Elecciones

Viktor Orbán, una década de desgaste democrático para Hungría

Su presidencia ha representado un cambio radical en la política internacional y una transformación en las instituciones del estado

La Unión Europea ha abierto diversos procesos disciplinarios a Budapest, acusando al gobierno de Orbán de socavar la independencia de los jueces
La Unión Europea ha abierto diversos procesos disciplinarios a Budapest, acusando al gobierno de Orbán de socavar la independencia de los juecesPetr David JosekAgencia AP

Hungría es aliado de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), una nación miembro de la Unión Europea, signataria de la Convención Europea de Derechos Humanos y desde la llegada de Viktor Orbán en 2010 un país más autoritario e iliberal. El gobierno del primer ministro ha politizado los tribunales, el banco central y los medios de comunicación. El 3 de abril, Orbán y su partido, Fidesz, se enfrentan de nuevo a los electores en unos comicios donde se elegirán a 199 miembros de la Asamblea Nacional, quienes a su vez nombran al nuevo primer ministro.

La presidencia de Orbán ha representado un cambio radical en la política internacional y una transformación en las instituciones del estado. La idea del primer ministro para Hungría es la de un país socio de las grandes potencias, una nación en la que China y Rusia puedan confiar dentro de la Unión Europea. Beijing ve en Budapest la oportunidad de expandir una brecha creciente y fortalecer su presencia en Europa. En los últimos 12 años, Orbán ha estrechado los lazos de Hungría con estas dos grandes potencias y mercados comerciales, dejando de lado la censura occidental por la violación de de derechos humanos y abogando por el pragmatismo en el comercio exterior y los negocios.

Hungría refuerza su posición de aliado con China debido a su constante desafío a Bruselas. Budapest tiene una larga historia de equilibrios entre potencias, sobre todo Occidente y Rusia, pero cada vez más también hacia China. A través de contratos millonarios, Orbán descubrió que mantenerse abierto a estas dos grandes potencias le da la estabilidad económica y social para seguir en el poder.

En agosto de 2021, Budapest otorgó a dos empresas chinas: China Civil Engineering y China Railway 11th Bureau, contratos para completar las mejoras en un ferrocarril que conecta Hungría con Serbia y donde el gobierno obtuvo un préstamo chino de de más de 1.700 millones de euros a 20 años. A pesar de las fuertes críticas de la oposición y acusaciones de corrupción en los contratos concedidos a Beijing, Orbán ha seguido adelante con China, aunque manteniendo una distancia prudente durante la campaña electoral. Durante 2021 las calles de Budapest se siguieron llenando de manifestantes que protestaban contra la construcción de un campus de la Universidad de Fudan, originariamente de Shanghái, en la capital húngara. Peter Marki-Zay, aspirante a sustituir a Orbán como candidato de la oposición unida, ha prometido modificar la relación de su país con China y revisar cuidadosamente los contratos adjudicados a empresas chinas.

Después de más de una década en el poder, Orbán creó en Hungría un sistema que tiene la apariencia de democracia, pero en el que todo depende de un solo hombre. Los observadores europeos que estuvieron en Hungría las pasadas elecciones concluyeron que los comicios habían sido libres, pero no justos. La falta de espacio para la oposición en el panorama mediático nacional fue una de las principales razones. El primer ministro creó en 2018 la Fundación Centroeuropea de Prensa y Medios de Comunicación (KESMA), una organización que agrupa a los principales medios de comunicación del país; en la práctica es un imperio mediático con cientos de medios que coordina contenidos a favor del gobierno.

La Unión Europea ha abierto diversos procesos disciplinarios a Budapest, acusando al gobierno de Orbán de socavar la independencia de los jueces, instituciones académicas, prensa y por orquestar una cruzada contra el colectivo LGBT. Desde 2010, Orbán y su partido son promotores de lo que han bautizado como “democracia iliberal”. En la práctica, el gobierno ha aprobado leyes que restringen la libertad judicial e intimidan a la sociedad civil. El cierre de medios de comunicación, instituciones educativas y organizaciones no gubernamentales, son constantes en el país.

Después de 12 años en el poder, Orbán ha sabido encontrar una base duradera de apoyo. Aunque con una inclinación autocrática, ha explotado durante más de una década temores reales y legítimos sobre la soberanía nacional, los valores cristianos y la inmigración. Aunque Bruselas rechaza las políticas que el líder húngaro aplica sobre estos temas, es una realidad que preocupa al menos a la mitad del país.