Francia
Decepción presidencial
l ¿Puede todavía François Hollande salvar su mandato?
–Lo que nuestros estudios indican es que hay un nivel de satisfacción muy bajo entre los franceses, sólo un 21%. En este mismo periodo, Nicolas Sarkozy no era mucho más popular, pero gozaba de un 28%. Hay que matizar que Hollande tiene una capacidad de repunte porque su imagen personal no está deteriorada como sucedía en el caso de Sarkozy. Hay una decepción política por los compromisos no cumplidos, pero no una crítica virulenta de su persona. A Hollande le siguen viendo como alguien simpático y honesto. Su dificultad es la de no ser capaz de proponer un rumbo identificable y obtener resultados. Salvará su Gobierno si aporta resultados y, como ha prometido, logra invertir la curva del paro este año.
l ¿Es ése su mayor reto para los próximos meses? ¿Qué esperan los franceses de Hollande?
–Es, sin duda, el empleo una de las cuestiones esenciales sobre la que le van a juzgar. Sus compatriotas también esperan respuestas en cuanto al poder adquisitivo que cada día se degrada. Su imagen podría deteriorarse o mejorarse en función de los resultados que produzca su política. Si los franceses son severos con François Hollande, también son mayoría los que creen que la oposición, la conservadora UMP, no lo haría mejor si estuviera en el poder. Hay un sentimiento de impotencia hacia los políticos.
l ¿Cuál es el principal problema entre Hollande y sus gobernados?
–Su principal barrera es hacer comprender a los franceses la dirección que quiere tomar. Curiosamente, nuestros sondeados están más o menos de acuerdo con las medidas del Gobierno, hay un apoyo en la opinión, pero no sienten que haya una coherencia en las políticas. El Gobierno da la impresión de que no sabe dónde va. Hay un problema de pedagogía. Las preocupaciones de los franceses se sitúan en el terreno económico y social y no se corresponden con la agenda mediática, más centrada en el matrimonio gay, las manifestaciones...
l ¿Cómo le han afectado las críticas del Partido Socialista, en su propio Gobierno, y la división en la izquierda?
–Está claro que indica que algo no funciona bien. Además de las críticas desde su partido, los desencuentros internos dentro del propio Ejecutivo entre ministros o entre algún ministro y el primer ministro son un problema recurrente. Por otro lado, las críticas más virulentas vienen desde la izquierda de la izquierda y, en concreto, de Jean-Luc Mélenchon, que contribuyen a que una parte de los simpatizantes de izquierdas le retiren su apoyo a François Hollande.
l ¿El llamado «caso Cahuzac» ha supuesto un golpe fatal para Hollande?
–No ha sido algo positivo, pero el presidente ha logrado transmitir la idea de que se trata de un caso personal, limitado al propio Cahuzac, y no un problema generalizado en el Gobierno. Su respuesta ha sido rápida y fuerte, adoptando medidas para la moralización de la vida pública.
l ¿Una remodelación gubernamental, como algunos reclaman ya, serviría para algo?
–Un equipo se reforma cuando se quiere dar un nuevo impulso y cambiar de rumbo o tras un fracaso electoral. Ahora no sería interesante para Hollande. Daría la impresión de estar en una situación de derrota o de admitir que su política no es clara. Además, tampoco es algo que los franceses estén demandando. Quieren acción y resultados, pero no forzosamente cambio de personas.
Director de Estudios del Departamento de Opinión y Estrategias del instituto IFOP
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