Muere Fidel Castro
El contrapeso de la UE en la isla
La normalización de las relaciones entre Europa y Cuba no tiene marcha atrás pese al escaso avance en derechos humanos. Rusia, por su parte, aspira a recuperar influencia,
La muerte de Fidel Castro no pasa de ser un acontecimiento dentro de un proceso. La verdadera transición en Cuba comenzó incluso antes de la abdicación de Fidel en su hermano Raúl, producida en 2006. (Es llamativo que dos de las tres dictaduras comunistas más veteranas del planeta –la china, la norcoreana y la cubana– hayan recurrido a formas de monarquía dinástica para perdurar y la tercera a una sucesión oligárquica que recuerda a la república veneciana.) Y otro punto a tener en cuenta es que Raúl Castro controló el Ministerio de Defensa y los servicios de inteligencia desde 1959 hasta 2008, por lo que conoce la situación del país y del régimen al margen de la propaganda.
Por tanto, no es de esperar ningún cambio radical en el país. El círculo del poder cubano, constituido por la familia Castro, la cúpula militar y de inteligencia y la jerarquía del PCC, lleva al menos una década trabajando en su supervivencia. Y sus modelos se encuentran en las direcciones colegiadas de los partidos comunistas de China y Vietnam, así como en su capitalismo de Estado. Detrás de Fidel había un Raúl, pero detrás de Raúl (85 años) no hay nadie. Quizás la muerte del fundador permita a Raúl Castro convertirse en el Deng Xiaoping cubano.
Pero el régimen necesita un dinero (alrededor de 2.250 millones de euros al año de inversiones extranjeras) y una protección que no pueden venir de Asia, por lo que los cubanos han vuelto a cruzar el Atlántico. Con Moscú, La Habana ha intentado reanudar la alianza que mantuvo con la antigua URSS, cuando ésta suministraba maquinaria, armas y técnicos a cambio de carne de cañón para las guerras revolucionarias en África e Hispanoamérica. Un negocio que se demostró ruinoso; hasta el azúcar lo compraba la URSS a Cuba a un precio muy superior al vigente en el mercado internacional. Después de la caída del comunismo, la amputada Rusia se retiró del Caribe. Pero desde el año 2000, después de que el equipo Putin-Medvédev frenase la desintegración de Rusia, Moscú trata de regresar a la isla.
Sin la ayuda del amigo chavista
La caída del precio del petróleo ha provocado que muchos sueños de La Habana se hayan disipado. La pobreza del país es tal que de los casi 100.000 barriles diarios de media que enviaba Hugo Chávez, el castrismo revendía gran parte de ellos para obtener el odiado dólar. Este año, el regalo venezolano se ha reducido en un 40% y Raúl Castro pidió en septiembre a Putin que le sustituyera los envíos perdidos, petición que por ahora Moscú no ha atendido. Las dificultades políticas, económicas y de confianza para reconstruir esa alianza también se manifestan en las negociaciones sobre la base de radioescucha de las comunicaciones de EE UU que ambos países tenían en Lourdes, cerca de La Habana. Este centro se cerró en 2002, y en 2014 se anunció su reapertura, pero hasta ahora no se ha producido.
Al menos Rusia demuestra una política exterior digna de ese nombre, porque la Unión Europea sólo parece interesada en la política del contable: el dinero.
Desde 1996, las relaciones entre la Unión Europea y Cuba se regían por la Postura Común, adoptada a instancias del entonces presidente del Gobierno José María Aznar, y que exigía avances por parte de la dictadura castrista en los derechos humanos de la población para aumentar la colaboración económica. Desde los años de José Luis Rodríguez Zapatero al frente del Gobierno español, esa Postura Común, cuyo eje era Madrid, se ha debilitado y el levantamiento del embargo por Barack Obama la ha desmenuzado. Dentro de unos días, para principios de diciembre, está prevista la firma en Bruselas de un acuerdo de diálogo y cooperación entre la Unión Europea y Cuba, en el que la democratización del régimen y el respeto a las libertades básicas de sus súbditos van a ser sólo una cláusula de adorno.
Según he escuchado a algún empresario español, los castristas les han dicho que quieren usar a los europeos en general y, sobre todo, a los españoles como contrapeso a los estadounidenses que llegarán a medida que se abra la economía de la isla. Es decir, que el dueño del hotel (y de la Policía) siga manteniendo en la mano el cuchillo con el que corta y reparte la tarta.
En este plan de momento sólo ha aparecido un elemento imprevisto: la victoria del nuevo inquilino de la Casa Blanca, Donald Trump. Su comunicado con motivo de la muerte de Fidel Castro induce a pensar que sus relaciones con Cuba a partir de enero, cuando tome posesión de la presidencia de Estados Unidos, van a basarse más en la política que en la economía, en la realidad de los hechos pasados y presentes del castrismo, que en los deseos de armonía futura.
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