Sahel

Mali, Burkina Faso y Níger firman una alianza para hacer frente a una posible intervención armada

Los golpistas del Sahel pretenden crear un frente común que garantice su continuidad en los puestos de poder

África.- Malí, Níger y Burkina Faso crean la Alianza de Estados del Sahel
Malí, Níger y Burkina Faso crean la Alianza de Estados del SahelEuropa Press

Los líderes de las juntas militares que gobiernan Mali, Burkina Faso y Níger firmaron este sábado un tratado mediante el cual se formará la Alianza de Estados del Sahel (AES), cuya función principal consiste en la colaboración militar. Fue el coronel Assimi Goita, de Mali, quien anunció en su cuenta de Twitter haber firmado “con los Jefes de Estado de Burkina Faso y de Níger el Tratado Liptako-Gourma, estableciendo la Alianza de Estados del Sahel, con el objetivo de establecer una arquitectura colectiva de defensa y de asistencia mutua para el beneficio de nuestros ciudadanos”.

La alianza recuerda en cierta medida a la cooperación entre Estados conocida como G-5 Sahel (compuesta por Mali, Níger, Chad, Mauritania y Burkina Faso), favorecida por la Unión Europea en 2014 con el objetivo de aunar fuerzas para combatir al yihadismo en la región. El G-5 Sahel comenzó su declive después de que Mali anunciase su salida en mayo de 2022; un declive continuado tras los sucesivos golpes de Estado que han sacudido al Sahel en los últimos dos años y que han alejado a los miembros de Europa, mientras el partenariado militar con Rusia es la nueva moda. La AES supone una última puñalada al G-5 Sahel, que difícilmente se repondrá del espaldarazo de tres Estados miembros y que se duda si tendrá una utilidad clara a partir de ahora.

Una herramienta útil contra los tuareg

Diversos medios de comunicación se han hecho eco de que el nuevo tratado se trata de un acuerdo de cooperación con el fin de hacer frente a una posible agresión militar por parte de la CEDEAO o incluso de Francia. Una posibilidad cada vez más lejana pero que planea sobre los golpistas de África Occidental desde que la organización regional amenazara con una intervención armada este mes de agosto. Sin embargo, esta alianza, firmada en Bamako (Mali), ofrece una gama de consecuencias mayores a las de una mera posibilidad. Se lee en el apartado artículo número 5:

“Las partes contratantes también trabajarán para prevenir, gestionar y resolver cualquier rebelión armada u otra amenaza que afecte la integridad territorial y la soberanía de cada uno de los Estados miembros de la Alianza, favoreciendo la paz y la diplomacia y, en su caso, el uso de la fuerza para hacer frente a situaciones de perturbación de la paz y de la estabilidad”.

La palabra clave es rebelión. Porque la AES implica que las tres naciones se apoyarán, no sólo en el caso de una intervención de la CEDEAO en Níger y para colaborar en la guerra contra el terrorismo: también resulta como un útil comodín para Mali en su nueva guerra contra los separatistas de Azawad. No es casualidad que el tratado se haya firmado en Mali, igual que no es casualidad que hace apenas un mes que las Fuerzas Armadas Malienses iniciaron una ofensiva en el norte del país para procurar decapitar la quimera del nacionalismo de Azawad. Ya se han registrado bombardeos en objetivos tuareg, igual que choques terrestres entre las FAMA y elementos integrados en la Cooperación de Movimientos de Azawad. Assimi Goita se ha embarcado en una nueva aventura bélica donde la ayuda de Níger y Burkina Faso podría definirse como decisiva.

En lo que respecta a la lucha antiterrorista, la nueva alianza tiene como objetivo centrarse en el territorio conocido como “Las Tres Fronteras”, un avispero yihadista donde convergen media docena de grupos armados y que abarca las zonas fronterizas de las tres naciones firmantes del tratado. Se genera así una suerte de rectángulo imaginario que abarca desde Tombuctú hasta Kidal por el norte, desde Kidal hasta la frontera sur de Níger por el este y desde Tombuctú hasta la frontera sur de Burkina Faso por el oeste. Dentro del campo de operaciones se encuentran las capitales de Burkina Faso (Uagadugú) y de Níger (Niamey), así y como las importantes ciudades de Gao, Dori y Dey Keyna. En este aspecto es donde se encuentran mayores similitudes respecto al G-5 Sahel.

Los militares parecen haber matado así tres pájaros de un tiro, garantizándose la mutua protección en el caso de rebeliones internas, incluyendo posibles nuevos golpes de Estado que les desplacen del poder; pactando una nueva alianza en la lucha contra el yihadismo; y mostrando al mundo su unidad frente a una posible intervención militar de la CEDEAO. Así lo especifica en su artículo número 6: “Cualquier ataque a la soberanía e integridad de una o más partes será considerado como una agresión contra las otras partes y generará un deber de asistencia y socorro”.

Un tratado vacío

Pero no es oro todo lo que reluce. Los golpistas del Sahel, que en ocasiones pecan de charlatanería, muestran con su nueva alianza una imagen de fuerza y unión que engatuse a sus ciudadanos, pero que no deja de verse como una muestra de su debilidad desde el exterior. Tras expulsar a Naciones Unidas y a Francia de sus respectivas naciones, los golpistas se han quedado solos. Su único aliado en el ámbito militar son Rusia y los mercenarios del Grupo Wagner, cuyos resultados en el terreno han supuesto por el momento un incremento de los ataques terroristas, una expansión de los grupos yihadistas en la zona y el aumento de la violencia contra la población civil por parte de las fuerzas de seguridad de Mali y de Burkina Faso. Su única esperanza son las donaciones de terceros países como China, que recientemente entregó vehículos de transporte militar, o Alemania, que esta misma semana hizo entrega a Burkina Faso de equipo militar valorado en 3.051 euros.

Tratándose de tres naciones cuya economía se encuentra ubicada en la cola del mundo, sin apenas presupuesto en defensa y acorraladas por la yihad desde múltiples frentes, la nueva alianza es aire, sopa sin sal. Donde Nigeria cuenta con una fuerza compuesta por 160.000 tropas en activo, el ejército de Níger no llega a los 11.000 efectivos. Donde el ranking anual de Global Firepower ubica al ejército francés como el noveno mejor del planeta, Mali, Níger y Burkina Faso se encuentran en el puesto 110, 119 y 121, respectivamente. Y no hace falta recordar que fue en 2012 cuando la rebelión de Azawad alcanzó unas proporciones insostenibles para el ejército maliense, obligando al Gobierno de Bamako a solicitar ayuda urgente a Francia. ¿De dónde sacaría Níger siquiera un pelotón que enviar a Mali cuando tiene que enfrentarse a los yihadistas que pululan por el oeste y el sureste del país?

Resulta revelador que el cuarto golpista de África Occidental, el coronel Mamady Doumbouya (Guinea Conakry), no haya querido unirse a la alianza. Pese a no considerarse la nación guineana como uno de los Estados que conforman el Sahel, sus vínculos con el resto de los dictadores militares habrían esperado aunque fuera una rúbrica simbólica. Mamady Doumbouya ve más lejos que sus coetáneos y lo demostró cuando condenó una posible intervención militar en Níger, pero negó que prestaría asistencia militar llegado el caso.

Los líderes de Burkina Faso, Mali y Níger han creado esta semana una nueva alianza para reforzar su postura heroica y aparentemente panafricana a ojos de sus ciudadanos. A ojos del resto del mundo, y de la Historia que vendrá, sus Estados menguan cada día un poco más bajo la bota yihadista.