Parlamento Europeo

Europa busca una nueva política de asilo común

El futuro reglamento insistirá en la solidaridad compartida pese al rechazo de países del Este

Europa busca una nueva política de asilo común
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El futuro reglamento insistirá en la solidaridad compartida pese al rechazo de países del Este.

«Dublín está más muerto que muerto». «El sistema actual no funciona». «El convenio de Dublín se desplomó en 2015». «No se ciñe al siglo XXI». Éstas son algunas de las explicaciones que se escuchan en Bruselas (tanto en la derecha como en la izquierda del Parlamento Europeo) para justificar la búsqueda de un nuevo reglamento de Dublín ante el reto de la llegada de refugiados. Algunos países están mostrando una valiente solidaridad, como es el caso de Alemania; otros sufren más que ningún otro por ser las fronteras exteriores de la UE, caso de Grecia e Italia; y otros hacen oídos sordos ante la mayor crisis desde la Segunda Guerra Mundial, como es el grupo de Visegrado (Hungría, República Checa, Polonia y Eslovaquia) con el apoyo de Austria.

En el Parlamento Europeo continúan trabajando para que se apruebe un nuevo reglamento de Dublín en materia de asilo. Tras más de 1.021 enmiendas y 1.770 muertos en el Mediterráneo (sólo en lo que va de 2017) parece que en la Eurocámara hay consenso para que se apruebe una política de asilo común. Sin embargo, en los pasillos de Bruselas ya advertían de que aunque se tenga el visto bueno de la Eurocámara y la Comisión, los representantes del Este en el Consejo lo rechazarán. En este sentido, la eurodiputada sueca Cecilia Wikstrom, encargada de revisar y negociar el sistema común de asilo, anunció que «la solidaridad compartida será el esqueleto del nuevo Reglamento de Dublín», pues no es justo que las fronteras naturales de Europa asuman toda la carga y que haya países que se nieguen a cumplir con las leyes europeas.

Wikstrom dejó claro que «la UE no es como un buffet libre en el que sólo coges las propuestas del Parlamento Europeo que te gustan: los estados miembros deben cumplir con los compromisos y el espíritu de cooperación y solidaridad con los que nació Europa».

Desde la Comisión Europea se propuso una multa de 250.000 euros por cada refugiado no acogido, un castigo que no comparte Wikstrom porque le parece poco ético poner precio a las personas y porque finalmente serán los contribuyentes de cada país los que paguen la multa. De ahí que lo haya retirado del próximo convenio, Dublín 4, y que para asegurar que se respeta, el nuevo texto propone suspender o congelar el desembolso de los fondos estructurales europeos a los países insolidarios.

También el comisario europeo de Inmigración, Dimitris Avramopoulos, recordó en el mismo seminario en el que estuvo invitado LA RAZÓN que nos «hemos adentrado en la era de la movilidad de los seres humanos. Por lo tanto, la pregunta no es cómo frenar la inmigración, sino cómo podemos gestionarla. La crisis nos ha enseñado que las medidas puramente nacionales no son satisfactorias, no son una solución para ningún Estado miembro ni tampoco para el conjunto de la UE». Avramopoulos exige «más Europa».

Además, para el político griego, «la movilidad de la migración es uno de los fenómenos consustanciales al mundo moderno de hoy», por lo que aconseja «convertir los retos en oportunidades. Con espíritu de solidaridad debemos convertirlo en un éxito del que la UE deba estar orgullosa», comenta.

En Bruselas avisan a navegantes, ya que ahora son Grecia e Italia los que más sufren las llegadas, pero en futuras crisis podría ser cualquier otro país, por ejemplo, las naciones bálticas. «En futuras crisis la responsabilidad debe ser algo compartido», de ahí que se espera que no haya que volver a actualizar Dublín por un futuro conflicto. Esta semana, un día antes del próximo Consejo Europeo, el presidente del Parlamento Europeo, Antonio Tajani, ha convocado una conferencia internacional de alto nivel so+bre migración (el día 21) para «persuadir a los estados miembros a adoptar una posición común y apoyarse mutuamente». Tajani criticó las consecuencias de no tener un sistema común, como los movimientos secundarios y la anarquía que suponen tanto para los migrantes como para los países de acogida, y ante las crisis venideras, que él cree que muchas vendrán de África, «es prioritaria la estabilización de Libia».