Política

Adiós a Mandela

El surafricano paciente

Un mito de los festivales musicales

Bono, cantante de U2, abraza al presidente surafricano durante un concierto benéfico celebrado en Cape Town en 2003
Bono, cantante de U2, abraza al presidente surafricano durante un concierto benéfico celebrado en Cape Town en 2003larazon

Fue en la década de los ochenta del siglo pasado cuando la figura de Nelson Mandela ascendió a la categoría de símbolo. Contra lo que se cree, esa década no fue únicamente la década de la frivolidad más que de una manera aparente. Estremece pensar que haya quien pueda juzgar esa época por sus exponentes más comerciales, como Michael Jackson, Cindy Lauper o Madonna, sin saber que gran parte del público más inquieto de esos años los aborrecía.

Entre esos inquietos se hallaban las bandas inglesas de músicos interesados en la música jamaicana. Muchos de ellos provenían de Birmingham o Coventry, ciudades donde la emigración desde esas islas había sido muy destacada en los años anteriores. The Specials, The Selecter, The Beat, Madness o The Bodysnatchers fueron algunos de los nombres, entre muchos, de los grupos que empezaron a trabajar con esos ritmos al lado de músicos de color de la emigración. Jerry Dammers, un pianista blanco de dentadura terrorífica, fundó la compañía discográfica Two Tone en 1978 –un año después de la revuelta punk– y se dedicó a distribuir todos los trabajos que podía de ese género.

La música popular había vivido su punto álgido en los sesenta y setenta como instrumento para la difusión de himnos de protesta, pero eso no significa que en los ochenta se bajara el pistón. Ya se sabía que la revolución no iba a ser televisada pero, con más paciencia y menos utopía, se consiguió que cayera el muro y que la mirada pública se volviera de una manera doméstica y cierta –por fin de una manera más social que ideológica– hacia los problemas del continente africano. Puesto que la revolución no iba a estar en las pantallas catódicas, no era mala idea llenarlas con videoclips que deslizaran contenidos innovadores de cambio y reivindicaciones urgentes.

Eso debieron pensar en 1983 The Specials, grupo de la escudería Two Tone en el que tocaba el propio Jerry Dammers. Ya habían tenido un pequeño éxito europeo con «Message to you Rudy» cuando facturaron un videoclip inolvidable con la canción «Free Nelson Mandela». La transfusión de ritmos en la que se habían adentrado también había servido para que, por ese canal, se les adhirieran las principales preocupaciones sociales del mundo de la emigración.

Mandela era una figura ya conocida, pero en ningún modo el símbolo mundial de libertad e igualdad hacia el que lo encarriló el eficaz estribillo del tema. Y, una vez más, la música popular fue el mejor instrumento para conseguir esa difusión a través de una simple canción. Buscándola en YouTube todavía emociona: con sus coros de voces negras, su enérgica y evocadora sección de viento y su irresistible ritmo bailable. Fue un pequeño «hit» y contribuyó definitivamente a la propagación de la leyenda del surafricano resistente. The Specials y el resto de los grupos de Two Tone siguieron su camino. Conocieron escisiones interesantes como The Fun Boy Trhee, y Jerry Dammers siguió siendo, con su clara línea de interés hacia las músicas de origen africano, el director ejecutivo de la discográfica hasta su cierre en 1986.

La categoría de símbolo mundial que adquiriría Mandela en los años siguientes, su importancia política, los turbios y oscuros asuntos de su esposa y su situación institucional dejarían en la sombra esa interesante labor de difusión de aquellos grupos de las «midlands» inglesas en las grisáceas tardes del norte londinense durante los primeros años de los ochenta.

Todo mito o símbolo viviente lleva en su interior una narración que nos dice algo, de una manera genérica, sobre los seres humanos y sus anhelos. Pero al final, la narración más interesante y cierta resulta que termina siempre siendo la de la propia formación del mito.