Adiós a Mandela

El Mandela que yo conocí

Diplomáticos y colaboradores del líder esbozan para LA RAZÓN un retrato íntimo del hombre y del político que fue

Los Reyes de España, durante su visita a la celda de Mandela, en Robben Island
Los Reyes de España, durante su visita a la celda de Mandela, en Robben Islandlarazon

Diplomáticos y colaboradores del líder surafricano esbozan para LA RAZÓN un retrato íntimo del hombre y del político que fue

Ángel Nieto

En vida, Nelson Mandela fue dejando, sin buscarlo, una huella imborrable en todas aquellas personas con las que habló, negoció, viajó, discutió y en las que amó. Un sello individual que ahora, tras su muerte, encaja para formar un puzle en tres dimensiones que hará que el líder surafricano permanezca vivo en la mente de todas las generaciones. LA RAZÓN habla con alguno de los que ahora, más que llorar su muerte, elogian su personalidad y recuerdan con ilusión los momentos que compartieron a su lado.

GARY BEDELL

Quién le iba adecir a este ex diplomático canadiense que tendría que agradecerles a las inclemencias meteorológicas su estrecha amistad con el líder del «antiapartheid». Bedell fue la sombra de Mandela durante su primera visita a Canadá después de abandonar la cárcel en 1990. Las más de 12 horas que pasaron juntos en el avión hicieron que el líder surafriacano le eligiera para ser su asesor durante los dos siguientes años en Johannesburgo. «En aquellos años, tras abandonar la prisión, era un hombre con una gran curiosidad, gran conversador y afable. Insistía en saber cuál era la visión que el mundo tenía de su país. Pero estaba nervioso, impaciente e intranquilo porque no sabía cómo comportarse en público ante los primeros ministros y los jefes de Estado. Era lógico, era un completo inexperto», recuerda Bedell, quien esta semana asistirá al funeral de su amigo. En Johannesburgo, Mandela le ofreció su casa y allí, entre el café y las tostadas del desayuno, se fueron conociendo poco a poco. «Tuve acceso directo a él desde que le conocí, es algo que pocos entendían: cómo un hombre blanco podía ser su hombre de confianza. Ejercí de intermediario suyo ante varios líderes en muchas ocasiones, incluso con Margaret Thatcher», explica. Pero este ex diplomático, que ahora reside en Sevilla, también conoció la cara más amarga de Mandela, ese hombre sonriente y cariñoso tenía un fuerte carácter: «Era muy autoritario, pragmático, sorprendía por sus reacciones y salidas de tono. Yo le he visto muy furioso y esto es algo que no todos conocen», apunta. En su vida política pesaron mucho tres aspectos, según Bedell: la muerte de su hijo a causa del sida, el asesinato de su mano derecha y prácticamente un hijo, Chris Hani, y el divorcio de su segunda esposa, Winnie. «Viví la desintegración de su segundo matrimonio. Fue un batacazo que no superó. El tema de las infidelidades de Winnie le hicieron mucho daño», asegura. Sin embargo, Bedell, mantiene una estrecha relación con la segunda esposa de Madiba, con quien se encontrará esta semana para darle el pésame. «Ella es mi contacto con su familia. El resto están más centrados en seguir haciendo negocio con el nombre del patriarca», lamenta.

INOCENCIO ARIAS

En uno de sus viajes a España, el entonces presidente surafricano mantuvo un encuentro con el diplomático español Inocencio Arias en Madrid: «Recuerdo que fue en el Palacio de Viana, sede del Ministerio de Asuntos Exteriores. Percibí su magnetismo y fui testigo de su elegancia y saber estar. Era una persona con encanto», confiesa.

GRACIANO GARCÍA

Cuando Madiba acudió en 1992 a Oviedo para recoger el Premio de Cooperación Internacional en 1992, que le concedió la Fundación Príncipe de Asturias, fue Graciano García, director emérito vitalicio de la Fundación Príncipe de Asturias, quien tuvo «el inmenso honor de conocerle y conversar con él». «Guardo momentos imborrables de aquellos días. Humanamente, Mandela me pareció, como todos los grandes hombres, una persona cálida, sencilla y humilde, que en sus paseos matutinos por Oviedo demostró al conversar con la gente que se acercaba a él y a los que expresaba lo feliz que se encontraba entre nosotros al recibir un premio que nunca pidió», evoca García.

MARÍA TERESA CASTILLO

El primer contacto de esta periodista de la agencia Efe, que trabajó en la delegación de Suráfrica entre los años 1991-1998, con Mandela fue en la casa del presidente. «Fui a entrevistarle por su libro ''El largo camino hacia la libertad'' y descubrí a un hombre que huía de cualquier tipo de ostentación. Era sencillo y trataba a todo el mundo igual, le daba lo mismo que fueras la mujer de un jefe de Estado que una criada», recuerda con nostalgia.