Sahel
Se cumple un año desde el golpe de Estado en Níger: esto es lo que ha ocurrido desde entonces
Nuevas alianzas con Rusia, Irán y Turquía se barajan con un aumento de la inseguridad en el país como consecuencia de los ataques terroristas
Hoy se cumple un año desde que un golpe de Estado ocurrido en Níger sacudió el tablero geopolítico del Sahel. La guardia presidencial, en cuestión de unas pocas horas, se alzó en aquella noche agitada contra el presidente elegido por la vía democrática, Mohammed Bazoum, reteniéndolo en el palacio presidencial, y colocó como sustituto en el poder al general Abderramán Tchiani. Los motivos ofrecidos por los militares fueron claros desde un principio: liberar a Níger del yugo que suponían para el desarrollo de la nación africana los métodos neocolonialistas de Francia y continuar la guerra contra el yihadismo armado sin la ayuda gala.
Ha pasado exactamente un año. Mohammed Bazoum sigue preso, mientras su inmunidad jurídica le fue arrebatada tras un proceso que sus abogados calificaron de “arbitrario” en junio de 2024. La junta pretende procesar al exmandatario por alta traición y por atentar contra la seguridad nacional; a sabiendas de que la pena de muerte se sigue manteniendo en Níger, Bazoum podría encarar la pena capital de ser encontrado culpable de los cargos de los que se le acusan. La Unión Europea, Estados Unidos y Francia han procurado en repetidas ocasiones persuadir a los golpistas para que liberen a Bazoum u ofrezcan garantías de su integridad física, sin éxito hasta la fecha. Por el contrario, los militares crearon un nuevo Tribunal del Estado que será el encargado de juzgar al expresidente en un futuro próximo, sin que aún se conozca la fecha exacta.
Los militares cumplieron la primera parte de su promesa en los doce meses posteriores al golpe de Estado. En primer lugar, expulsaron al embajador francés en Níger, Sylvain Itté, tras tensas semanas en las que el diplomático se negó a cumplir con la orden de expulsión y se atrincheró en la embajada francesa en Niamey. Los militares nigerinos rodearon en este tiempo la embajada, en una suerte de asedio que Macron denunció (de una forma un tanto melodramática) como un secuestro. Ocurrieron incidentes variados en este tiempo. Por ejemplo, les fue denegada la entrada a la delegación francesa al embajador de la UE en el país y a la embajadora española en Níger, en un tenso incidente donde los nigerinos registraron en vehículo de los diplomáticos. La marcha de Itté vino además acompañada de la expulsión de las tropas galas del país, después de más de un siglo de presencia ininterrumpida sobre el terreno. Más de 1.400 soldados franceses que colaboraban con los gobiernos anteriores en la lucha antiterrorista siguieron el camino de sus compañeros en las vecinas Mali y Burkina Faso, en lo que se consideró como un duro revés de la política francesa en África Occidental.
Igualmente, finalizaron otras dos misiones extranjeras. La misión de entrenamiento y asesoría iniciada por la Unión Europea en 2012 (EUCAP), y la misión de Estados Unidos establecida en la Base Aérea 201, destinada de la misma manera a la lucha antiterrorista. Mientras que la misión europea concluyó de forma natural como consecuencia a la negativa de la UE a la hora de reconocer el nuevo gobierno, la expulsión de los norteamericanos ocurrió tras un tenso incidente diplomático donde los nigerinos acusaron a Washington de entrometerse en los asuntos internos de Níger, al presionar para evitar que se desarrollaran sendas asociaciones con Rusia y con Irán. Alemania también cortó todos los acuerdos de cooperación sostenidos con Níger en materia de seguridad.
Las relaciones entre Estados Unidos y la junta nigerina, que comenzaron con perspectivas positivas, dieron paso al nuevo socio estrella de la junta de Níger en lo referente a cooperación militar: Rusia. Los estadounidenses no tardaron en denunciar que efectivos rusos se estaban aposentando en la Base Aérea 201, que ellos mismos habían construido, y fue en abril cuando se supo que 100 instructores rusos habían aterrizado en el aeropuerto de Niamey junto con un nuevo sistema de defensa aérea. La misión de dichos instructores pretende proteger al país africano de “amenazas aéreas, incluidos drones y aviones de combate”. Amenazas que se traducen en el uso puntual de drones por parte de los yihadistas, pero que también hacen referencia a la posibilidad permanente (a ojos de las juntas militares del Sahel) de que antes o después ocurra una acción armada por parte de otros Estados de la región y que pretenda restaurar el orden constitucional en los países del Sahel afectados por los golpes de Estado. También se han registrado varias reuniones entre miembros del ministerio de Defensa rusa y la junta militar, tanto en Niamey como en Moscú, lo que hace suponer que la cooperación entre ambas naciones no ha hecho más que comenzar.
Sin embargo, los golpistas nigerinos no han limitado sus opciones al Kremlin. En su búsqueda de nuevos socios, también han acontecido reuniones con dirigentes iraníes en Teherán y con los ministros turcos de Defensa, Exteriores y de Energía en Niamey. Previamente, en enero de 2024, se encontraron en Ankara el ministro de Defensa nigerino, Salifou Mody, y altos cargos turcos. Es importante resaltar, llegados a este punto, que, contrariamente a la opinión popular, la junta nigerina no ha limitado sus opciones de partenariado a Rusia; más allá de Turquía e Irán, incluso se mantiene la misión italiana (MISIN) pese a la retirada de otras naciones europeas en el área de cooperación militar.
Los cambios propiciados en Níger van más allá del plano bélico. En los últimos meses, la junta militar ha decidido revocar las licencias de extracción de uranio a un número de compañías occidentales, en su interés a la hora de buscar alternativas en su sector económico. La compañía francesa Orano vio revocada su licencia para la extracción en la mina de Imouraren, mientras que la empresa canadiense GoviEx sufrió una suerte idéntica en lo referente a la mina de Madawela. Aunque Francia apenas extraía un 5% de su uranio de Níger, este nuevo revés no deja de ser otra derrota que deben apuntarse en París. A cambio, el medio de comunicación francés Africa Intelligence hizo público en abril un nuevo acuerdo entre Teherán y el gobierno nigerino, en donde se permitirá a los iraníes extraer 300 toneladas de uranio refinado de la mina de Arlit por un precio cerrado de 56 millones de dólares. El acuerdo incluiría, según la misma fuente, la entrega de material militar iraní (drones y sistemas de defensa aérea).
El acuerdo con Irán fija el precio de venta del uranio nigerino en los 186.6 dólares el kilo. Esto permitirá a la junta liberarse de las fluctuaciones del mercado y ofrece resultados optimistas para la economía del país: en el momento en que se escribió este artículo, el precio del uranio era de 182 dólares el kilo, lo que significa que el Estado nigerino gana hoy más dinero por su uranio en Arlit de lo que ganaría al venderlo directamente en el mercado. El incremento que lleva experimentando el precio del uranio en el último año podría suponer que los nigerinos acaben perdiendo dinero, es una opción, aunque esto no es más que una elucubración y la estrategia de la junta parece adecuada. La siguiente pregunta natural a esta cuestión es quién se embolsará este jugoso beneficio: si el pueblo o los de siempre. Pero aún es pronto para determinar una respuesta.
Es evidente que la junta militar nigerina está cumpliendo con las expectativas depositadas en ellos en lo referente a sustituir la influencia francesa (y Occidental) a cambio de nuevas asociaciones con terceras naciones. Donde no están consiguiendo los avances prometidos es en la lucha antiterrorista. A falta de estadísticas recientes, es evidente, si se lleva un registro sincero de los ataques en los últimos tres años, que las acciones ejecutadas por el yihadismo armado (ya sea por medio del JNIM, filial de Al Qaeda en la región; o a través del EIGS, rama del Estado Islámico en la zona) se han multiplicado desde que la junta militar accedió al poder.
Sin ir más lejos, el 21 de este mes tuvo lugar el ataque más mortífero en la Historia de Níger, cuando un convoy militar fue emboscado por centenares de terroristas fuertemente armados. Según especifican las primeras informaciones, todos los soldados, que se calcula que eran alrededor de 240, habrían muerto en este ataque ocurrido cerca de la frontera maliense. Otros 25 gendarmes fueron asesinados el 22 de julio, otros 34 soldados fallecieron el 20 de julio… suma y sigue en un cúmulo de ataques ocurridos generalmente al suroeste y al noreste de la capital nigerina.
Voces simpatizantes de la junta militar aseguran que el incremento de los ataques se debería a que Mohamed Bazoum y sus antecesores sostenían una suerte de acuerdo con los yihadistas, similar al que tenía Blaise Campaoré en Burkina Faso, hasta su destitución en 2014. Momento en que empezaron los ataques en Burkina Faso. Dicho acuerdo habría consistido en ofrecer refugio a los yihadistas en Níger, a cambio de que éstos restringiesen los ataques en su territorio. Depuesto Bazoum, el acuerdo entre ambos lados habría concluido y ello explicaría el aumento en los ataques.
Aunque esta posibilidad es factible, ya que han ocurrido situaciones similares en otras naciones de la región, el resultado es invariable: desde que la junta militar accedió al poder en Níger, hay más ataques y más muertos entre las fuerzas de seguridad y la población civil. Mientras que han sabido cumplir con las expectativas respecto a la nueva “independencia” del país, no están siendo capaces de frenar la amenaza terrorista, que se multiplica a diario.
Otra explicación razonable a la hora de comprender el aumento de los ataques terroristas sería que, mientras que un número aproximado de 2.500 tropas (entre franceses y estadounidenses) han abandonado Níger en el último año, éstas solo han sido sustituidas por los 100 instructores rusos mencionados previamente. Considerando que el ejército nigerino está compuesto apenas por 10.000 efectivos y que la geografía del país triplica el tamaño de Marruecos, es de suponer que las fuerzas de seguridad nigerinas se habrían visto incapaces de cubrir la totalidad del territorio con los precarios medios de los que disponen.
Una segunda amenaza que afecta a la seguridad nigerina viene de la mano de los grupos rebeldes (no yihadistas) que han cobrado protagonismo y que reniegan de la autoridad de los líderes golpistas. Uno de ellos sería el Consejo de Resistencia por la República (CRR), formado poco después del golpe como reacción de ciertos sectores de la comunidad tuareg que no comulgan con los militares. Se le atribuyen vínculos con el movimiento independentista de Azawad (Mali). Otro, nacido en 2023 como una escisión del grupo conocido como la Unión de las Fuerzas Patrióticas por la Refundación de la República (UFPRR), lleva el nombre de Frente Patriótico de Liberación (FPL) y está dirigido por el histórico líder rebelde, Mahamadou Sallah.
El FPL ha liderado en las últimas semanas varios ataques contra el oleoducto que transporta el petróleo nigerino a la costa de Benín, aunque cabe a resaltar que Sallah ya realizó acciones subversivas durante los años previos al golpe de Estado y contra distintos gobiernos (incluyendo el de Bazoum), demostrando que sus movimientos siguen su propio interés, antes que la salud democrática de Níger. Diferentes enfrentamientos de hombres armados contra militares nigerinos en los últimos meses, sin que la autoría de estos ataques haya sido reclamada por los grupos yihadistas, hace que las sospechas recaigan nuevamente sobre estos grupos armados que pretenden desestabilizar el país y derrocar a Abderramán Tchiani.
Tampoco debe olvidarse que las relaciones entre las naciones afectadas por los golpes de Estado (Níger, Mali y Burkina Faso) y el resto de los países integrados en la Comunidad Económica de Estados de África Occidental han dado un brusco giro en el último año. En septiembre de 2023, menos de dos meses después del golpe, las juntas militares de los tres países anunciaron la creación de la Alianza de Estados del Sahel para darse apoyo mutuo en materia de seguridad y economía; en enero de 2024, anunciaron su retirada de la CEDEAO y oficializaron la formación de un nuevo bloque guiado por una visión panafricanista innovadora y estrechamente vinculada a los términos militaristas que la sustentan. Aunque la amenaza de una intervención armada en Níger se esfumó semanas después del golpe de Estado, cuando los países integrantes de la CEDEAO no consiguieron ponerse de acuerdo en este punto, la junta teme todavía que suceda semejante desenlace en un futuro… con la colaboración europea.
Las relaciones entre Níger y Benín también se han deteriorado. En los últimos meses se ha sucedido una crisis relacionada con el oleoducto que transporta el petróleo nigerino hasta la costa beninesa, relacionado con la negativa de los nigerinos a la hora de reabrir la frontera con Benín (que lleva cerrada desde julio de 2023) y con el cierre del oleoducto por parte de los benineses. Tienes más información sobre dicha crisis en este link, pero es destacable que los ataques del FPL al oleoducto han ocurrido en el mismo marco temporal que la crisis con Benín.
En resumen, el primer año acontecido desde el golpe militar en Níger ha traído resultados diversos, algunos de los cuales no tienen cabida en este artículo por cuestiones de espacio. La derrota al neocolonialismo francés es innegable; el avance del terrorismo y el auge de los grupos armados también lo es. Y si la influencia rusa ha aumentado con respecto a los anteriores gobiernos, ésta no es exclusiva, ni ha significado de forma necesaria la retirada total de las fuerzas europeas mientras los italianos continúen en la Base Aérea 101. La junta de Níger, conocida como el Consejo Nacional para la Salvaguarda de la Patria (CNSP), procura hoy mantener el apoyo de la opinión pública, que de momento le es favorable, manteniendo sus ataques contra la influencia francesa a la par que hace frente, en la medida de sus capacidades, a los ataques yihadistas que merman a diario la seguridad del territorio.
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