África
Elecciones en Gabón y en Zimbabue para perpetuar los autoritarismos
La policía marroquí contribuyó al desenlace electoral en Gabón rechazando a los gaboneses que procuraban presenciar el conteo de votos en la embajada en Rabat
El rey de Marruecos veranea en Gabón. Mohamed VI incluso tiene una bonita mansión en la península de Pointe-Denis, cerca de la capital Libreville. El presidente de Gabón es desde 2009 Ali Bongo, hijo del que fuera presidente entre 1967 y 2009. Este sábado hubo elecciones en Gabón, votándose en un mismo día al presidente, al Congreso y a los cargos locales. ¿Y qué tienen que ver el rey de Marruecos, un dictador gabonés y las elecciones de falsete que se celebraron el sábado 26?
Dios los crea, ellos se juntan y el viento los amontona: la relación entre Bongo y Mohamed VI se hizo patente durante la jornada electoral del sábado, momento en que una turba se enfrentó a la policía marroquí en la embajada gabonesa de Rabat. Parece ser que a los gaboneses con residencia en Marruecos no se les permitió estar presentes durante el recuento de votos en la embajada, algo sospechoso, más aún si se tiene en cuenta el historial autoritario de su jefe de Estado, y cuando pugnaron por entrar en el edificio fueron violentamente rechazados por la policía local. Pero fue inútil resistirse. Los marroquíes repartían porrazos a diestro y siniestro y el curso de la (no) democracia gabonesa prosiguió su cauce.
No es esta la única irregularidad observada en las elecciones de Gabón, comicios en los que la prensa extranjera tuvo prohibida la entrada al país. La emisión de las cadenas francesas France24 y RFI también fue suspendida de manera temporal, gesto que provocó la “incomprensión” de sus directivos. El acceso a Internet fue restringido en todo el país y se instauró el toque de queda.
Aunque los resultados tardarán varios días en publicarse, existen entre un cero y un cero por ciento de posibilidades de que el ganador no sea el presidente Ali Bongo, hijo del presidente Omar Bongo. Pese a que los comicios en Gabón apenas sirven como recordatorio de su precaria situación democrática, como una denuncia que caerá en un saco roto desde hace décadas (podría decirse que ya ni siquiera hay saco), los últimos acontecimientos en Níger a raíz del golpe de Estado liderado por los militares también podrían vincularse. En este caso, Francia serviría como nexo. Abundantes conversaciones sostenidas por este periodista con ciudadanos de Níger, pero también de Mali y de Burkina Faso a lo largo de los meses, revelan una indignación ante la doble postura de París frente a los gobiernos autoritarios en África.
Opinan, y siguiendo un juego de la lógica se diría que no andan del todo desencaminados, que tampoco deja de considerarse irónico que Emmanuel Macron se reúna en marzo de 2023 con Bongo, y otra vez en el mes de junio, y que condene sin embargo la deriva autoritaria en Níger. Que ciertos autoritarismos sean admisibles y que otros no. Parte del sentimiento antifrancés que tanto da que hablar en los últimos meses trata de este doble rasero moral. Y los vínculos comerciales entre Francia y Gabón se remontan a la década de 1960, cuando esta nación africana era la única fuente de uranio de la que disponían los franceses, mientras que el ascenso al poder de Bongo (padre) solidificó las relaciones entre ambos países y permitió el asentamiento de un creciente número de empresas, entre las que se incluiría la petrolera Elf Aquitaine. Llegados a este punto, se entiende la “incomprensión” de las cadenas francesas ante la suspensión de sus emisiones durante la jornada electoral.
Entender África en su conjunto, o los gestos de sus habitantes, implica sacar la mirada del Sahel y adaptarla a la totalidad del continente. Gabón entraría en esta acción de comprensión tan necesaria.
Mnangagwa prosigue el camino de su predecesor
El pasado miércoles también se celebraron las elecciones presidenciales en Zimbabue, cuyos resultados fueron publicados en la mañana del domingo. Contra todo pronóstico, y después de haber alcanzado en 2022 una inflación anual de un 243%, Emmerson Mnangagwa fue reelegido como presidente del país con un 56% de los votos a su favor. Mnangagwa inició su andadura en el gobierno en 2017, año en orquestó un golpe de Estado contra Robert Mugabe, dictador en el país entre 1987 y 2007. Lo irónico sería que tanto Mnangagwa como Mugabe pertenecían al mismo partido en el momento del golpe, el Zanu-PF.
Mnangagwa se ha asegurado la victoria electoral mediante una serie de métodos infalibles: el 14 de enero de 2023 ordenó el arresto de 25 miembros de la oposición; ha liderado una campaña de arrestos contra periodistas opuestos a su gobierno (al estilo de su antecesor); y Joanah Mamombe, Netsai Marova y Cecillia Chimbiri, tres mujeres de la oposición, fueron detenidas por las fuerzas de seguridad en mayo de 2020, violadas y luego abandonadas en una cuneta sin que nadie admitiera su responsabilidad ante lo sucedido. Estas tácticas de una sutileza cuestionable han permitido que el partido de Mnangagwa y de su predecesor Mugabe se mantenga en el poder desde hace más de cuarenta años.
Igual que lo sucedido con Gabón, las elecciones en Zimbabue apenas sirven como un recordatorio de que la democracia en el país es inexistente. Una diferencia destacable entre una nación y otra sería, sin embargo, que mientras Gabón sostiene unas relaciones excelentes con Francia, Zimbabue ha aproximado su postura de forma paulatina a Rusia y China como respuesta a los paquetes de sanciones que lleva recibiendo de Estados Unidos y de la Unión Europea desde hace dos décadas. De hecho, Zimbabue fue de los pocos países que votó en Naciones Unidas a favor de la anexión rusa de Crimea en 2014, mientras se abstuvo a la hora de condenar la invasión de Ucrania.
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