Catástrofe natural

Erdogan silencia a las víctimas del terremoto

Turquía censura Twitter durante la visita del presidente al epicentro del seísmo ante la creciente ira contra la imprevisión del Gobierno turco

Como era de esperar, el número de víctimas mortales por el terremoto masivo en el sur de Turquía y el norte de Siria no deja de aumentar. Al cierre de esta edición, ya se contabilizaron más de 12.000 entre ambos países y 53.600 heridos. Tres días después de la catástrofe natural, las esperanzas de turcos y sirios de encontrar vivos a sus seres queridos se desvanecen. A diferencia del último gran terremoto de 1999 que ocurrió en verano y dejó unas 18.000 víctimas, las temperaturas gélidas predominantes en toda la región incrementan el riesgo de morir por hipotermia. Todo hace presagiar que el cómputo total de muertes y destrucción acabará superando lo vivido hace 24 años.

Cuando las víctimas en Turquía ya sobrepasaban las 9.000, el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, visitó la localidad de Kahramanmaras, en la zona cero del terremoto. El presidente y las autoridades turcas han sido blanco de las críticas de la población, por lo que muchos consideran una negligente preparación para afrontar las consecuencias de los grandes seísmos. Las infraestructuras en el epicentro de Gaziantep y las provincias aledañas, con poblaciones rurales y gran cantidad de refugiados sirios, sucumbieron como castillos de naipes. Además, la llegada de los equipos de rescate se dificultó por la huida masiva de la población, lo que colapsó las carreteras.

Ante las extendidas quejas por la falta de ayudas y la lentitud operativa de las autoridades, Erdogan imploró a los turcos que «es el momento de mantenernos unidos». Tras prometer que se reconstruirán rápidamente los miles de edificios destruidos para que «nadie quede en la calle», imploró que solo se sigan las instrucciones emitidas por oficiales gubernamentales, y que ignoren a los «provocadores». El día anterior, el presidente turco amenazó con pasar revista a quienes critiquen la acción del Gobierno, y dos periodistas fueron citados por la Fiscalía.

El organismo de supervisión de la gobernanza de internet netblocks.org señaló que el acceso a Twitter está restringido a través de «varios proveedores de servicios de internet en Turquía». «Turquía tiene una larga historia de restricciones a las redes sociales en emergencias nacionales e incidentes de seguridad», agregó el organismo. El bloqueo se produjo cuando el presidente turco Recep Tayyip Erdogan viajaba a Kahramanmaras, epicentro del sismo.

Las redes sociales turcas están inundadas de mensajes de personas que se quejan de la falta de esfuerzos de rescate y búsqueda de las víctimas en sus zonas, especialmente en Hatay. Los funcionarios turcos no hicieron ninguna declaración sobre la interrupción del servicio.

En Antakya, ciudad que quedó hecha añicos, cientos de cuerpos se acumulaban en parkings y estadios, mientras familiares levantaban cuidadosamente las mantas de sus rostros para intentar identificar a sus seres queridos. «Comprobad uno por uno», explicaba un operario a los lugareños desesperados. Solo algunos cadáveres, envueltos en bolsas o mantas, tenían un identificativo. Quienes lograban reconocer a algún familiar, se lo llevaban en sus propios vehículos para enterrarlos tras recibir permiso de un juez.

Una de las fotografías que más difusión tuvo ayer fue la del padre Mesut Hancer de Kahramanmaras, sentado en una pila de ruinas sosteniendo la mano de su hija de 15 años, que no logró sobrevivir. A ambos lados de la frontera, no dejan de circular vídeos de bebés y niños atrapados bajo los escombros. En ocasiones puntuales, se desata la euforia cuando los servicios de emergencia logran sustraer a pequeños todavía vivos.

Mientras en Turquía delegaciones de decenas de países aportaron personal y suministros básicos para ayudar en las tareas de rescate, en Siria el panorama seguía siendo totalmente opuesto. «Tras más de 38 horas, en este lugar al norte del país los únicos que trabajan para rescatar a gente bajo los escombros son vecinos. No ha llegado nada de ayuda desde el exterior, la gente salva a sus seres queridos por sí mismos», informó el reportero local Omar al Bam.

Fabrizio Carboni, responsable de Oriente Medio de la Cruz Roja Internacional, anunció el primer despliegue de ayuda en el país, sumido en una interminable tragedia humana tras doce años de guerra civil. «Ayudaremos a todo el que lo necesite, sin importar quienes sean o donde se encuentren. El acceso no debe ser limitado». Carboni se refería a la complejidad para acceder y distribuir las ayudas, en un país dividido en zonas bajo control del régimen del presidente Bachar al Asad y los últimos bastiones rebeldes.

Khaled Khaboubati, representante de la Media Luna Roja siria, exigió visiblemente enojado la retirada de las sanciones impuestas sobre Siria y su población. «Abrid para nosotros, estamos preparados para proveer ayuda y cruzar la línea [del frente] hacia Idlib», dijo en referencia a uno de los grandes bastiones de las milicias enfrentadas al régimen de Damasco. En Salqin, localidad bajo control rebelde, un hospital se quedó sin espacio disponible, por lo que los sanitarios se vieron obligados a apilar cadáveres en el exterior.

Tras las llamadas de auxilio urgentes, la Unión Europea movió ficha. Janez Lenarcic, el comisario para Gestión de Crisis, afirmó que la Unión Europea activó el mecanismo de protección civil tras recibir una petición formal de Damasco. Lenarcic «animó» a Estados miembros a responder al llamamiento, pero incidió en la necesidad de supervisar los envíos para que «no sean desviados» por el régimen de Asad.

Mientras las horas del rescate contra reloj se agotan, siguen surgiendo milagros. En Hatay, un niño turco fue rescatado entre las ruinas de un edificio colapsado, tras permanecer 50 horas enterrado. Pero en Malatya ya no queda esperanza. Con temperaturas de seis grados bajo cero, el periodista Ozel Pikal contó que «nadie logra salir con vida de los escombros».