Referéndum en Escocia

A un mes del plebiscito, Escocia dice «no» a la independencia

Las promesas de Salmond sobre el petróleo y la libra no convencen al electorado. El primer ministro recurre a los símbolos nacionales para invertir las encuestas

LA INDEPENDENCIA se siente especialmente en las islas Shetland, más cerca de Oslo que de Londres y cuyos 23.000 habitantes quieren su propio Estado
LA INDEPENDENCIA se siente especialmente en las islas Shetland, más cerca de Oslo que de Londres y cuyos 23.000 habitantes quieren su propio Estadolarazon

Resulta más que extraño ver el Parlamento de Edimburgo lleno de gente anónima un día de agosto. En verano, el festival internacional de las artes que cada año se celebra en la capital escocesa es el verdadero protagonista. Son las calles y los teatros los que se inundan de gente. Los debates políticos –incluidos en la agenda como una actividad más– pasaban desapercibidos, pero este año es todo distinto. A tan sólo un mes de que se celebre el referéndum que podría cambiar para siempre la historia de Reino Unido, las colas para escuchar los argumentos a favor y en contra de la independencia de Escocia llaman la atención.

Según la encuesta publicada ayer por el dominical «Scotland of Sunday», el apoyo a la secesión ha subido cuatro puntos respecto al mes pasado, alcanzando un 38%. Pero la unión con Inglaterra sigue liderando los sondeos, con un 47%, dos puntos más que en julio. Los indecisos representan el 14% de los votos, siete menos.

En la ciudad es fácil distinguir a nacionalistas de unionistas. El pin en la solapa con el «yes» o la bandera británica les delata. Sin embargo, ayer unos y otros se mezclaron en la misma sala para acudir a la presentación del libro escrito a cuatro manos por dos de las personas más influentes para la opinión pública: George Kerevan y Alan Cochrane. Pese a ser viejos amigos, sus planteamientos con respecto al futuro de la nación no pueden estar más en desacuerdo. El primero, editor del rotativo «Scotsman» convertido luego en candidato del Partido Nacionalista Escocés (SNP), aboga por romper el vínculo con Londres. El segundo, responsable de la edición escocesa del «Daily Telegraph», señala que la independencia sólo trae riesgos innecesarios.

Tras el acto público, compartir con ellos un café resulta una experiencia de lo más interesante. «No quiero seguir dependiendo de las políticas de Westminster, especialmente ahora que quieren convocar un referéndum sobre la permanencia en la Unión Europea. En este sentido, creo que una Escocia independiente mejoraría la democratización de la UE», explica Kerevan. «Me hace mucha gracia el discurso que tenéis los nacionalistas. Criticáis estar bajo las órdenes de Londres, pero luego no tenéis ningún problema en estar bajo las órdenes de Bruselas», contesta Cochrane. Con respecto al petróleo, tampoco hay un punto de unión entre ambos. «Aún quedan 40 billones de barriles. Hay suficiente para los próximos 30 años», dice el primero. «Ya, pero se te olvida decir que cada vez está más lejos y es más costoso sacarlo», añade su amigo.

Observando desde otra mesa, a Sharon le resulta familiar la discusión. En casa tiene el mismo escenario todos los días. Su padre va a votar a favor de la independencia y su madre, a favor de la unión. Ella, en cambio, es partidaria de dejar las cosas como están. «Mi padre reconoce que hay muchas cuestiones sin resolver, pero prefiere ser más pobre e independiente que seguir siendo parte de Reino Unido. Su discurso es más pasional y no atiende a razones, aun sabiendo que hay datos objetivos y que sin la libra esterlina estamos perdidos», recalca Sharon.

En este punto hay que señalar que los nacionalistas carecen de argumentos. Londres ha dejado muy claro que, en caso de secesión, tendrían que buscar otra moneda. Pero a tan sólo cuatro semanas para la que será la consulta histórica, Alex Salmond, ministro principal, aún no ha explicado cuál sería su «plan B».

Cuando en el último debate televisado, Alistair Darling, ex responsable del Tesoro laborista y ahora al frente de la campaña Mejor Juntos, le preguntó por esta cuestión, el líder nacionalista no supo qué contestar. Consciente de su gran error, Salmond prometió ayer, mientras enumeraba las bondades de la independencia en la simbólica abadía de Arbroathd, explicar en detalle su postura en el próximo encuentro del 25 de agosto en el Museo de Glasgow. Pero quizá ya para entonces sea demasiado tarde.

Gordon, por ejemplo, asegura sentirse defraudado. Es taxista y votó por el SNP en las pasadas elecciones porque de verdad creía en el sueño independentista. Ahora, sin embargo, asegura sentirse decepcionado con Salmond. «Todo lo que promete es un paraíso, pero no explica cómo va a lograrlo. ¿Qué va a pasar con la sanidad, con las pensiones? Lo de la libra ya ha sido la punta del iceberg. Dice que vamos a ser más ricos, pero ¿cómo lo vamos a ser sin moneda? Ha tenido dos años para convencerme. No creo que en dos semanas vaya a dar ahora todas las claves», señala.

Con todo, Salmond no está solo. El respetado historiador Sir Tom Devine dio ayer un respiro a su campaña al anunciar que apoyaría la secesión. «El matrimonio con Londres es de conveniencia, pero no hay amor», dijo. El académico es toda una personalidad, pero no hay que olvidar que el líder de otra institución, como los Rolling Stones, Mick Jagger, encabezó la semana pasada una lista de más de doscientas firmas del mundo artístico animando a los escoceses a que no se fueran. Robert, un músico callejero, tocaba ayer una versión de «Satisfaction». Hoy por hoy, son libras lo que la gente le echa en el estuche de su guitarra.

Los dulces del referéndum hacen furor

Edimburgo prefiere los pasteles del «no» a la independencia

Aunque la encuesta elaborada por la pastelería Cuckoo's no destaca especialmente por su rigor, lo cierto es que se ha convertido en una de las más seguidas tanto por los políticos como por la gente de la calle. Sus pasteles del «sí», el «no» y los indecisos han revolucionado la ciudad. Vienen con bandera de Reino Unido, de Escocia y con un signo de interrogación, respectivamente, y se agotan cada día. Su propietario, Graham Savage, asegura que todo empezó como una broma, pero las peticiones de sus clientes (muchas por encargo) se han convertido en un buen termómetro del pulso a la ciudadanía. El precio es el mismo para las tres opciones (2,50 libras) y los ingredientes, también (frambuesa y chocolate blanco). «No queríamos hacer distinciones», asegura. Cada semana publican el resultado en la puerta y algún que otro político se ha dejado caer para echar un ojo a las cifras. Según su último sondeo, el «no» tiene un 41,2% de apoyo, frente al 39,7% a favor de la secesión. Los indecisos, 19.1%.