derrotado primer ministro El Othmani con el líder de Hamas, Ismail Haniyeh, en una reciente visita a Marruecos EFE/EPA/STRINGER
El derrotado primer ministro El Othmani con el líder de Hamas, Ismail Haniyeh, en una reciente visita a Marruecos EFE/EPA/STRINGERSTRINGEREFE

La severa derrota sufrida por los islamistas (PJD) en Marruecos, después de 10 años en el poder, plantea el futuro de este movimiento y la posible irrupción en la escena política de tendencias más radicales. Argumentos para intentar captar a la población musulmana no les faltan, sobre todo después del establecimiento de relaciones diplomáticas entre Rabat e Israel. Y la constatación que desde el poder, la legalidad, no se ha avanzado.

No se puede descartar que las bandas yihadistas, tanto Al Qaeda, envalentonada tras el triunfo de los talibanes en Afganistán, como el Estado Islámico, traten de potenciar su actividad criminal en el país, hasta ahora frenada por uno de los servicios antiterroristas mejores del mundo.

Marruecos, por su apuesta por la modernidad y tolerancia, es la antítesis de lo que pretenden los yihadistas, ávidos de implantar “califatos” o “emiratos” que se guíen por la Sharia, la interpretación más rigorista del Islam.

Sin duda, en la singular derrota del PJD, que encabezaba el hasta ahora primer ministro Saadeddine Othmani, habrá otros factores a analizar, entre ellos los de índole económica derivados de la pandemia de Covid y de una gestión que ha defraudado a casi todos, hasta colocar al partido al borde del extraparlamentarismo.

Pero, en cualquier caso, lo que interesan ahora son las consecuencias y el aprovechamiento de la situación que pueden hacer elementos radicales e incluso terroristas.

El prestigioso periodista Karim Boukhari escribe en Le360 un comentario en el que, entre otras cosas, dice a los islamistas que se olviden de la “la política y vuelvan a la mezquita. El Islam no es un programa político. La derrota de los islamistas marroquíes es lo mejor que les puede pasar. Era hora de que se fueran, de volver al vestuario y darse una ducha, como un equipo de fútbol que acaba de perder un partido. En diez años de “reinado”, tuvieron mucho tiempo para demostrar de lo que eran capaces: no mucho más que sus predecesores, ya sea de izquierda, derecha o de la nada. Si fuera islamista, celebraría esta derrota del 8 de septiembre como una victoria”.

“De vuelta a la oposición, podrán volver a dejarse crecer la barba. No es solo una cuestión de cabello y apariencia. Podrán redescubrir sus viejas melodías, sus discursos, su demagogia. Durante diez años, estuvieron perdidos. Se afeitaron la barba, se tragaron la lengua e hicieron desaparecer a sus predicadores (…) Imagino su alegría. Serán liberados, aliviados. Podrán decir, una vez más, “¡Abajo los sionistas!”, “El Islam es la solución”, “No a las lenguas extranjeras”, “No al laicismo y las libertades individuales””, agrega.

“Al redescubrir sus tics, su ideología, su mojigatería, su populismo, quizás serán más audibles. Más cerca de sus bases, de su gente (…) Dondequiera que haya pasado el Islam político, la hierba nunca ha vuelto a crecer. El Islam político es una aberración de los tiempos modernos. Incompatible. Entre el Islam y la política, hay una palabra de más. Tienes que elegir entre los dos”.

Si la cosa se queda en lo que dice el informador, en volver a la mezquita, dejarse la barba y retomar sus costumbres y símbolos, no hay motivo para la preocupación. Pero hay expertos que desde hace meses advierten de la presencia de una corriente creciente de radicalización a raíz del establecimiento de relaciones con Israel.

Acertadamente, el partido ganador de los comicios, el RNI de Aziz Akhannouch, ha centrado su programa en los asuntos relativos a la pandemia y la superación de sus secuelas; un sistema de salud digno; empleo para todos; una escuela de igualdad y una administración que escuche al ciudadano, etcétera.

El mensaje ha calado y ahí están los resultados. El dilema es que harán los islamistas y los que se mueven en la clandestinidad, tratando de llevar el terrorismo a tierras marroquíes. Y otra sombra a tener en cuenta, Artgelia, valedor del Frente Polisario, en guerra con Marruecos desde octubre del año pasado, que ha roto unilateralmente las relaciones diplomáticas con Rabat.