Sanciones

El Golfo Pérsico, la isla Tortuga que refugia a los oligarcas rusos

La élite de Putin se establece en Dubái y atraca sus yates en Montenegro y Maldivas

Vista del rascacielos Burj Khalifa de Dubái
Vista del rascacielos Burj Khalifa de DubáiMOHAMMED SALEMREUTERS

Desde los opulentos Emiratos Árabes Unidos (EAU), se evitó entrar en arenas movedizas y no condenaron la ocupación de Ucrania ordenada por Vladimir Putin. En un mundo donde priman los intereses geoestratégicos y económicos por encima de todo, la federación del Golfo Pérsico se está convirtiendo en un santuario para los oligarcas rusos. En su carrera para evitar que las sanciones impuestas por Occidente sobre el Kremlin diezmen sus fortunas, están montando negocios exprés y comprando propiedades a mansalva en ciudades como Dubái.

Ya antes de que estallara la guerra que sacude a Europa, la ciudad de los rascacielos, lujosos hoteles y playas paradisíacas era un destino preferencial para el turismo ruso. Los emiratos, convertidos en epicentros económicos internacionales, están viviendo ahora el continuo desembarco de jets y yates privados.

Según el «New York Times», entre los dueños de chalés de alto standing habría 38 empresarios y oficiales estrechamente vinculados a Putin. El valor conjunto de sus propiedades alcanzaría los 314 millones de dólares. Entre ellos, se encuentran seis multimillonarios directamente afectados por el golpe económico impuesto por EE UU y la Unión Europea. Desde que se aplicaron las sanciones al banco central ruso y se expulsó a sus instituciones financieras del sistema de transferencias internacionales Swift, a los rusos expatriados se les complicó su capacidad operativa.

Se estima que en los EAU residen unos 40.000 ciudadanos de Rusia, así como otros 60.000 rusófonos procedentes de las ex repúblicas soviéticas. Los oligarcas disfrutan anclando sus enormes embarcaciones en su litoral, un escaparate para lucir poder adquisitivo y aprovechar el paraíso fiscal. «Los rusos ya no son clientes de recibo para los bancos europeos, que temen hacer negocios con ellos –aunque sean reacios a Putin- por si acaban siendo investigados», afirma el abogado Peter Gray, con base en Dubái.

Los emiratos se acercaron progresivamente a Moscú por su creciente peso militar en Oriente Medio, ya que comparten su lucha contra el «extremismo islámico». También por el impulso del Kremlin para lograr un nuevo acuerdo energético –externo a la Organización de Países Productores de Petróleo (OPEP)– que supuso suculentos beneficios para la industria petrolera emiratí. Los jeques del golfo, así como Arabia Saudí o Egipto, ignoran a su histórico aliado en la Casa Blanca, que le exige condenar a Rusia y votar en su contra en el consejo de seguridad de la ONU. Prefieren recoger los tentadores frutos que aportan los oligarcas.

Ahora mismo, establecer una empresa en el país árabe permite a los rusos asegurar visados de residencia para la familia al completo. Con una simple inversión inmobiliaria de unos 200.000 dólares, un extranjero puede garantizarse la residencia legal por tres años. Por ello, el equipo de la compañía Virtuzone, de unos 500 empleados, está valorando reubicarse en Dubái.

A otro importante inversor, cuyo asesor legal le informó que ya no podría comerciar con Japón o la China, se le recomendó su traslado fiscal a UAE. Con la dificultad de abrir una nueva cuenta y la imposibilidad de mover su dinero a EAU desde bancos rusos que sufren las sanciones, el atajo de algunos oligarcas es usar sus cuentas en países occidentales. En algunos casos, los rusos están tirando de criptomonedas, e incluso fajos de billete en mano, para comprar propiedades. El país árabe fue incluido la semana pasada en la «lista gris» del Grupo de Acción Financiera Internacional, una agencia que combate el lavado de dinero.

Pero los países del Golfo no son los únicos que aceptan rublos. También Maldivas o Montenegro, un país que es miembro de la OTAN pese a que solo tiene 2.000 soldados cuyas costas se han convertido en un atractivo destino turístico, están acogiendo los superyates de los oligarcas rusos que están saliendo de los puertos europeos y recibiendo jugosas inversiones inmobiliarias.