Alemania

La imagen de Scholz se resiente ante el electorado

El canciller alemán atraviesa uno de los peores momentos de su coalición de gobierno a tres bandas con la popularidad más baja desde que fuese elegido

La cara del canciller socialdemócrata alemán Olaf Scholz, que aparecía este lunes en público con un parche en un ojo y magulladuras, es una metáfora visual del estado de su coalición de Gobierno a tres bandas con el partido verde Die Grünen y el partido liberal FDP. Scholz, que tuvo un accidente mientras realizaba deporte y tuvo que suspender su agenda el domingo, volvía a la capital alemana el lunes magullado, igual que su Gobierno del semáforo. Los problemas se le amontonan. El primer gran obstáculo es la confianza de los electores. Las encuestas pronostican una caída de los tres partidos gobernantes, mientras en la oposición los cristianodemócratas de La Unión (CDU/CSU) no llegarían al 30% y los ultranacionalistas de Alternativa por Alemania no dejan de ganar adeptos y serían la segunda fuerza.

Los principales problemas que preocupan a los alemanes son la economía, la inmigración, el cambio climático y la desigualdad social. En el primero de los complejos el Gobierno de Scholz se enfrenta a una economía en recesión, con un número creciente de empresas que han cerrado sus fábricas en el país o las quieren trasladar, en especial aquellas cuyas necesidades energéticas son mayores. Al prescindir del gas ruso a raíz de la guerra en Ucrania, el país se ha visto obligado a importar gas mucho más caro, con lo que la competitividad de dicha producción está en peligro. En agosto, la Cámara de Comercio e Industria dio a conocer que una de cada tres empresas se plantean externalizar la producción o reducirla, un valor que sería el doble del medido tan solo doce meses antes. En especial se trataría de las empresas con más de 400 empleados, es decir, de la columna vertebral de la economía alemana y europea. Tal es el miedo, que el Gobierno se está planteando introducir un precio a la electricidad para las empresas subvencionado, que serviría para mantener las industrias en el país hasta que las renovables tengan capacidad para producir a un precio barato. Alemania ha pedido a Bruselas permiso para de forma eventual introducir esta medida.

La inmigración, el segundo tema que preocupa a los alemanes, está presente en todo el país. Scholz ya sabía que la solidaridad europea funciona tan solo a veces. Según cifras oficiales, alrededor de un millón de refugiados ucranianos llegaron desde el comienzo de la guerra en 2022. Ya en 2015 la canciller Angela Merkel decidió permitir la entrada de cientos de miles de refugiados de la guerra siria y esperó sin respuesta a un reparto europeo que nunca llegó. Ahora, con la guerra ucraniana, Alemania se enfrenta a un problema similar, con un sistema de acogida más garantista que otros países del continente.

Sus socios de coalición esperan desde hace semanas que el canciller tome una decisión rápida en relación a los misiles de crucero del tipo Taurus que el país podría enviar a Ucrania. «¿Qué está esperando el Canciller Federal, por amor de Dios? Él es el único que está obstaculizando esta decisión dentro de la coalición. Es irresponsable», escribía enfadada la líder del Comité de Defensa del Bundestag, Marie-Agnes Strack-Zimmermann, el domingo por la noche en la plataforma X, hasta ahora conocida como Twitter. La representante del FDP censuraba la actitud cauta del canciller, que sabe que más de la mitad de la población está en contra del envío de dichos misiles, según concretaba a mediados de agosto una encuesta encargada por la televisión pública ARD. EL 52% estaría en contra frente al 36% a favor. El principal escollo para el SPD es, sin embargo y según las declaraciones del propio Scholz, el temor a que Ucrania utilice estas armas para atacar territorio ruso.

El presupuesto para 2024 es otra de las cuestiones que trae a Scholz y al resto de su Gobierno de cabeza. El lunes de la semana pasada la coalición llegó a un acuerdo para introducir un mecanismo de ayuda contra la pobreza infantil. Sin embargo, en prácticamente todos los ministerios menos el de Defensa hay planeados recortes de gasto. Ello se debe a que el Ministro de Finanzas liberal Christian Lindner quiere volver a aplicar el freno de la deuda constitucional, a pesar de las circunstancias excepcionales que suponen no solo la guerra en Ucrania y la crisis energética, sino sobre todo la elevada inflación.

Para tratar de mejorar su imagen Scholz se ha dedicado a hacer una gira por ciudades y pueblos alemanes en las que mantiene conversaciones públicas con la población. El problema de esa estrategia es que el canciller tiene un humor muy especial que sus ciudadanos no encuentran tan gracioso. En una ocasión hizo una broma con el precio del gas y en otra con los refugiados, chistes que en lugar de darle más popularidad podrían estar quitándosela. Uno de los chistes: «En Bruselas he bromeado con que aquí en Alemania debemos tener una playa gigantesca, porque llegan más refugiados que en todo el Mediterráneo». Y el otro supuesto chiste: «Una persona me dijo el otro día, Sr. Scholz acabo de cambiar mi horno eléctrico por uno de gas», y se reía él solo. Ambas bromas fueron muy criticadas.