Guerras y conflictos
Asad ordenó gasear a su pueblo
La ONU determina que el régimen sirio realizó 27 ataques con armas químicas desde 2014, entre ellos, el de Jan Sheijun este año, pese a haber pactado la destrucción de su arsenal.
La ONU determina que el régimen sirio realizó 27 ataques con armas químicas desde 2014, entre ellos, el de Jan Sheijun este año, pese a haber pactado la destrucción de su arsenal.
Una Comisión de Investigación de la ONU ha determinado que el régimen sirio ha dirigido ataques con armas químicas en al menos 27 ocasiones desde 2014, casi el mismo número de veces que el presidente sirio, Bachar Al Asad, ha desmentido el uso de estas armas prohibidas por la Convención de Ginebra. En total, los investigadores de Naciones Unidas han documentado 33 ataques con armas químicas en la guerra de Siria. De esa cifra, 27 han sido atribuidos a las fuerzas del régimen, incluidos tres perpetrados entre el 1 de marzo y el 7 de julio de este año en Al-Latamneh, en Guta Oriental, y otros dos casos en la gobernación de Damasco, donde se empleó gas cloro.
Una de las mayores atrocidades químicas cometidas por Damasco fue el bombardeo en la localidad rebelde de Jan Sheijun (provincia de Idlib) en abril, en el que murieron 80 civiles, aseguró ayer en su informe la Comisión de Investigación de la ONU.
Dicha comisión señaló que «entrevistas e informes de alerta temprana indican que un avión Sujoi 22 (Su-22) llevó a cabo cuatro ataques aéreos en Jan Sheijun a las 6.45 hora local». «Solo fuerzas sirias operan este tipo de avión», añade la comisión en su informe sobre el ataque, especificando que fueron utilizadas tres bombas convencionales y una química.
En esa pequeña población bajo control del Frente Al Nusra (ahora el Frente de la Conquista del Levante) murieron 83 personas, entre ellas 28 niños y 23 mujeres, y hubo otros 293 heridos.
En la zona fueron encontrados restos del artefacto, y aunque la comisión no ha podido determinar el tipo de arma química, «las partes son consistentes con bombas de gas sarín producidos por la antigua Unión Soviética en la clase de bombas de 250 kilogramos, que tendría aproximadamente 40 kilogramos de sarín».
Para establecer la autoría de este ataque, el órgano presidido por el brasileño Paulo Sérgio Pinheiro e integrado también por la estadounidense Karen Abuzayd se han apoyado en 43 entrevistas a testigos, víctimas, personal médico, personas que visitaron el lugar después del ataque, imágenes de satélite, fotografías de restos de la bomba y vídeos de afectados que muestran los síntomas. Pinheiro señaló que con los hallazgos de la Comisión queda «excluida» la versión rusa de que la Fuerza Aérea siria atacó un depósito terrorista que contenía municiones químicas. El coordinador de la Comisión, James Rodehaver, explicó que, si ese hubiera sido el caso, el gas sarín «se habría quemado en su mayoría dentro del edificio y no hubiera creado una nube tóxica» que se desplazó entre 300 y 600 metros desde el punto de impacto.
«Las fuerzas gubernamentales han mantenido el patrón de uso de armas químicas contra civiles en las zonas controladas por la oposición», denunciaron los investigadores de Naciones Unidas antes de definir el ataque en Jan Sheijun como un crimen de guerra.
A esa misma conclusión llegó la misión de la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas (OPAQ), que identificó el gas sarín como la sustancia utilizada en el ataque de Jan Sheijun, pero no llegó a determinar quién fue el responsable de ese ataque. «Los síntomas sufridos por las víctimas son consistentes con la exposición de gas sarín», lo que supone un crimen de guerra, afirmó la OPAC en su informe realizado de forma independiente.
Este incidente, el segundo más grave después del ataque químico en Guta Oriental (suburbios de Damasco) en agosto de 2013, llevó a la embajadora de Estados Unidos ante la ONU, Nikki Haley, a pedir a la comunidad internacional que tomara represalias contra Asad, al tiempo que sostenía en sus manos las fotografías de niños sirios muertos en el presunto ataque químico. Al día siguiente, la Administración estadounidense atacaba, por primera vez en sus seis años de guerra, territorio sirio. En la madrugada del 7 de abril, la Marina estadounidense lanzó 59 misiles de crucero Tomahawk, cada uno con una carga explosiva de 500 kilos, sobre la base aérea de Al Shayrat, situada en las afueras de la ciudad de Homs.
No obstante, la versión de los hechos es muy diferente por parte del régimen. Fuentes cercanas a Damasco aseguraron a LA RAZÓN que el ataque estadounidense fue un montaje. «Los misiles de crucero estaban a punto de caducar y por ese motivo los lanzaron a un base militar en la que sólo hay deshechos de aviones. EE UU sabe que esa base sólo se utiliza como hangar para piezas de aviones en desuso», precisó la fuente. Lo cierto es que aquel ataque no fue la grave advertencia de Estados Unidos a Damasco por haber cruzado en repetidas ocasiones «la línea roja», más bien ha quedado como un hecho aislado que no ha traído consecuencias políticas ni militares.
En 2013, el entonces presidente estadounidense dio un pasó atrás y, en contra de sus afirmaciones, paró en seco un bombardeo sobre Siria tras un ataque químico del régimen de Asad. A cambio, Obama planteó que Damasco se librara de su arsenal químico dentro de una operación supervisada por las potencias internacionales. Asad y EE UU confirmaron que el régimen de deshizo de este tipo de armas; sin embargo, el tiempo ha demostrado que el dictador sirio conservó parte de armamento para seguir bombardeando.
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