Casa Blanca
Biden y Meloni muestran unidad pese a las diferencias sobre China
Washington trata de convencer a Roma para que abandone la Nueva Ruta de la Seda liderada por Pekín
“Las naciones occidentales han demostrado que pueden confiar unas en otras”, ha dicho hoy la primera ministra italiana, Giogia Meloni, desde la Casa Blanca. Sus palabras llegan después de que el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, la recibió por primera vez en Washington.
La reunión bilateral llega nueve meses después de que Meloni asumió como primera ministra. Hasta ahora, era la única entre los dirigentes de los principales países europeos que no había sido invitada. Tanto Olaf Scholz (Alemania), Rishi Sunak (Reino Unido), Pedro Sánchez (España) y Emmanuel Macron (Francia) han visitado en este último año la Casa Blanca.
“El encuentro refuerza los lazos estrechos y valores compartidos” entre ambas naciones, dijo Meloni durante su presentación con Biden frente a los periodistas en el Salón Oval. Por su parte, el presidente estadounidense insistió en que Italia es “un aliado vital de la OTAN y un estrecho colaborador a la hora de abordar los retos mundiales”, expresó.
La visita de Meloni fue un espectáculo de geopolítica interesante. Su llegada al frente de la política italiana -en octubre del año pasado- la convirtió no solo en la primera ministra mujer de la historia del país, sino que además lidera el Gobierno más conservador desde el final de la Segunda Guerra Mundial.
En principio, sus críticos decían que su llegada amenazaba con poner en riesgo la unidad de la respuesta europea a la invasión rusa a Ucrania. La ven como una política de extrema derecha. De hecho, es verdad que hizo campaña con esas banderas mucho más cercanas a posiciones como, por ejemplo, las de su exaliado el fallecido Silvio Berlusconi, quien se jactaba de intercambiar cartas privadas con Vladimir Putin. Sin embargo, una vez en el gobierno, Meloni se ha caracterizado por su completo apoyo a la causa de la defensa ucraniana. En las últimas horas, desde Washington, volvió a ratificar la necesidad de presionar al Kremlin a través de la dotación militar y económica a Kyiv. Ucrania es, en definitiva, la causa compartida más visible entre Roma y Washington. Quizá la única hoy.
Biden y Meloni sostuvieron un encuentro amable frente a las cámaras, que contrasta en la práctica con la mayoría de sus políticas ideológicamente opuestas. En el pasado, ella ha apoyado abiertamente las posiciones de Donald Trump en Estados Unidos. Su política interna va en contra del acceso al aborto y los derechos LGTBI, además de defender la línea dura en inmigración. Cuando se confirmó su victoria en Italia, desde Washington parecía haber hielo en esa relación con Biden. Finalmente, fue en mayo de este año durante el encuentro del G-7 que ambos mandatarios conectaron de manera personal.
En esta oportunidad, los objetos de la agenda de trabajo parece que también fueron alcanzados. Además de la ayuda a Ucrania, ambos países se dijeron que había un camino para una mayor apertura económica. Hoy, Estados Unidos
sigue siendo, con mucho, el mercado de exportación fuera de la Unión Europea más grande de Italia, con una participación de aproximadamente el 10% de todas las exportaciones y una participación del 20% de todas las exportaciones fuera del bloque europeo.
El hermetismo se mantuvo sobre un tercer tema clave: la Ruta de la Seda china. Italia es uno de los grandes países europeos que ha decidido sumarse a este proyecto comercial y logístico global chino que pretende conectar Europa, Oriente Medio y Asia.
A Washington le preocupa esa colaboración italiana porque refuerza la posición de Pekín en las rutas globales de transporte y supone, además, una nueva puerta de entrada de productos e influencia china en Europa, un continente aliado de Estados Unidos.
Para Italia, ser parte del proyecto supone una inyección de recursos y el acceso a rutas globales de comercio. De hecho, salirse podría acarrear sanciones económicas por parte de China, tras el memorando de entendimiento que se en marzo de 2019 el entonces gobierno de Giuseppe Conte firmó. Italia, en plena recesión técnica y con una necesidad apremiante de inversión y financiación, consideró que el acuerdo podía ser un respiro.
En el otro lado de la mesa de negociación, China veía en los puertos italianos un lugar ideal desde el que difundir sus productos e inversiones, consciente del valor simbólico y político del acercamiento para afianzar su papel a nivel global. De los 50 acuerdos iniciales previstos, se firmaron solo 29 y se dio un importante paso atrás con el bloqueo de la entrada del Huawei, la compañía china líder en la tecnología móvil de quinta generación, en el desarrollo de las redes 5G en Italia.
Ahora, no está muy claro que tanto coqueteo pueda hacer Washington para hacer que Meloni dé marcha atrás. De todas formas, al margen de las sanciones, es poco probable que Italia renueve el acuerdo con China cuando expire en marzo de 2024, y Meloni ha sugerido que se pueden mantener buenas relaciones con Beijing sin ser parte del mismo.
La careza en el pastel de esta bilateral fue el tema migratorio. Italia intentó atraer el interés de Estados Unidos sobre su “Proceso de Roma”. El proyecto busca ofrecer ayuda financiera a los países de los que parten los inmigrantes y tomar medidas enérgicas contra la trata de personas, particularmente en África.
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