Geoestrategia

Argelia vincula su futuro a China y Rusia con los BRICS

El régimen militar aspira a integrar el club de las economías emergentes y gira hacia Oriente con gran determinación

Abdelmadjid Tebboune con el ministro de Asuntos exteriores de Rusia Sergey Lavrov (Russian Foreign Ministry Press Service via AP)
Abdelmadjid Tebboune con el ministro de Asuntos exteriores de Rusia Sergey Lavrov (Russian Foreign Ministry Press Service via AP)larazonAgencia AP

Tras años turbulentos en el escenario doméstico –en los que el movimiento pro democrático surgido de la última y fallida candidatura de Abdelaziz Bouteflika a la presidencia de la República, el Hirak, supuso una fuerte erosión al régimen–, las autoridades argelinas parecen haber encontrado ahora su momento favorecidas por la compleja e inquietante situación internacional.

El incremento de la demanda internacional de hidrocarburos tras el boicot a Rusia ha hecho de Argelia, octavo productor de gas del mundo, uno de los países más solicitados por Europa, y las arcas del Estado ya se benefician de la subida de precios. Las restricciones sanitarias decretadas con la pandemia del covid-19 habían logrado antes el inopinado efecto de desactivar el Hirak en las calles argelinas.

Al tiempo que resetean su relación con Francia –con la voluntad de dejar atrás definitivamente un pasado en común difícil– y forjan una nueva alianza comercial en torno al gas con Italia, a costa de España –la relación bilateral ha quedado maltrecha tras el giro del Gobierno en el Sáhara–, las autoridades argelinas miran al este con cada vez mayor determinación y visión estratégica. Consecutivamente Argelia solicitó en noviembre el ingreso en los BRICS (el club formado por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) y firmó con Pekín un ambicioso acuerdo de cooperación estratégica que habrá de desarrollarse del comercio a la energía pasando por la ciencia, el espacio o la tecnología.

El presidente argelino, Abdelmadjid Tebboune, aseveró en agosto que su país cumplía «en gran medida» con las condiciones para adherirse al club de economías emergentes. «Unirse a este grupo pondría a Argelia, un país pionero de la no alineación, a salvo de la fricción entre los dos polos», afirmó entonces el jefe de Estado argelino. En junio Argelia participó en condición de país invitado en la última cumbre de los BRICS celebrada en China.

En 2014 Pekín y Argel ya habían firmado una «asociación estratégica integral». Cuatro años más tarde el país norteafricano se unió al proyecto chino de la Ruta de la Seda. El comienzo de la era Bouteflika, hace más de dos décadas, coincide con el impulso en las relaciones económicas entre los dos países. A finales de mayo de este año el gigante energético argelino, Sonatrach, y la firma china Sinopec Oil & Gas Limited firmaron un acuerdo para el reparto de la producción de petróleo durante 25 años en el este de Argelia por valor de más de 450 millones de euros.

«La política exterior argelina es el resultado de una apuesta a largo plazo: la de forjar alianzas más allá de los vecinos europeos en un mundo cada vez más multipolar», explica a LA RAZÓN el profesor titular de Relaciones Internacionales de la Universidad Complutense de Madrid, Rafael Bustos.

«Aunque pretenden seguir entendiéndose con los países occidentales y preservar el comercio de gas con la UE, las ambiciones argelinas van más allá: abrir sus economías a otros países con los que buscar complementariedad y en esta voluntad se enmarca la voluntad de ingresar en los BRICS, el acuerdo estratégico con China y los esfuerzos por unir política y económicamente a los países árabes , como vimos en la Cumbre de la Liga Árabe [celebrada en Argel los días 1 y 2 de noviembre]», abunda el especialista en temas argelinos. «Concretamente, Argelia pretende inversión china para su industria energética y participar en proyectos impulsados por Pekín como la Ruta de la Seda», concreta Bustos a este medio.

Por su parte, la profesora de Relaciones Internacionales de la Universidad de Exeter, Irene Fernández-Molina estima que «el interés de Argelia [por ingresar en los BRICS] reside precisamente en formar parte de un grupo de países con un estatus especial dentro del sistema internacional y exhibir unos vínculos especiales con China y Rusia, además de sacar músculo frente a Marruecos».

Aliado desde tiempos soviéticos

La sólida alianza que el régimen militar argelino mantiene tanto con Rusia –aliado histórico desde tiempos soviéticos– como con China y la solicitud de entrada en los BRICS prolonga, por tanto, el eje Pekín-Moscú al Magreb, que se está convirtiendo en los últimos meses en escenario de crecientes tensiones. Un eje al que Irán, con su apoyo militar a Argel y su penetración africana, se adhiere silenciosamente. Entretanto, la invasión rusa de Ucrania no ha supuesto mella en la alianza tradicional con Moscú, que sigue siendo el primer suministrador de armas al país magrebí. En noviembre tropas de los dos países llevarán a cabo maniobras militares antiterroristas en Hammagir, en el suroeste del país norteafricano y no lejos de la frontera con Marruecos.

Aunque el conflicto central que enfrenta a Marruecos y Argelia, el del Sáhara Occidental, se prolonga desde hace más de cuatro décadas, el realineamiento estratégico en curso en el Norte de África y Oriente Medio en los últimos años ha acentuado la rivalidad entre los dos vecinos del Magreb, cada uno a un lado de la divisoria de alianzas.

En agosto de 2021 Argelia rompió relaciones diplomáticas con Marruecos; diez meses antes el Frente Polisario había dado por liquidado el alto el fuego en vigor con Rabat. Entre los dos momentos Rabat veía cómo Estados Unidos reconocía su soberanía sobre el Sáhara y restablecía relaciones diplomáticas formales con el Estado de Israel.

La rivalidad entre los dos vecinos del norte de África, aunque desde puntos de partida distintos ambos espoleados diplomáticamente en los últimos tiempos, los ha embarcado en una suerte de carrera armamentística a las puertas de Europa y de España. Argel ha incrementado un 130% el presupuesto militar en defensa para el año que viene –hasta los 23.300 millones de euros-, lo que supone un 15% de su PIB. Rabat, que confía en la tecnología estadounidense, israelí o turca, también incrementa el incremento de gasto militar, y se acerca al de España.