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Amri, dispuesto a inmolarse en nombre del EI
Anis Amri, el joven tunecino acusado del atentado en Berlín, había sido vigilado por las fuerzas antiterroristas tras ofrecerse para el suicidio.
Anis Amri, el joven tunecino acusado del atentado en Berlín, había sido vigilado por las fuerzas antiterroristas tras ofrecerse para el suicidio.
Pasadas las tres de la tarde de ayer, la canciller alemana, Angela Merkel, junto al ministro del Interior, Thomas de Maizière, y el titular de Justicia, Heilo Maas, llegaron hasta la Oficina Federal de Investigación Criminal (BKA) para ser informados de la confirmación de las huellas dactilares del principal sospechoso, Anis Amri, en el camión que atentó contra el mercado navideño berlinés que dejó doce muertos y 48 heridos. Minutos después, Merkel se refirió al tema. «Sabemos desde hace tiempo que también nosotros somos blanco del terrorismo islamista. Y, aun así, cuando se da el caso, como este ataque terrorista en la plaza Breitscheidplatz, la cosa cambia», aseguró. Sin embargo, se mostró firme al señalar que confía en una «pronta detención» del joven tunecino de 24 años, considerando además la cooperación con otros países de Europa y la recompensa de 100.000 euros para quien dé algún tipo de información.
Asimismo, destacó el profesionalismo de la Policía durante la investigación, así como también la actitud de los berlineses cuatro días después del ataque. «He estado muy orgullosa en los últimos días, ya que la gente respondió prudente a la situación», dijo.
Antecedentes penales
De acuerdo con un informe que dio a conocer «The New York Times», Amri ya tenía antecedentes de haber mantenido a través de la red social encriptada de Telegram contacto con los yihadistas del Estado Islámico (EI). Incluso, el mismo documento da a conocer la disposición del joven tunecino a participar de una misión suicida, por lo que en Estados Unidos su nombre se encontraba en la lista de exclusión aérea que impediría su entrada en el país.
En 2011, Amri huyó de Túnez para esquivar una posible pena de prisión por robo. De su Oueslatia natal, en el centro del país, se fue hasta Libia y allí se embarcó en un viaje ilegal hasta Lampedusa y después a Sicilia. Cometió una serie de delitos, entre ellos el de prender fuego al centro de acogida donde residía, por lo que terminó en una cárcel italiana. Pasó allí cuatro años (de 2011 a 2015) y es en prisión donde la familia cree que pudo haberse radicalizado. Tras cumplir condena cruzó Italia y Suiza y finalmente ingresó a Alemania a través del Estado federado el Norte-Westfalia.
Fue meses después de su ingreso en el país cuando el centro de coordinación antiterrorista comenzó a investigarlo, y así también lo señaló el ministro del Interior de Renania del Norte-Wesftfalia, Ralf Jäger, quien confirmó que se encontraba en la lista de posibles terroristas por efectuar un «delito grave contra la seguridad del Estado». La biografía de Amri, sobre el que pesa desde el miércoles una orden europea de detención, ha dejado entrever deficiencias en la lucha antiterrorista y en la cooperación policial internacional y ha abierto un debate sobre posibles fallos en la vigilancia de las personas potencialmente peligrosas. Según informaciones del semanario «Der Spiegel», las Fuerzas de Seguridad pincharon sus comunicaciones y el joven llegó a ofrecerse como terrorista suicida, pero se trataba de mensajes en clave y no eran prueba suficiente para poder detenerlo.
Entretanto, en Berlín, las autoridades venían realizando un seguimiento hacia el tunecino desde marzo de este año, al ser considerado una «persona peligrosa», pero solo duró hasta septiembre, cuando se perdió la pista del sospechoso. El operativo, no obstante, tuvo que cerrarse al no hallarse pruebas que sustentaran las acusaciones en ese momento. Irónicamente, este miércoles habría llegado la documentación que notificaba la deportación de Amri del país.
En la madrugada del jueves una serie de operativos policiales se desarrollaron en distintos puntos de Alemania tras la pista del principal sospechoso del ataque terrorista en Berlín. Uno de ellos, en el campo de refugiados en Renania del Norte de Westfalia. Según trascendió, cien agentes habrían entrado en el refugio en una operación que duró cerca de una hora. Sin embargo, sobre el resultado de las pesquisas nada se sabe, ya que la Policía optó por no entregar mayor información.
Casi paralelamente, en el barrio Kreuzberg de Berlín, un grupo especial de trabajo de la Policía (SEC) fue en busca de un hombre en la calle Großbeerenstraße, aunque tampoco se obtuvo nueva información. Mientras que en el sector de Moabit, también en Berlín, uniformados irrumpieron en una mezquita –forzando una de sus puertas– en busca de nueva información del sospechoso. Asimismo, tras recibir un chivatazo, hubo un operativo policial en un autobús de línea en la localidad de Heilbronn, en el suroeste del país. En Dortmund, también se extendieron rumores sobre la detención de cuatro hombres que podrían haber participado del atentado. Sin embargo, sólo minutos después la noticia fue descartada por la Fiscalía.
En el entorno de Anis Amri siguen consternados por la vinculación del joven en el atentado terrorista del lunes. «Él era un chico normal», afirmó la hermana del tunecino, mientras que otro de sus hermanos, Walid, entre lágrimas, contó que tuvo contacto con su hermano hace diez días, «y no tenía relación con el terrorismo». Más crítico se mostró otro de sus hermanos, Abdelkader, que señaló que el joven «cuando salió de Túnez era una persona normal. Bebía alcohol y ni siquiera rezaba», pero precisó luego que «si se comprueba que mi hermano es responsable del ataque de Berlín, se merece un castigo... y nos separaremos de él».
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