Derechos Humanos
«Dormíamos oyendo cómo se asfixiaban hasta morir»
Asad ahorcó a 13.000 opositores sirios, según Amnistía Internacional
«Si ponías la oreja en el suelo, podías oír una especie de borboteo. Esto duraba unos diez minutos. Nosotros dormíamos encima de esas personas, oyendo cómo se asfixiaban hasta morir. Esto era lo normal para mí entonces», relata un ex oficial del Ejército sirio que fue detenido en 2011. Hamid pasó cinco largos años en la prisión de Saydnaya, en el norte de Damasco, sometido a palizas, vejaciones y torturas por los soldados del régimen. Hamid, nombre falso, es uno de los 84 supervivientes y testigos que han narrado a Amnistía Internacional (AI) las pesadillas que se vivieron en esta prisión.
Bajo el título «El matadero humano: Ahorcamientos masivos y exterminio en la prisión siria de Saydnaya», AI documenta a través de testimonios escalofriantes y terribles la vida dentro de esta prisión donde los reos han sido humillados, degradados; donde han enfermado o muerto de hambre y, en última instancia, ahorcados. Muchos de ellos denunciaron que habían sido violados y, en algunos casos, obligados a violar a otros reclusos. Según informa la ONG, entre 2011 y 2015 hasta 13.000 presos habrían muerto en la horca sin juicio previo y, en muchos casos, en ajusticiamientos arbitrarios en el centro penitenciario.
Además de las torturas y las palizas sistemáticas a que eran sometidos, los detenidos permanecían en celdas manchadas con la sangre y el pus de los compañeros, incluso entre cadáveres, ya que los guardias no los recogían hasta la mañana siguiente. «Todos los días había uno o dos muertos en el pabellón. Recuerdo que el guardia nos preguntaba cuántos teníamos. Decía: ‘Sala número uno, ¿cuántos? Sala número dos, ¿cuántos?’, y así sucesivamente [...] En una ocasión llegaron los guardias, sala por sala, y nos pegaron en la cabeza, el pecho y el cuello. Ese día murieron 13 personas en nuestro pabellón», relata Nader, otro ex recluso.
Los ahorcamientos se llevaban a cabo una o dos veces a la semana, normalmente los lunes y los miércoles, de madrugada. A los reclusos cuyo nombre figuraba en la lista se les decía que iban a trasladarlos a una cárcel civil. Pero en realidad se los llevaban a una celda del sótano, donde recibían una paliza. Luego los trasladaban a otro edificio donde eran ahorcados, confesó a AI un ex funcionario de la prisión.
Durante todo este proceso, las víctimas tenían los ojos vendados y no sabían cómo ni cuándo iban a morir. «Los tienen [colgados] allí diez o quince minutos. Algunos no morían porque pesaban poco. En el caso de los jóvenes, su peso los salvaba. Los ayudantes de los funcionarios los bajaban y les rompían el cuello», admitió un ex juez que presenció los ahorcamientos.
Un «tribunal» actúa fuera del marco judicial sirio. Sus sentencias se basan en confesiones falsas obtenidas mediante tortura. Los detenidos no tienen acceso a un abogado. En su mayoría están recluidos en secreto y aislados del mundo exterior. Los condenados no conocen su pena hasta minutos antes de ser ahorcados, según AI, que en un informe previo denunció que desde 2011 habían muerto en las prisiones de Siria más de 17.000 personas debido a las condiciones inhumanas y la tortura, sin sumar los 13.000 ahorcados.
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