Estados Unidos

Giuliani, en la diana: los demócratas señalan al abogado de Trump

Australia confirma que el presidente de EE UU solicitó su ayuda para desacreditar al fiscal Mueller. Una revelación que implica nuevas presiones a terceros países en medio del proceso de «impeachment»

El abogado personal de Trump y ex alcalde de Nueva York Rudy Giuliani ha sido citado por el Congreso / Efe
El abogado personal de Trump y ex alcalde de Nueva York Rudy Giuliani ha sido citado por el Congreso / Efelarazon

Australia confirma que el presidente de EE UU solicitó su ayuda para desacreditar al fiscal Mueller. Una revelación que implica nuevas presiones a terceros países en medio del proceso de «impeachment».

Los demócratas quieren que Rudy Giuliani, ex alcalde de Nueva York, abogado personal del presidente, cuente lo que sabe de Ucrania y de las conversaciones entre Trump y Zelenski. A Giuliani, que hace la guerra por libre, será más difícil librarlo de las indagaciones. En total han sido tres los comités que quieren escucharle. Al mismo tiempo le exigen que presente todos los sms, correos electrónicos, comunicaciones telefónicas y cualquier otro tipo de conversación de la que haya registro con relación a Ucrania del 20 de enero de 2017 en adelante. Se amparan en la necesidad de «determinar el alcance total de los esfuerzos del presidente y la Administración para presionar a Ucrania con la intención de interferir en las elecciones presidenciales de 2020».

Durante su entrevista telefónica con Zelenski, Trump dejó muy claro que su abogado sería el hombre de confianza en el proceso. Aquel al que los fiscales ucranianos debían de informar, mantener al tanto y, en caso necesario, suministrar la información requerida. Los comités del Congreso le conceden 15 días días para presentar todos los papeles. Pero Giuliani ya ha dicho en varias ocasiones que no piensa cooperar en lo que considera una ordalía contra el presidente y un proceso político.

Aunque está por ver que la Casa Blanca pueda protegerlo. Asunto distinto son los testigos de la Administración. Desde luego Mike Pompeo, secretario de Estado, ya ha respondido a los jefes de tres comités del Congreso que no tolerará sus mandamientos, que considera diseñados para presionar a personas claves del Gobierno republicano.

En una carta al congresista Eliot Engel, Pompeo director del comité de Asuntos Extranjeros, explica que le preocupa el tono y los modales, las intenciones y el estilo de la carta. «No toleraré tales tácticas», reza su misiva, «y utilizaré todos los medios a mi disposición para prevenir y exponer cualquier intento de intimidar a los profesionales dedicados». Entre los funcionarios a los que quieren escuchar los congresistas figuran Marie Yovanovitch, embajadora en Ucrania hasta el pasado mayo, el subsecretario George Kent, el embajador de EE UU en la UE, Gordon Sondland, el consejero del Departamento de Estado, T. Ulrich Brechbuhl, y el ex enviado especial de la Casa Blanca Ucrania, Kurt Volker. Pero Pompeo tiene sus propios problemas de los que preocuparse. El principal, la noticia, publicada por el «Wall Street Journal», de que estuvo presente durante la conversación del pasado 25 de mayo en la que Trump presionó a su homólogo ucraniano para que colabore en la búsqueda de información potencialmente dañina para Joe Biden, candidato demócrata a la Casa Blanca, ex vicepresidente del Gobierno con Barack Obama y, de momento, hombre fuerte en las encuestas para enfrentarse al presidente en las elecciones de 2020.

Durante varios días Pompeo había rehuído valorar el contenido de la charla y la denuncia del informante con el argumento de que no había tenido tiempo para leer la transcripción. Los congresistas ya han avisado tanto a Giuliani como a los empleados del Departamento de Estado que «el incumplimiento o la negativa a cumplir con la citación, incluso bajo la dirección o siguiendo órdenes del presidente o de la Casa Blanca, constituirá una evidencia de obstrucción a la investigación del ‘‘impeachment’’ y podrá usarse como una inferencia adversa contra usted y el presidente». Los congresistas aspiran a leer todo lo que Giuliani pueda haber dicho sobre Hunter Biden, hijo de Joe Biden, la ex embajadora Yovanovitch, a la que según informaba el Washington Post Giuliani siempre ha creído implicada en la filtración de documentos claves para condenar por corrupción a Paul Manafort, ex jefe de campaña de Donald Trump en 2016.

También le urgen a entregar cualquier disposición o mensaje relacionado con burisma, el gigante del gas donde trabajó Hunter Biden, así como todos los intentos para presionar a Ucrania y forzar una investigación sobre Manafort, Hunter, Joseph Biden, el Comité Nacional Demócrata y Hillary Clinton, así como las respuestas que pudieran haberle ofrecido los miembros del Gobierno de Ucrania y de la administración de justicia.

Para añadir gasolina al fuego el mismo «Wall Street Journal» informa que el fiscal general, William Barr, no parece que esté exactamente feliz con las maniobras y el estilo de Giuliani. Alguien cercano al presidente republicano le ha comentado al WSJ que «cuando era un ciudadano privado Trump estaba acostumbrado a tener abogados a los que daba órdenes y ellos hacían todo lo posible para cumplirlas. El Gobierno funciona de manera un poco distinta. Es algo que él no sabía, que no apreciaba y no estoy seguro de que haya llegado a comprenderlo».

En paralelo, el Gobierno australiano confirmó ayer que el presidente de Estados Unidos se puso en contacto con su primer ministro, Scott Morrison, para pedirle información vinculada a la investigación sobre la interferencia rusa en las pasadas elecciones presidenciales del país norteamericano. Una portavoz del Ejecutivo de Australia confirmó a Efe que la conversación telefónica tuvo lugar, aunque no dio detalles sobre la fecha ni el contenido. «El Gobierno australiano siempre ha estado dispuesto a ayudar y cooperar con los esfuerzos que ayuden a esclarecer asuntos que son investigados», se limitó a decir la portavoz.

Según la cadena australiana ABC, la conversación entre Trump y Morrison se produjo antes de la gira que realizó el mandatario australiano a EE UU, el 21 y 22 de septiembre pasado. «The New York Times» publicó el lunes que Trump presionó en una reciente llamada telefónica a Morrison para que ayudara al fiscal general en su propósito de desacreditar a Mueller.

la investigación abierta sobre la interferencia rusa.
Según dicho rotativo, Trump percibe a Barr como uno de sus principales aliados para desautorizar la investigación de los comicios de 2016 iniciada por el que fuera fiscal especial Robert Mueller, pese a que el Departamento de Justicia debería operar con independencia del Ejecutivo.
El exalto comisionado de Australia en el Reino Unido Alexander Downer, quien habría ayudado a impulsar las investigaciones de la Oficina Federal de Investigaciones (FBI) de EE.UU. sobre la presunta injerencia de Rusia en la campaña electoral estadounidense, dijo hoy a la ABC que no sabe nada de la conversación entre Morrison y Trump.
“Me temo que en estos días no es el tipo de cosas de las que tengo conocimiento”, recalcó.
Downer se reunió con George Papadopoulos, otrora empleado de la campaña electoral de Trump, para darle cuenta sobre la información rusa dañina para la candidata presidencial Hillary Clinton, entonces rival del hoy mandatario estadounidense.
“Conversé con esta persona y le pasé un elemento de la conversación a los estadounidenses. Eso fue todo”, explicó Downer.
La información desvelada por Downer dio lugar al inicio de las investigaciones de Mueller.