El Cairo
El golpe altera las alianzas regionales en torno a Egipto
El golpe de Estado en Egipto no sacude sólo al país, sino a toda la región, donde los Hermanos Musulmanes (HM) tienen una fuerte presencia y muchos amigos, pero también enemigos. Cuando el presidente Mohamed Mursi llegó al poder en 2012, las relaciones de Egipto con los países de la zona cambiaron sustancialmente, basadas más en las simpatías y recelos hacia la Hermandad que en consideraciones estratégicas, económicas o políticas.
Ahora, los acérrimos enemigos de los HM han sido muy rápidos en celebrar el derrocamiento de Mursi y en ofrecer ayuda económica a las nuevas autoridades, para que el descontento popular no acabe también con ellas. Arabia Saudí ha ofrecido a Egipto 4.000 millones de euros, Emiratos Árabes Unidos, 2.500 millones, y Kuwait, 3.000 millones: un total de 9.500 millones de euros, entre préstamos y donaciones, que darán oxígeno a la economía egipcia y un margen de tiempo al nuevo Gobierno transitorio para hacer frente a la desastrosa situación económica. Para las tres monarquías del Golfo, la estabilidad es mucho más importante que la democracia, y la Hermandad representa una amenaza interna para sus regímenes.
Los petrodólares del Golfo representan muchísimo más de lo que Egipto aspira a recibir del FMI (4.800 millones de dólares) y vienen además sin condiciones. Esto ayudará sobre todo a engrosar las reservas de divisas extranjeras, que están en niveles críticos y que son vitales para que el país pueda importar bienes básicos.
Tras el cambio en El Cairo, la incógnita es si Libia, Qatar e Irak cumplirán sus promesas de préstamos y de envío de petróleo y gas que le habían hecho a Mursi pocas semanas antes de su derrocamiento. Turquía, otro importante financiador y amigo de Mursi, está muy molesto con el golpe de Estado. Ankara había ofrecido unos 1.500 millones de euros y buscaba potenciar su presencia en Egipto, aunque competía con este país por el liderazgo regional.
El partido gobernante turco y el brazo político de los Hermanos Musulmanes comparten muchas cosas, incluso el nombre es muy parecido. El poderoso primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, está criticando en términos durísimos lo que ocurrió en Egipto, sobre todo porque él también se está enfrentando a una creciente oposición interna y porque Turquía tiene una larga tradición de golpes de Estado contra gobiernos elegidos democráticamente. Parecido al caso de Turquía, es el caso de Túnez, gobernado por el partido islamista Ennahda, también gemelo de los Hermanos Musulmanes. Acusado de gobernar sin contar con la oposición, al igual que le ocurrió a Mursi, y con el creciente miedo a una islamización del país, el Gobierno tunecino mira con miedo lo que está pasando en Egipto.
En Libia, donde los Hermanos Musulmanes tienen una creciente influencia pero no están gobernando, las autoridades han mantenido una actitud cauta, sobre todo por los intereses estratégicos mutuos: el control de la frontera y las decenas de miles de trabajadores egipcios que trabajan en Libia, y la gran cantidad de productos agrícolas que Egipto vende a los libios.
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