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Correa consigue el poder absoluto

El presidente de Ecuador es reelegido tras arrasar en la primera vuelta, según los sondeos. La mayoría parlamentaria le permitirá aprobar leyes contra la libertad de expresión

El presidente de Ecuador, Rafael Correa, emite su voto en Quito (Ecuador)
El presidente de Ecuador, Rafael Correa, emite su voto en Quito (Ecuador)larazon

Rafael Correa ha obtenido un holgado triunfo, con lo que el economista de izquierda se ha garantizado una década en el poder, el mandato ininterrumpido más largo en la historia del país andino. «Esta revolución no la para nada ni nadie», ha asegurado.

Los ecuatorianos dieron hoy un triunfo holgado a Rafael Correa en las elecciones presidenciales, con lo que el economista de izquierda se ha garantizado una década en el poder, el mandato ininterrumpido más largo en la historia del país andino. Como en 2009, el mandatario sacó más de la mitad del voto válido (descontados sufragios nulos y blancos), según datos preliminares, y por tanto evitó concurrir a una segunda vuelta, aunque esta vez superó incluso los resultados de la anterior elección, lo que muestra un nulo desgaste en el poder. Con cerca del 50% de los sufragios escrutados, casi el 57% de las papeletas tenían marcado su nombre, frente a los cerca del 24% del segundo colocado, el exbanquero Guillermo Lasso.

"La posibilidad de un incremento significativo o un decrecimiento significativo del candidato presidente para la reelección es imposible", aseveró el presidente del CNE, Domingo Paredes, en una entrevista con el canal público Ecuador TV. Rafael Correa logró su segunda reelección, lo que le permitirá extender su Gobierno socialista diez años de la mano de una alta popularidad, ganada gracias a los millonarios programas de asistencia social que ha puesto en marcha.

En la Plaza de la Independencia de Quito, dos pantallas gigantes estaban dispuestas para transmitir los resultados. Equipo de sonido, iluminación y amplificadores en el escenario. Abajo, cientos de personas con camisas verdes se congregaban para escuchar a su líder. «Dios les pague», dijo Correa desde el balcón del palacio presidencial rodeado de familiares y colaboradores. «Esta revolución no la para nada ni nadie», clamó el mandatario, que dedicó su victoria al «compañero Chávez».

Y es que con esos números, Correa no tuvo contrincantes en primera vuelta, convirtiéndose así en el líder con el mandato ininterrumpido más largo de la historia de Ecuador. Su agrupación política también ganaría en la Asamblea Nacional, aunque en este capítulo las encuestas no reflejan unánimemente si logrará obtener la mayoría absoluta que ha perdido en los últimos años.

La mayoría parlamentaria le daría aún más poder a Correa, que mediante un estilo autoritario, según denuncia la oposición, ya controla la Justicia y los órganos fiscalizadores del país. Además, le abriría las puertas al presidente para aprobar cuestiones que antes le fueron vetadas, como la reforma del Código Penal o una ley de comunicación que los medios privados consideran que limitará la libertad de expresión.

«Correa profundizará, en el plano político, un modelo autoritario con más control sobre las instituciones del Estado, y, en el plano económico, impulsará el modelo extractivo minero que no es el proyecto originario de Alianza País, que se caracterizaba por ser ecologista», dice a LA RAZÓN Simón Pachano, analista político de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales de Ecuador.

Correa se ha enfocado en sus programas para reducir la pobreza y en atender a sectores de la población largamente olvidados. Con un discurso plagado de rechazos al pasado reciente, un capítulo muy sensible para los ecuatorianos, víctimas de recurrentes crisis económicas e institucionales, ha ofrecido mantener en un nuevo mandato los beneficios que regó sobre las zonas periféricas y rurales.

Estas políticas se reflejan en más carreteras, puentes, escuelas y hospitales y en el aumento de todo tipo de subsidios: desde el bono de desarrollo humano para los más pobres hasta los subsidios a la gasolina y el transporte público. Una oposición dividida en siete candidatos sin arrastre también ayudó a fortalecer la imagen de Correa.

Su principal rival fue el ex banquero Guillermo Lasso, un político conservador que denuncia el «autoritarismo» del mandatario. Los demás candidatos, entre los que figuran el ex presidente Lucio Gutiérrez y el hombre más rico del país, el magnate bananero Álvaro Noboa, tampoco lograron despegar.

La apatía fue el denominador común de una campaña que todos en Quito tildaron de aburrida. Primero, por la falta de sorpresa en el resultado, y segundo, porque los candidatos evitaron confrontar con Correa, dada su alta popularidad y la aceptación que generan sus políticas sociales.

Ayer en las calles de Quito era casi inevitable sentir el desencanto de los ecuatorianos con la campaña. «No hubo debate porque Correa no quiso», dice Mariana Páez, una jubilada de 70 años que espera en la fila de un colegio del centro para votar.

Aunque Correa se jacta de ser revolucionario, su estilo y sus políticas le hicieron ganar enemigos inusuales para un Gobierno progresista, como los sindicatos de empleados públicos, los movimientos indígenas, la izquierda radical y los universitarios. Por ahora, ninguno de ellos tiene la fuerza suficiente como para impedir su reelección. Correa prometió que si ganaba los comicios no reformaría la Constitución para presentarse a otro mandato. En Ecuador, muchos dudan de sus palabras y lo imaginan muy cómodo sentado varios años más en el sillón de Carondelet.