Crisis económica
«Brixit»
En 1973 Gran Bretaña entró en la Comunidad Económica Europea –configurada entonces por Alemania, Francia, Italia, Bélgica, Holanda y Luxemburgo–, animado por las posibilidades económicas que le brindaba este mercado común. Cuarenta años más tarde, los estragos causados por los seis años de crisis económica amenazan con provocar una abrupta ruptura entre Londres y Bruselas. La efeméride del martes inaugura un año en el que el referéndum sobre el encaje de Gran Bretaña en la Unión Europea cobrará un gran protagonismo. Como recordaba «The Economist» en diciembre, lejos suenan estas palabras de Margaret Thatcher en 1988: «Gran Bretaña no sueña con una existencia pequeña y aislada en los márgenes de la Comunidad Económica Europea».
Los euroescépticos del Partido Conservador han pasado de ser una minoría a liderar revueltas en la Cámara de los Comunes. El deterioro de la calidad de vida de los ciudadanos en estos años ha alimentado un neonacionalismo británico que pone a Bruselas como su enemigo a batir. El ascenso del euroscéptico Partido Independiente de Reino Unido (UKIP, en sus siglas en inglés) no deja de ser otro ejemplo del fenómeno «Brixit», en referencia a la salida (exit, en inglés) de la UE. En los últimos sondeos publicados sobre la pertenencia a Europa, el 49% de los encuestados estaba a favor de irse y el 32% de quedarse. El primer ministro, David Cameron, está obligado a dar un paso adelante. Lleva muchos meses eludiendo pronunciar un discurso sobre el futuro de Londres en Bruselas. Pero todo indica que el referéndum en torno a la continuidad en Europa será una de las principales bazas de la campaña para su reelección en 2015. Cameron no es partidario de una salida de la UE, pero sí de renegociar las condiciones. Esto es, aumentar los privilegios, como el poder de veto, y recuperar algunas de las competencias. El tercer tratado de la UE con el que se formalizará la unión política ahora en curso está previsto que se apruebe entre 2015-2016. Entonces será un buen momento para convocar el referéndum europeo. Si se impone el «no» al tratado, se obligará a realizar un segundo referéndum sobre la salida o no de la UE. En Londres se teme que en este nuevo año se acelere el proceso. En este punto, Cameron se encuentra con un problema adicional: su relación con los pro- europeístas de Nick Clegg. La UE es una de las bazas programáticas de los liberaldemócratas por lo que si Cameron necesitara reeditar la coalición tras las elecciones tendrá que jugar con excesivo celo la carta europea, eso siempre y cuando no se haya roto antes la relación. La semana pasada en una entrevista con el periódico «The Guardian», Nick Clegg se mostraba contrario al referéndum y exigía que se descartara la idea de la consulta hasta que no estuviera resuelta la crisis económica.
En este escenario, el Partido Laborista trata de pescar en río revuelto. En octubre, votó en contra de los Presupuestos de la UE para desgastar a los «tories». Ha elegido un camino intermedio que deberán abandonar si no quieren engordar a los euroescépticos. Aunque Londres mide todavía su relación con Europa en términos económicos, debería tener en cuenta que su mayor pérdida será de poder político.
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