Malí

Las Fuerzas Armadas malienses adquieren 12 aeronaves rusas e incorporan a 26.000 ex rebeldes tuareg al Ejército

El Gobierno provisional de Malí hace frente a la creciente oleada de ataques yihadistas reformando sus Fuerzas Armadas con la ayuda de Rusia

Oficiales malienses inspeccionan aeronaves donadas por Rusia.
Oficiales malienses inspeccionan aeronaves donadas por Rusia.STRAgencia EFE

Este mes de enero se cumplía una década de la rebelión tuareg que inició el actual periodo de inestabilidad en Malí. Por aquél entonces, cuando los tuareg firmaron una paz definitiva con el Gobierno de Bamako, entraron en escena los islamistas, y luego vinieron los fundamentalistas islámicos, y luego los bandidos libios, y Malí se desarrolla desde entonces como un complejo campo de batalla donde los combates y los atentados se libran en días aleatorios. Este enorme país (cuyo tamaño equivale cuatro veces el de Polonia) de tierras rojas y arenas pastel entremezcladas con los climas se trata hoy de un caos casi ingobernable. Actualmente ostenta el poder un coronel de las Fuerzas Especiales, Assimi Goita, que se hizo con el poder tras ejecutar un golpe de Estado exitoso en agosto de 2020. Según confirmó públicamente en el mes de junio, Goita pretende desarrollar un programa de restauración democrática que tendrá una duración, de momento, de dos años; asegura que entonces devolverá el poder a las urnas malienses.

Retirada francesa y aumento de atentados

Pero Goita no se limita a juguetear con su posición de Presidente interino. Desde su llegada al poder ha tomado contundentes decisiones capaces de cambiar radicalmente el destino de su país, entre las que se encuentran la expulsión de la fuerza francesa desplegada desde 2013 en el marco de la Operación Barkhane, la expulsión de la fuerza conjunta europea desplegada desde 2020 en el marco de la operación Takuba, la detención de rotaciones de la operación MINUSMA de las Naciones Unidas, la expulsión del portavoz de Naciones Unidas del país y, finalmente y en contraposición de todas estas patadas, el afianzamiento de una colaboración política, económica y militar con Rusia, que desde 2021 cuenta con mercenarios del Grupo Wagner desplegados en Malí. Se calcula que 3.000 soldados rusos patrullan el territorio.

La retirada de los efectivos franceses ha supuesto un dure golpe para la seguridad maliense, especialmente en materias de inteligencia. Ya no resulta tan sencillo adelantarse a los golpes de los terroristas. Y prueba de ello fue el ataque efectuado el pasado 22 de julio contra la residencia presidencial en Katia, ubicada a 15 kilómetros de Bamako. Los ataques dejan atrás muchas bajas del bando gubernamental, mientras las Fuerzas Armadas malienses (FAMA) apenas tienen tiempo de organizarse cuando los atacantes ya han desaparecido. Este lunes, un ataque terrorista a la localidad norteña de Tessit se cobró las vidas de 42 militares malienses y de 4 civiles; además otros 22 soldados resultaron heridos. Desde el lado yihadista se contabilizaron 37 bajas.

Es una situación casi diaria mientras la población civil maliense aplaude con entusiasmo la concatenación de decisiones que va tomando su líder. La participación rusa ha destacado por el aumento de matanzas de civiles como medio de disuasión a través del terror pero, aparte de esto, no parece que la nueva estrategia de Goita esté funcionando. Los ataques cada vez más próximos a la capital no se daban desde hacía años, hasta hoy, y nunca habían temido los expertos que la capital fuese a caer en manos terroristas, hasta ahora.

De rebeldes a aliados

Rebeldes del grupo independentista tuareg Movimiento Nacional de Liberación de Azawad cerca de Kidal, en 2011.
Rebeldes del grupo independentista tuareg Movimiento Nacional de Liberación de Azawad cerca de Kidal, en 2011.STRAgencia EFE

A sabiendas de que la situación amenaza con ser insostenible, desde el Gabinete de Goita han comenzado una serie de reformas dirigidas a las Fuerzas Armadas, presumiblemente con la intención de cubrir los agujeros que ha dejado la retirada francesa. El Gobierno anunció el pasado viernes que 26.000 ex combatientes tuareg serían incorporados a las FAMA con la intención de proteger las áreas septentrionales del país, esto es, zonas desérticas cuyo conocimiento guardan celosamente las tribus míticas del desierto. Lo que en apariencia supone una buena idea, ha hecho saltar las alarmas de los expertos radicados en el país, y no es para menos: nadie ha olvidado que esos 26.000 tuaregs se alzaron en armas contra el Gobierno de Bamako hace diez años, y que fueron ellos quienes comenzaron el caos de hoy. Nadie lo ha olvidado, como tampoco lo olvidaron los habitantes de Ménaka cuando se manifestaron contra el Movimiento por la Salvación de Azawad el pasado 23 de julio, en unas protestas que se saldaron con tres muertos entre los manifestantes.

Los grupos paramilitares tuareg de la índole del MSA han colaborado desde hace años con el ejército maliense, pese al descontento de amplios sectores de la población (en especial por parte de las etnias negras). La nueva decisión de incorporarlos directamente a las Fuerzas Armadas otorgará nuevas dosis de poder a los que antaño fueron rebeldes, aunque hay quienes piensan que apenas se trata de otra estrategia de Goita para aplacar las protestas y limpiar su maltrecha imagen a ojos de la comunidad internacional.

Se trata de una estrategia similar a la utilizada tras el acuerdo de paz de Tamanrasset (1991), cuando el Gobierno de Bamako procuró contentar a los rebeldes tuareg del momento integrándolos en patrullas mixtas con militares de las FAMA. Entonces, numerosos mandos de las FAMA se retiraron de las ciudades del norte, y la medida avanzó a trancas y barrancas hasta que concluyó en 1996, con un nuevo levantamiento de origen tuareg.

Khadim es un antiguo combatiente de las FAMA que aplaude la decisión de Goita desde un diminuto café en Bamako. Sorbe su taza de té importado de china y vuelve a rellenarla a la que explica su punto de vista: “El coronel es un hombre inteligente. Sabe que la marcha de los franceses ha depositado toda la responsabilidad del país en sus manos, y esto significa que tiene muchos frentes abiertos. En lugar de ceder a las protestas de unos pocos, beneficia a los tuareg, contentándolos y atrayéndolos para sí. Si cediera a las presiones, podría encontrarse con una nueva revuelta tuareg junto con la ya existente amenaza yihadista”.

Tanto él como la mayoría de sus compatriotas culpan a Occidente, y en especial a Francia, de la situación que atraviesa su país. “Si los franceses hubiesen hecho un control adecuado de las armas y de los mercenarios que se escabulleron de Libia tras la muerte de Gadafi, Malí sería hoy un país en paz”. Tanto para él como para muchos compatriotas, casi cualquier cosa es mejor que aguantar un segundo más la presencia francesa en su tierra.

Una Fuerza Aérea modernizada

Uno de los L-39C Albatros de fabricación soviética entregados a Malí.
Uno de los L-39C Albatros de fabricación soviética entregados a Malí.STRAgencia EFE

Con bombo y platillo anunciaron los medios a lo largo del lunes la nueva adquisición de aeronaves del Ejército del Aire maliense. Fue una emotiva ceremonia en la que participaron el propio Goita y el Embajador de la Federación Rusa. El Kremlin ha proveído a Malí con cuatro nuevos aviones de combate del tipo L39 Albatros y otros tantos del tipo Su-25, además de helicópteros de ataque tipo MI24-P y MI-8, todos ellos fabricados por la Unión Soviética entre 1960 y finales de la década de los 80. En la ceremonia se presentó también un Airbus Casa-295, que se añadirá a una primera aeronave del mismo tipo y que fue entregada por España en 2021.

El jefe del Estado Mayor del Ejército del Aire, el general de brigada Aly Boï Diarra, afirmó durante el acto que “no estamos construyendo un ejército de desfile. Tenemos la ambición de construir un ejército de acción, operativo, capaz de combatir y decisivo en el momento adecuado”. Según él, el objetivo de las autoridades de la Transición es reconstruir el ejército maliense para que sea más profesional, mejor equipado, mejor entrenado y dotado de una buena moral, “más cercano a la gente de la que proviene y dominando el espacio de las operaciones posteriores”. En definitiva: “Un ejército que reflejará los valores guerreros de Malí”.

Con todo esto se aprecia el esfuerzo de Goita por independizar sus Fuerzas Armadas de los ejércitos occidentales. ¿Será suficiente? ¿Tendrán recambios suficientes para los nuevos modelos? ¿Tienen suficientes pilotos formados? ¿Será seguro otorgar nuevos poderes a los tuareg? ¿Está Bamako a salvo? ¿Conseguirán estas nuevas adquisiciones frenar el avance yihadista? El tiempo dirá.