Autoritarismo

La deriva antisemita y racista de Orban indigna incluso a su más fieles aliados

Zsuzsa Hegedüs, su asesora política durante 20 años, dimite tras calificar de «puramente nazi» el último discurso del primer ministro húngaro sobre la mezcla de «razas»

El ultranacionalista Viktor Orban prosigue su agenda iliberal en Hungría tras conseguir un quinto mandato en las elecciones de abril
El ultranacionalista Viktor Orban prosigue su agenda iliberal en Hungría tras conseguir un quinto mandato en las elecciones de abrilTheresa WeyAgencia AP

Viktor Orban quiere seguir siendo el único hombre de Gobierno y el salvador de Hungría. Desde que recobró el poder en 2010, el país está en un período de estancamiento democrático. Con la estabilidad económica y la aspiración de una uniformidad étnica, anhelada por Orban, el país ha dejado de conquistar derechos y perdido libertades fundamentales.

Fidesz, la formación del primer ministro, se rige por una disciplina estricta de líder único y donde las renuncias son casi inauditas. El último discurso del mandatario húngaro obligó a Zsuzsa Hegedüs, asesora del primer ministro desde hace 20 años, a renunciar a su puesto por no sentirse cómoda con el «giro antiliberal» del Gobierno durante los últimos años. La ya ex asesora de Orbon describió el discurso como un «texto de nazismo puro». La renuncia de Hegedüs envía una señal a Orban: incluso en el círculo más conservador de su partido hay inquietud por una retórica belicista.

Orban ha hecho de la inmigración una parte clave de su plataforma política desde 2015, pero el discurso pronunciado el fin de semana pasado fue más allá. «Nosotros [los húngaros] no somos una raza mixta… y no queremos convertirnos en una raza mixta», dijo el mandatario. Agregó que los países donde se mezclan europeos y no europeos «ya no son naciones». El Comité Internacional de sobrevivientes del Holocausto de Auschwitz calificó el discurso de «estúpido y peligroso». El primer ministro se dirigió a la multitud en Baile Tusnad (Rumania), donde vive una importante comunidad húngara y criticó duramente el apoyo militar occidental a Ucrania, posicionándose como el principal aliado de Moscú dentro de la Unión Europea. Anteriormente utilizó este mismo escenario para apuntar importantes ideas políticas y rutas ideológicas. En 2014, habló por primera vez de la «democracia iliberal» a la que quería destinar a Hungría.

Orban llegó a Rumanía dos días después de que su ministro de Exteriores hiciera un viaje sorpresa a Moscú para mantener conversaciones con su homólogo ruso. Comprometido con Rusia debido al proyecto a gran escala para aumentar la producción húngara de energía nuclear a través del acuerdo con la Corporación Estatal de Energía Atómica Rosatom, donde Moscú financia la mayor parte del proyecto.

Aunque el líder húngaro se ha unido a las sanciones de bloqueo de activos y embargos a Rusia, su posición vacilante en temas energéticos y diplomáticos lo coloca muy alejado del consenso europeo sobre la guerra en Ucrania. La postura de Orban le ha hecho perder el apoyo de algunos de sus aliados ideológicos anteriores, en particular del partido gobernante Ley y Justicia de Polonia, que ha criticado su postura equívoca sobre la guerra.

El primer ministro es solo uno de una larga lista de líderes autoritarios que aprovechan el odio para obtener ganancias políticas. En todo el mundo, los políticos pueden seguir una receta sencilla para presentarse como salvadores. En Hungría, Orban juega con la apatía de quienes llevan desde 2010 sin poder sacar al Fidesz del poder y ciudadanos que descubren que ser parte de la UE ya no es una garantía contra los extremismos. El mandatario tiene de su lado a los votantes históricos, más conservadores y temerosos. Para ellos, el líder húngaro representa la seguridad frente al amenazante futuro que se avecina. Las últimas elecciones de abril, donde Orban ganó su quinto mandato consecutivo, la oposición en bloque perdió la última alternativa para sacarlo del poder. En su relación con la oposición y las críticas a su Administración, Orban trata al resto de políticos como traidores que no merecen ser escuchados.

Desde su llegada, el líder ultranacionalista reclamó el control de los fondos públicos, sus instituciones y su ecosistema de medios. La necesidad de crear enemigos externos es la base de su Gobierno, amenazas que pueden llegar desde las instituciones europeas o los inmigrantes. En campaña electoral, Orban recurrió a un eslogan antiinmigración claro: «La migración no es una solución, sino un problema. No es una medicina sino un veneno; no la necesitamos y no la queremos». Orban es un maestro en exacerbar las divisiones y los conflictos socioculturales. Las diferencias económicas, sociales, de raza, religión o nacionalidad son un ingrediente indispensable para su discurso.

El líder de Fidesz, en constante campaña electoral más allá del período de elecciones, distribuye la información de sus mítines desde su sede en Budapest. Tras su llegada al poder, Orban decidió que la mejor estrategia es erradicar al mensajero. Los medios de comunicación que se atreven a contradecir la versión del Gobierno son descalificados con campañas públicas o eliminados a través del corte de subvenciones o demandas millonarias.

Sin información libre, controles y equilibrios que limiten su poder, Orban puede permitirse las críticas internacionales. El primer ministro cuenta con la simpatía de Moscú y en caso de quebrarse, con la protección del proyecto común europeo.