Guerra
Inquietud en Moscú por la ira en todos los sectores de la sociedad rusa tras la matanza de reclutas
La mayoría de los militares muertos en Makiivka procedía de Samara, donde se han realizado concentraciones de homanaje espontáneas. Rusia eleva la cifra de fallecidos a 89; Ucrania habla de 400
El nuevo año no ha comenzado en Rusia como el Kremlin tenía previsto y el eco de las campanadas de Nochevieja en la Plaza Roja resonó en la lejana región de Donetsk a modo de mortíferas explosiones, llevándose consigo en la localidad de Maviika a decenas de reservistas rusos, movilizados para apoyar la campaña en Ucrania.
La onda expansiva, lejos de pasar desapercibida, ha impactado de lleno en los despachos de los altos mandos y en los medios de comunicación rusos, lanzando la pregunta de cómo pudo ocurrir una desgracia de tal magnitud dentro de las posiciones de un Ejército tan experimentado como el ruso.
Oficialmente, el ministerio de Defensa ruso elevó a 89 el número de víctimas mortales, que pueden quedarse cortas según los propios medios de comunicación rusos. Estos dieron la noticia, nada más producirse, sin ningún filtro, mientras tertulianos y expertos aparecen en las televisiones del país lamentándose de lo ocurrido y pidiendo explicaciones, descorriendo la cortina del control gubernamental.
En ese mismo país, ya se han celebrado numerosas concentraciones espontáneas de familiares y ciudadanos anónimos que ofrecen flores y oraciones a sus caídos, la mayoría de ellos precedían de la región de Samara, a las orillas del río Volga. No se trata de soldados profesionales, sino de hombres que fueron movilizados como consecuencia del decreto presidencial de septiembre, quizá por eso las críticas han brotado desde todos los sectores de la sociedad, también desde la misma Duma, o Cámara Baja rusa.
Sergei Mironov, líder del partido Rusia Justa en el Parlamento ruso, aseguraba ayer en su cuenta de Telegram que es necesaria una investigación exhaustiva para determinar si el ataque ucraniano que causó la matanza de fin de año se debió a «traición o negligencia criminal». Añade, asimismo, que los funcionarios responsables deben «ser procesados». Sorprende que la crítica proceda desde un partido afín al poder, aunque minoritario, que ocupa 28 de los 450 escaños en la Duma Estatal. El gobernador de la región rusa de Samara, Dimitry Azarov, anunció ayer mismo la apertura de una línea telefónica para atender a los familiares de los soldados muertos.
Más voces críticas han denunciado el error de haber alojado a decenas de hombres junto a un depósito de municiones sabiendo que el edificio era un objetivo militar prioritario para las fuerzas ucranianas. Lo ocurrido en la ciudad de Makiivka seguirá sacudiendo la opinión pública rusa, demostrando que hay gente dispuesta a denunciar los errores de cálculo de la «operación militar especial» trazada por Moscú para «frenar la deriva fascista en Ucrania».
«¿A quién se le ocurrió la idea de colocar al personal en gran número en un edificio, donde hasta un tonto entiende que, incluso si impactan con artillería, habrá muchos heridos o muertos?», escribía Arcángel Spetsnaz Z, un bloguero militar ruso con más de 700.000 seguidores en su canal de Telegram, afirmando que a los comandantes «les importa un bledo» lo ocurrido. Politólogos y expertos militares se han sumado durante las últimas horas a las críticas que lamentan que se pudo evitar lo ocurrido.
Quien no se ha pronunciado todavía es el presidente ruso, Vladimir Putin, cuya actividad tras el discurso de año nuevo no se ha visto interrumpida. La oficina de prensa del Kremlin confirmaba ayer la conversación telefónica mantenida entre el dirigente ruso y su homólogo kazajo, Kassym-Jomart Tokayev, para discutir temas de cooperación en el sector energético. No se espera una intervención oficial al respecto.
Pero no solo se han escuchado críticas al fallo de estrategia del Ejército, también desde otros sectores del poder se ha apuntado a que el uso de teléfonos móviles por parte de los soldados movilizados dio la clave al Ejército ucraniano para localizarlos y atacar. La agencia de noticias estatal TASS, citando a funcionarios de Donetsk, ha insinuado que las fuerzas ucranianas pudieron identificar el objetivo debido la radiofrecuencia de los teléfonos, que fueron geolocalizados.
Esa afirmación ha dado lugar a una nueva contestación. «Como era de esperar, la culpa de lo sucedido en Makiivka comenzó a ser atribuida a los propios soldados movilizados. Verás, encendieron sus teléfonos y fueron vistos», escribió Gray Zone, un canal de Telegram vinculado al grupo mercenario del Grupo Wagner. Según el Instituto de Estudio de la Guerra estadounidense (ISW), es probable que el ministerio ruso de Defensa intente «culpar a los funcionarios (separatistas prorrusos) y al personal movilizado por su mala seguridad operativa».
La autoría del ataque ha sido reconocida por el propio ministerio de Defensa ucraniano afirmando que las víctimas se pueden contar por cientos, ya que en el momento de la ofensiva, que tuvo lugar a las 00:01 del 1 de enero, se encontraban en el edificio cerca de 600 personas. A esa hora, la ofensiva ucraniana localizó y destruyó con cuatro misiles lanzados desde un HIMARS, acrónimo de High Mobility Artillery Rocket System (Sistema de cohetes de artillería de alta movilidad) que es un sistema creado por EE UU de lanzamisiles múltiple ligero montado en un camión militar. Un arma que está cambiando el curso de la guerra en Ucrania.
Tras el letal bombardeo, Kyiv teme que Rusia, conmocionada por el ataque ucraniano, intensifique el uso de drones. En lo que va de año, el Ejército ucraniano ha derribado 80 drones iraníes.
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