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Europa entra en bucle

La Razón
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Estamos casi en noviembre y la Unión Europea con sus complejos mecanismos de toma de decisiones continúa sin dar solución a las personas que se agolpan en sus fronteras. Hombres, mujeres, niños, familias enteras que tenían puestas sus esperanzas en la bondadosa Europa siguen esperando en precarios campamentos a que alguien en Bruselas decida qué hacer con ellos, confiando, todavía, en que la solución llegue antes del frío invierno. Mientras, los Gobiernos siguen intentando ponerse de acuerdo sobre qué hacer y cómo hacerlo. Cuotas obligatorias, cuotas voluntarias para 120.000 personas, 160.000 si sumamos las 40.000 aprobadas el pasado 14 de septiembre. Una negociación situada al margen de la realidad, puesto que en torno a 477.906 personas ya han llegado a Europa, ya están en territorio europeo. ¿Qué pasará con los 300.000 restantes? ¿Y con los que están por llegar? Apenas 86 han sido reubicados desde el recrudecimiento de las llegadas allá por el mes de junio.

Los Gobiernos deben actuar ya. No es suficiente con poner en marcha cuotas para la reubicación y centrar el debate en las discrepancias entre los distintos Estados miembros en esta cuestión. Los buenos y los malos, eso es simplificar, y mucho, el discurso y las políticas que tiene que emprender la Unión.

Además de vidas humanas, también está en juego la propia supervivencia de una UE como espacio de solidaridad, de valores compartidos. De esa Europa que siempre opuso estas supuestas virtudes a la aparente falta de sensibilidad norteamericana porque eso es lo que nos hacía distintos y mejores. Todo un falso mito. Pues bien, ahora sería el momento de reaccionar, de construir una nueva UE, que vaya más allá de la Europa fortaleza, en la que primen la solidaridad y los derechos humanos sobre las mezquindades y los egoísmos particulares. Y, sin embargo, lo que nos encontramos es todo lo contrario. La tacañería con la que se está buscando una solución a la crisis es un hecho. La miopía con la que se analiza el problema es de tal calibre que apenas ve más allá de la frontera de la UE. ¿Y los Balcanes? ¿Conseguirán gestionar las llegadas de cientos de miles de personas sin ayuda? ¿Deberían entrar en el reparto de cuotas de reubicación? ¿Y Turquía? ¿Qué papel está jugando o va a jugar en la crisis? Estas y otras cuestiones son sobre las que los países deben reflexionar y actuar.

De momento, apenas unos cuantos cientos de miles de refugiados serán reubicados ¡a lo largo de dos años! Más de cuatro millones han salido ya de Siria, donde hay, además, 8,5 millones de desplazados internos. Nada se discute sobre qué apoyo dar a los países de la región que son los que soportan el mayor número de refugiados. Nada sobre intentar solucionar el conflicto en Siria, cómo gestionar lo que sucede en Libia o cómo plantear la relación estratégica con Moscú con la crisis ucraniana en el horizonte. Y mientras se discute en Bruselas, los acontecimientos continúan desbordando a las soluciones que llegarán, una vez más, tarde, mal y nunca.

*Profesora de Ciencia Política en la Universidad Complutense y en la Carlos III