Testigo directo

Los españoles en Kiev: «Vivimos en una tensa calma»

Un total de 534 nacionales están atrapados en el conflicto. LA RAZÓN habla con ellos

Abraham
AbrahamLa Razón

La frontera entre Ucrania y Rusia ha vuelto a convertirse en una trinchera. El último despliegue de alrededor de 100.000 unidades rusas hace que la tensión se haya disparado ante el temor de que el presidente, Vladimir Putin, invada un país independiente y soberano desde 1991. Atrapados en este conflicto hay un total de 534 españoles, según explicó el martes el ministro de Exteriores, José Manuel Albares, de los cuales 240 residen en la capital, Kiev. LA RAZÓN habla con tres compatriotas que asisten en primera persona a «la calma tensa», como la describen, que se respira en la capital del país.

Javier Larrauri, que lleva diez años y medio viviendo en Ucrania donde trabaja como profesor de español, asegura que su vida, de momento, discurre «con tranquilidad». «En la calle no hay nada que asuste, no hay gente acaparando comida en los supermercados ni gasolina, la gente lo está llevando con normalidad». El principal motivo por el que el pánico no ha estallado en el país es que los ucranianos llevan ocho años soportando esta inquietante situación desde que en 2014 explotaron las protestas pacíficas en pro de la democracia en la céntrica plaza de Maidan de la capital contra el entonces presidente ucraniano pro ruso Víktor Yanukovich, que huyó del país.

En aquel entonces, sin apenas represalias de la comunidad internacional, Putin se anexionó Crimea, maniobra que le facilitó la conexión con la Rusia continental evitando territorio ucraniano. «Hace siete años no teníamos tanta información. Ni se olía la interferencia rusa, sin embargo, ahora es diferente, todos estamos preocupados porque las tropas están en la frontera y es fácil identificar la fuente de preocupación. Pueden invadir o bombardear sin mucho esfuerzo», explica. Javier, un enamorado del Este, asegura que está pendiente de lo que pueda pasar y confía en «que sea simplemente una demostración de fuerza de Putin de cara a forzar más ventajas en el campo diplomático». «Es lo que esperamos porque un conflicto armado no beneficiaría a nadie».

Javier
JavierLa Razón

Adriana, de 26 años y natural de A Coruña, también es profesora de español en un instituto de la capital. Lleva tan solo unos meses en el país y pese a la tensión bélica que ya se intuía cuando preparó su maleta para emprender su aventura no dudó ni un momento en trasladarse hasta Kiev. «Mi familia está tranquila. Me visitaron hace unos meses y lo vieron todo tan normal, que en realidad, no están preocupados». Ahora bien, pese a la serenidad en las calles, fue una de las «muchas» españolas que la semana pasada corrió a registrarse en la Embajada española de Kiev «por si hay alguna comunicación». «Estamos tranquilos, pero por si acaso», subraya, con risa nerviosa.

Al igual que Javier, la gallega asegura que los ucranianos diferencian entre Rusia y su presidente Putin. «Saben que esta tensión no tiene que ver con la población rusa, sino con su presidente, que es un dictador». De facto, mientras la escalada bélica suma decibelios, en Moscú no se habla ni de la pobreza, ni de la desigualdad, ni de los cerca de mil muertos diarios por la pandemia.

Abraham
AbrahamLa Razón

Abraham también está muy ligado a este país. Casado con una ucraniana y padre de tres hijos, trabaja en la selección de fútbol nacional y asegura que la tensión actual es «una continuación de lo mismo». «Tenemos un vecino que es un okupa, muy prepotente y al que no se le puede hacer frente», describe muy gráficamente. Su diagnóstico no es nada halagüeño. Opina que «la crispación y tensión seguirá alargándose durante años».