Accidente de Germanwings
El capitán que se convirtió en el último héroe
El «piloto ejemplar», Patrick Sondenheimer, era padre de familia y tenía más de 10 años de experiencia
"Por el amor de Dios, abre la puerta. `Abre la maldita puerta!", gritó el capitán Patrick Sondheimer al copiloto Andreas Lubitz durante los últimos instantes del vuelo de Germanwings que acabó estrellado contra los Alpes, según los datos recogidos por una de las cajas negras.
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Una de las vidas que se llevó por delante el copiloto Andreas Lubitz al estrellar deliberadamente el Airbus 320 contra los Alpes franceses es la de su compañero de cabina, el capitán Patrick Sondenheimer. Según el sonido de la caja negra rescatada del avión siniestrado, Sondenheimer salió al servicio, momento en el que Lubitz, de 27 años, aprovechó para encerrarse y apretar el botón de descenso de altitud. Bastaron apenas diez minutos para que Lubitz llevara a cabo su atroz plan en la cabina. Sondenheimer primero pidió entrar de manera pausada, pero después, al ver la negativa de su colega, le llegó a gritar: «Por el amor de Dios, abre la puerta. Abre la maldita puerta». Sondenheimer aporreó la puerta, y según han publicado algunos medios locales, hasta usó un hacha para intentar desbloquearla. Su familia está destrozada. El comandante estaba casado y tenía dos hijos. El hermano de Sondenheimer, Reiner, de unos 50 y con unos profundos ojos azules, sólo puede confirmar que su hermano ha fallecido en el vuelo. Visiblemente afectado por la pérdida, desde su piso a las afueras de Düsseldorf no quiere hablar de cómo murió su hermano ni mucho menos de Lubitz, el copiloto.
Dieter, uno de sus amigos, sí ha querido recordar el buen humor y lo buen hombre que era Sondenheimer: «Tenía una gran experiencia, era uno de los mejores, y siempre era positivo. Era una buena persona». La Prensa germana le describe como el gran héroe del vuelo de Germanwings que partió de Barcelona y debía aterrizar en Düsseldorf. Su hazaña es de los pocos titulares optimistas en medio de tanta tragedia y vidas rotas. El capitán fue quizás el primero en darse cuenta de las intenciones de Lubitz en cuanto le impidió entrar en la cabina y el último en intentar evitar la tragedia con un hacha, a la desesperada. Este padre de familia llevaba en la compañía desde hacía un par de años; lo cierto es que todos sus conocidos mencionan su extensa experiencia y las más de 6.000 horas de vuelo. Sondenheimer, al igual que su copiloto, se preparó en la escuela de aviación de Lufthansa en Bremen, e incluso en la que la compañía aérea alemana tiene en Phoenix (Estados Unidos).
«Aunque Germanwings tampoco tiene muchos pilotos, hay muchos en la Asociación de Pilotos Alemana que conocen a Sondenheimer, pues coincidieron con él en la escuela de Lufthansa», indica a LA RAZÓN Jorg Handwerg portavoz de la Asociación de pilotos alemanes, de la que el piloto fallecido era miembro. «Siempre nos afectan los accidentes aéreos, pero esta vez nos ha tocado muy de cerca, no sólo por ser una compañía alemana, sino porque muchos eran amigos de la tripulación». Handwerg recuerda que Sondenheimer llevaba unos diez años en el gremio. Al preguntarle si se le puede colgar al capitán la medalla de héroe, el portavoz de la asociación de pilotos alemana reconoce que es demasiado pronto para hacerlo. «Me llama mucho la atención la rapidez con la que la Fiscalía francesa da por seguras las hipótesis. Sólo tenemos el contenido de una caja negra y son muchos los interrogantes que quedan por responder. Faltan semanas para que podamos asegurar al cien por cien que Sondenheimer fue un héroe y Lubitz un kamikaze».
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