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Corbyn da un giro radical y rompe con la tercera vía
El izquierdista se convierte en el nuevo líder de los laboristas al conseguir el 60 por ciento de los votos en las primarias. Su elección sume al viejo partido en una crisis de identidad que comenzó ayer con las primeras bajas en sus filas
El izquierdista se convierte en el nuevo líder de los laboristas al conseguir el 60 por ciento de los votos en las primarias. Su elección sume al viejo partido en una crisis de identidad que comenzó ayer con las primeras bajas en sus filas
Jeremy Corbyn –enemigo de la austeridad, admirador de Hugo Chávez, defensor de la nacionalización del gas y electricidad y activista pro-palestino–, se convirtió ayer en el nuevo líder del Partido Laborista británico. La formación da por tanto un giro a la izquierda más radical tras la estrepitosa derrota cosechada en las urnas en las pasadas elecciones de mayo que obligaron a dimitir a Ed Miliband. Bautizado como el «Pablo Iglesias británico», Corbyn fue elegido en una impresionante victoria en primera ronda en la que se hizo con el 59,5% de los votos, un porcentaje mucho más alto del que Tony Blair consiguió en 1994. Pero la cifra, en esta ocasión, no se traduce en un apoyo incondicional de sus filas. Nada más lejos de la realidad. La elección del activista ha sumido a la formación en una profunda crisis. Y prueba de ello fue la decisión tomada por el responsable de Sanidad, Jamie Reed, quien renunció a su cargo cuando el protagonista aún no había finalizado su primer discurso. La Prensa ya ha vaticinado que no será la única dimisión.
Y es que, al fin y al cabo, Corbyn nunca ha contado con la confianza de los suyos. El laborista tiene 66 años y lleva 32 como diputado del acomodado distrito londinense de Islington. Pero durante su veterana carrera nunca ha ocupado un puesto ministerial. Su candidatura se coló a última hora en la lista. Necesitaba 35 nominaciones para conseguir presentarse y las logró tan sólo dos minutos antes de que se cerrara el plazo. Entre los que apoyaron entonces su papeleta estaban sus propios rivales: el portavoz de Sanidad, Andy Burnham, la responsable de Interior en la oposición, Yvette Cooper, y la protegida de Blair, Liz Kendall. Todos pensaron que era un gesto simbólico para apaciguar a la izquierda del partido. Sin embargo, en tan sólo cuestión de cien días –que es lo que ha durado la campaña– Corbyn rompió con todo tipo de pronósticos. Su elección no habría sido posible sin el apoyo de los jóvenes –a los que les ha prometido universidad gratuita– y las nuevas reglas de votación aprobadas por el partido. Para que el proceso fuera más democrático, aparte de los sindicatos y los diputados, todos aquellos que se registraran pagando 3 libras (4,20 euros) tenían también derecho a voto. Y han sido estos nuevos «afiliados» los que han dado el liderazgo a un hombre cuyos detractores aseguran que dejará al laborismo sin posibilidades reales de volver al poder al convertirlo en un «movimiento protesta».
Antes de unirse a la manifestación de apoyo a los refugiados sirios, Corbyn prometió ayer durante su primer discurso tomar medidas contra la «grotesca desigualdad» económica que vive el país y recalcó una y otra vez la importancia de mantener a la formación unida. «El partido ha cambiado mucho estos tres meses», dijo. «Ha crecido enormemente con gente que reclama un Reino Unido más justo. Doy a los nuevos miembros la bienvenida a nuestro partido, a nuestro movimiento. Y a los que regresan al partido, les doy la bienvenida de vuelta a casa. No supimos comprender las visiones de mucha gente joven a la que tachamos de generación apolítica. No lo era, era un generación muy política pero defraudada por cómo se viene haciendo la política», dijo.
Un amplio grupo de altos cargos del gabinete en la oposición ya ha acordado colectivamente negarse a servirle. Aceptan el resultado democrático y darán al activista el tiempo y el espacio necesario para exponer su propia agenda. Pero tras unos meses, se retirarán, ya que no se sienten obligados a decir que Corbyn tiene posibilidades creíbles de convertirse en primer ministro del Reino Unido. Tony Travers, catedrático de política de la London School of Economics, recalcó que «hay poco riesgo de cisma», pues los laboristas saben que, por el particular sistema electoral del Reino Unido, mayoritario uninominal, una separación «equivale a la aniquilación en las urnas».
Travers advirtió de que el nuevo líder «debe formar un equipo representativo de todas las sensibilidades para evitar críticas de los ‘‘tories’’ de David Cameron de que representa un movimiento de extrema izquierda». Sin duda, se mirará con lupa la persona que elija para la materia económica, ya que su programa antiausteridad se ha convertido en el gran protagonista de su campaña.
Bautizado como «Corbynomics» aboga, entre otras cosas, por la renacionalización de algunos servicios. El primer examen para tomarle el pulso al partido será la próxima semana, cuando Corbyn necesitará el apoyo de su grupo parlamentario para oponerse al proyecto de ley conservador de restricción del derecho a huelga, así como en el caso de votarse una operación militar en Siria, lo que el nuevo líder rechaza.
El perfil
El candidato indignado que siempre dice «no»
Sus padres pacifistas se conocieron durante una reunión en Londres de apoyo al bando republicano en la Guerra Civil española. No acabó sus estudios universitarios. Es diputado por el distrito londinense de Islington North desde hace 32 años, pero no tiene experiencia en el Gobierno, ya que ni Tony Blair ni Gordon Brown confiaron en su discurso radical. De hecho, ha sido el diputado que más veces se ha rebelado contra las directrices del partido: en más de 500 ocasiones desde 2001. Las más destacada, su rechazo a la invasión de Irak. Forma parte de numerosas organizaciones de activismo político, entre ellas Amnistía Internacional, la Campaña de Solidaridad con Palestina, la Coalición Parad la Guerra y la Campaña por el Desarme Nuclear (CND, en inglés), de la que es vicepresidente. Aficionado a la bicicleta, vegetariano y abstemio, es además el parlamentario que menos dietas reclama en la Cámara de los Comunes.
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