En decadencia

Rusia, un gigante con pies de barro

Los sueños de superpotencia de Putin contrastan con una economía frágil y poco diversificada y una población menguante

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Aunque no hay dudas de que el putinismo ha devuelto a Moscú un papel protagónico en los asuntos internacionales, la realidad de Rusia, el país más grande del mundo y hogar de extraordinarios recursos naturales, es la de una economía renqueante y poco diversificada y una sociedad menguante, pobre y desigual que quiere mayoritariamente abandonar el país en busca de un futuro mejor.

En su carrera hacia la recuperación de la gloria imperial rusa, Putin se ha olvidado justamente de los rusos, que pondrán a prueba su capacidad de resistencia. Un gigante, en fin, con pies de barro. Y, a tenor de la cascada de sanciones y restricciones impuestas por la comunidad internacional, lo peor está por llegar.

La demografía no falla: a pesar de los intentos de Putin por estimular la natalidad, la población rusa –146 millones de personas– no deja de menguar. El gigante territorial euroasiático no ha sabido dar con la fórmula que revierta el descalabro en las tasas de natalidad registradas tras la desintegración de la URSS. Entre octubre de 2020 y septiembre de 2021, Rusia registró su mayor pérdida de población natural desde la II Guerra Mundial: casi un millón de personas, según datos de la revista «Foreign Policy».

Aunque ha experimentado un sostenido crecimiento en los últimos años –en 2005 no llegaba ni a los 59 años–, la esperanza de vida de los varones superaba ligeramente los 68 años (diez años de diferencia respecto a las mujeres) en 2019. Las razones: muertes por accidentes, homicidios y suicidios, enfermedades cardiovasculares vinculadas a hábitos nocivos –como el tabaquismo o el alcoholismo– e infecciosas.

Por si fuera poco, la pandemia del coronavirus se ha cebado especialmente con la sociedad rusa. Rusia es el sexto país más golpeado por la pandemia con más de 16 millones de contagios. En total, se vinculan a la infección por covid-19 la muerte de más de 720.000 personas, según Reuters (otros cálculos, como los del semanario británico «The Economist», apuntan al millón de fallecimientos). A pesar de contar tempranamente con vacuna propia –la Sputnik V-, más de la mitad de una escéptica población rusa sigue sin haber recibido la segunda pauta. Otra pandemia, más silenciosa, la de la infección por el VIH y el sida también avanza sin control en Rusia como resultado de los altos índices de drogadicción y de la falta de información en materia sexual.

A pesar de que el Ejército ruso cuenta con 900.000 efectivos activos, la demografía del país incompatible con una guerra a largo plazo y con el futuro de superpotencia soñado por Putin.

Con 1.709.580 millones de dólares, el PIB ruso es menor que en 2014, cuando su economía comenzó a sufrir las sanciones que la comunidad internacional impuso a Moscú tras la anexión de Crimea. Y solo algo superior al de España, un país de 47 millones de habitantes. En cuanto a la renta por habitante, la rusa se sitúa en los 11.000 euros. Golpeado por una constante inflación, el poder adquisitivo de los rusos viene menguando desde 2014. Las enormes reservas energéticas rusas son el pilar sobre el que se sostiene el Estado y el sistema capitalista clientelar asentado desde los años noventa (las ventas de gas y petróleo representan el 36% de los ingresos del Estado), pero son también la maldición de una economía incapaz de reformarse, diversificarse e invertir en capital humano de cara al futuro.

Otros indicadores del desarrollo humano no dejan en buen lugar a Rusia: el índice de democracia de la Unidad de Inteligencia de «The Economist» sitúa a la Federación Rusa en el lugar 124, justo entre Etiopía y Níger. El índice de Reporteros Sin Fronteras la coloca en un poco honroso puesto 150 sobre 180 Estados considerados.

Cuando se les pregunta, un porcentaje elevado de los rusos no oculta su deseo de abandonar el país para probar fortuna fuera de él. Un estudio de opinión llevado a cabo por el independiente Centro Levada, arrojaba el año pasado el dato de que la mitad de los encuestados entre los 18 y los 24 años y un tercio de los situados entre los 25 y los 39 años manifestaron su voluntad de abandonar la Federación Rusa. Los porcentajes más elevados de la última década.

Un 4,3% del PIB en Defensa

¿Cómo se compadecen estas cifras con el poderío armamentístico ruso y el tamaño de su ejército? Rusia, que emprendió en 2008 un proceso de modernización en su Ejército que lo sitúa en su mejor momento desde la caída de la URSS, dedica más del 4,3% de su PIB a defensa (unos 154.000 millones de dólares anuales), por encima del 3,7% estadounidense, según datos de Statista.com.

Es legendaria –solo hace falta asomarse a la dolorosa historia rusa del último siglo– la capacidad de resistencia de este pueblo, pero las perspectivas socioeconómicas rusas son más que sombrías. Y las sanciones, que golpearán sobre todo a los rusos de a pie, no han hecho más que anunciarse.