Nigeria
Elecciones en Nigeria: "Voto a Tinubu porque le amo"
El último mitin del APC en Lagos se convierte en una fiesta pletórica donde lo de menos es el candidato
Lagos es una fiesta. El estruendo es hoy excesivo en la carretera que lleva al Estadio Nacional de fútbol. Por aquí aparece un camión a rebosar de personas, pintado de amarillo y con los rostros de los candidatos del APC (All Progressives Congress) serigrafiados en los laterales. Avanza a trancas y barrancas por esta ciudad de casi 20 millones de habitantes y donde la lentitud del tráfico, una lentitud que desesperaría a un ermitaño veterano, contrasta alegremente con la música rápida y feroz que mana de los altavoces. Los seguidores del candidato Bola Tinubu bailan en el camión, descienden unos segundos y bailan en la calle, en la acera, suben de nuevo, soplan las bocinas: “¡Sube con nosotros y baila, sube aquí arriba, baila, baila!”. Lo chillan con entusiasmo a quienes se quedan mirándoles. Un anciano vestido con ropas tradicionales da un pasito hacia adelante, otro hacia atrás, poniendo mucho cuidado en mantener el ritmo sin perder el equilibrio.
A ras de suelo, cientos de ciudadanos caminan hacia el Estadio Nacional (ellos también bailan, tocan las bocinas, animan a la gente a unirse), donde el APC dará hoy su último mitin de la campaña presidencial de Nigeria, antes de la esperada jornada electoral que tendrá lugar el 25 de febrero.
Esperanza renovada
Los alrededores del estadio son una continuación de este bullicio. Miles de seguidores del APC se escurren y apelotonan como torrenteras que buscan la manera de cruzar los controles policiales de la entrada. Se escuchan los gritos de las discusiones entre los civiles y las fuerzas de seguridad, parloteos excitados, un entrechocar de cuerpos sudorosos. De pronto, retumba un estampido, y alguien entre la multitud grita: “¡Gas!”. Una nube se eleva sobre los cuerpos que empiezan a toser y a retroceder. Pero quede claro que la policía disparando gas lacrimógeno no significa que la fiesta haya terminado, sino lo contrario: este es un petardazo de salida que indica que la fiesta ha empezado de forma oficial. La multitud se reagrupa y vuelve a la carga.
Un seguidor del APC vestido con una camiseta y gorra naranjas donde puede leerse la frase: esperanza renovada, grita para hacerse oír que “no sé por qué apoyo a Tinubu, sólo sé que le amo, le amo porque sí, porque le amo, y no me hace falta nada más”. No necesita otra razón para votar este sábado. Le basta con amar al que fue gobernador de Lagos durante dos mandatos, al político más querido de la ciudad gracias a que consiguió “multiplicar por diez los ingresos de Lagos”, según otro de sus seguidores, y a que “solucionó el problema de seguridad” que llevaba arrastrando la región hasta que Tinubu sostuvo el poder entre 1999 y 2007. Esto lo opina también Yusuf, un individuo que ha venido desde uno de los Estados del norte para apoyar al candidato del APC.
“Antes, en Lagos podían asesinar a treinta o cuarenta personas diarias”, chilla Yusuf por encima del ruido, haciéndose a un lado para esquivar los cuerpos que arroja la policía de forma intermitente, “mientras que ahora no matan a más de dos o tres al día”. Y Yusuf quiere que Tinubu gobierne toda Nigeria, para acabar de igual manera con la inseguridad de los Estados norteños contaminados por el yihadismo.
¿Medidas de seguridad?
Huele a porro. Varios seguidores del APC fuman bajo la sombra de un árbol y a media docena de metros de la policía, que no hace el amago de detenerles. “Esto es Lagos”, dice uno de ellos dando una calada, y esa es su única explicación sobre la impasividad de las fuerzas de seguridad.
La policía empuja, amenaza, insulta, uno de los agentes saca un taser y se lía a apretar descargas a cuantos intentan entrar en el estadio, que se supone abarrotado. Algunos de los civiles se enfadan con los policías y les increpan, un hombre en una silla de ruedas grita fuera de sí que “Nigeria es un país de mierda, todo aquí está jodido". Jura que ha venido al mitin "para hacerle un favor a un amigo” y sigue aullando cosas del estilo a los periodistas hasta que un miembro del APC se percata de él y pide discretamente que dejen pasar al de la silla de ruedas, no vaya a fastidiarles la fiesta. Porque Lagos es una fiesta. Son pocos quienes insultan a la policía. La mayoría ríe y grita, se empujan con alegría, hacen piña para vencer la oposición de las vallas, derribarlas y entrar en tromba por los accesos del estadio. En un momento dado, una periodista alemana sale catapultada del interior del recinto, chorreante de sudor, temblorosa por el esfuerzo, aferrada a su cámara como si le fuera la vida en ello; balbucea algo sobre la inexistencia de las medidas de seguridad y se marcha a casa esquivando a los seguidores del APC.
Sólo cruza una sombra de temor cuando un grupo de jóvenes ondeando banderas se abren camino entre la gente, dando palmas y cantando en hausa a voz de cuello. “Son los Arewa Youth”, musita una mujer que se encuentra haciendo un descanso entre carga y carga. Opina mientras se abanica con un folleto que “es mejor dejarles paso, porque lo que vienen es a molestar y a montar líos”. Los Arewa Youth no son otra cosa que una organización de jóvenes venidos de los Estados del norte y conocidos por su apoyo incondicional a Tinubu, un subgrupo integrado dentro de las juventudes radicales del APC. Incluso los seguidores corrientes del APC les tratan con respeto. Ellos arman jaleo y miran a los demás con caras de tipo duro, pero su conversación se limita a repetir la frase que asegura que Tinubu, un político de 70 años y acusado por Estados Unidos de corrupción y tráfico de drogas, no es otra cosa que “la nueva esperanza de Nigeria”. Lo dicen convencidos. Cuando uno de ellos es interrogado sobre Peter Obi (otro de los candidatos), lanza al instante una exclamación, pone pucheros, muestra una indignación exquisita y sin más dilación comienza a alejarse del estadio hasta perderse entre el gentío. Sus amigos le gritan que vuelva, pero es inútil. El joven desaparece y nadie vuelve a verle lo que resta del día.
Aplausos sin razón
Dentro del estadio, en el núcleo de la fiesta, las gradas y el césped están punteados por miles de camisetas de las diferentes fraternidades del APC, camisetas amarillas, naranjas, verdes, blancas, camisetas de colores, colores que se zambullen los unos en los otros, empapados del sudor que los licúa y los confunde. Dentro del estadio se reúnen cien colores envueltos en uno solo, que es indefinido y cambiante en función del movimiento. Controlan la situación decenas de policías nacionales, agentes de seguridad privada, policías de Lagos, militares y miembros del servicio secreto vestidos de gabardina y con la ametralladora al hombro.
Cada vez que un personaje célebre hace su aparición en el enorme estrado que han construido para el evento, un hombre con la voz rasgada anuncia su nombre como si estuviera presentando a un boxeador, todo en el estadio es muy visual y viene cubierto de un toque teatral. Pero resulta curioso comprobar cómo la multitud reacciona a los famosos de forma desigual, dependiendo de la manera en que se les anuncie: el megáfono puede anunciar la llegada del cantante más famoso de Lagos y apenas se escuchan vítores, mientras que, si el del megáfono pusiera su empeño a la hora de hacer su presentación, podría conseguir que treinta mil personas se levanten al unísono para aplaudir rabiosamente al encargado de repartir los folletos.
Parece que nadie sabe con exactitud por qué aplaude. Que en el fondo aplauden, no por convicción, sino por motivación, por diversión, para continuar la fiesta de hoy antes de que les manden de vuelta a casa. ¿Abuchearían en este momento a Tinubu, si el todopoderoso megáfono lo ordenara? Es muy posible, si se les convenciera de que los abucheos forman parte de la juerga. Parece que nadie sabe por qué vota a Tinubu, aunque todos aquí le votarán sin dudarlo. No se habla de la corrupción ni del tráfico de drogas, ni del resto de acusaciones que pesan sobre el candidato. Se oyen palabras sueltas como esperanza, seguridad, riqueza, vejez y sabiduría, pero se escuchan distorsionadas a causa de la música y de los petardazos de la policía.
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