Terremoto en Marruecos

La sensación de abandono cunde por el Alto Atlas

El primer ministro marroquí rompe su silencio para anunciar un vago paquete de ayudas a las familias y aldeas

En ausencia del liderazgo político, con un rey semiausente y un gobierno marcando perfil bajo, el pueblo marroquí está mostrando en estas horas angustiosos sus mejores virtudes. Una ola de solidaridad con epicentro en Marrakech recorre el país entero. Casi tres días después de la catástrofe ni un solo ministro del Gobierno ha atendido a los informadores ni comparecido delante de las cámaras para tratar de confortar a la opinión pública. El primer ministro, el liberal , Aziz Ajanuch, jefe del Gobierno desde el otoño de 2021 y cuestionado por su deficitaria gestión económica, estuvo desaparecido hasta ayer. «Es la política habitual de comunicación. Silencio», admite a este medio un periodista local que no quiere ser identificado.

Ajanuch, hizo ayer su primera declaración tras el terremoto y anunció indemnizaciones para que los ciudadanos que han perdido sus casas puedan reconstruirlas. En una declaración a medios marroquíes, Ajanuch afirmó que el Ministerio del Interior y otros servicios de emergencia están haciendo un gran esfuerzo para ayudar a las personas en dificultad. «Hay muertos que hay que enterrar, hay también ayuda alimentaria que dar», afirmó. Una vez que se supere esta etapa dijo que se pasará a la reconstrucción. «En los próximos días anunciaremos un plan en relación con estas personas perjudicadas, hemos creado comisiones y hemos empezado a trabajar. Durante este periodo encontraremos soluciones para alojar a estas personas hasta que construyan sus casas», dijo. Detalló además que hay alrededor de 500 colegios dañados, así como centros de salud y carreteras. «En los próximos días -dijo- daremos respuestas exactas sobre cómo va a ser este plan».

Desde que se produjo el terremoto en la noche del viernes, la única presencia pública del jefe del Estado, el rey Mohamed VI, se produjo el sábado, cuando, de regreso de un viaje privado en Francia, que había comenzado el día uno, el monarca alauita presidió un comité de urgencia para pedir a sus Fuerzas Armadas toda la celeridad en el despliegue y decretar tres días de luto. En las últimas horas surgía el rumor de que el rey visitará alguna de las zonas afectadas en las próximas horas, pero los medios oficiales no lo habían confirmado al cierre de esta edición.

La catástrofe del Alto Atlas no cambiará previsiblemente la arraigada percepción entre los marroquíes de que el rey no tiene la capacidad de resolver los problemas de gestión cotidiana de los marroquíes. La responsabilidad recae en la clase política, en el Parlamento y el Gobierno que, sin embargo, con arreglo al sistema político marroquí desempeña un papel subalterno respecto al monarca y su gabinete de consejeros, el majzén.

Así ocurrió en 2011, cuando la ola de descontento regional conocida como Primavera Árabe llegó a Marruecos. La ira de la población, frustrada por la indignidad de la vida cotidiana de la mayoría, se dirigió entonces contra los gobernantes. No contra el rey, que, sin embargo, salió reforzado del momento al asumir el liderazgo político y la implementación de reformas aparentemente democráticas.

Lo peor está por llegar

«No hay ni en Marruecos ni en el exterior aún una idea de las dimensiones de la catástrofe. Literalmente no se puede acceder a muchas zonas: no son pueblos ni aldeas, son solo personas que han construido casas en laderas de montaña a más de 3.000 metros de altura. El país no tiene medios para asistir a cientos de miles de personas que viven en el área del Alto Atlas afectada, aunque el esfuerzo y la solidaridad de los marroquíes es máxima», explica a LA RAZÓN Adnane Bennis, director del medio marroquí «Morocco Word News». La percepción de entre quienes han visitado las zonas más remotas y escarpadas del Alto Atlas es que el balance de muertos y heridos será muy superior al que admite el Gobierno. Un recuento que al cierre de esta edición se situaba en los 2.681 fallecidos y 2.501heridos, una parte importante en estado crítico. La provincia de Al Hauz sigue liderando el recuento mortal de largo. El fatalismo consustancial a la cultura de Marruecos permite a este pueblo encajar con más naturalidad las tragedias. Al marroquí de las grandes y medianas ciudades la forma de vida de las zonas rurales, donde viven millones de personas, le resulta cada vez más ajena. Otro planeta dentro del país. Y el drama se asume como algo casi natural.

Entretanto, en la provincia de Chichaua, una de las más afectadas por el terremoto, los vecinos, tras dos noches al raso, trataban ayer de encontrar supervivientes con unas esperanzas que se desvanecen tres días después de la tragedia. El panorama cambia de valle a valle; si algunos pequeños municipios quedaron literalmente sepultados, otros tuvieron más suerte y a día de hoy aún un puñado de casas siguen en pie. Si en ciertas zonas no hay esperanzas ya de encontrar a nadie con vida en otras, aun habiéndolas, nadie ha llegado aún a auxiliares. Y probablemente ello nunca ocurra.