Historia

La arriesgada aventura de los tres ocupantes del primer submarino que llegó hasta el Titanic

La primera expedición que llevó a tres personas hasta el Titanic estuvo a punto de acabar en tragedia. el Alvin del oceanógrafo Robert Ballard tuvo que abortar la misión cuando los motores comenzaron a llenarse de agua

Robert Ballard, momentos antes de lograr llegar al Titanic y grabar las primeras imágenes del trasantlántico desaparecido en 1912
Robert Ballard, momentos antes de lograr llegar al Titanic y grabar las primeras imágenes del trasantlántico desaparecido en 1912Youtube

El RMS Titanic era el barco de pasajeros más grande y lujoso jamás construido. Estaba destinado a marcar un antes y un después en la historia de la navegación, pero no por los motivos por los que fue creado. Con 269 metros de largo y capacidad para más de 3.000 personas, estaba provisto de 16 compartimentos estancos que servían para la protección del buque de las averías importantes. Lo que nadie había previsto es que impactara contra un iceberg, que acabaría partiendo la embarcación en dos y hundiéndose a casi 4.000 metros de profundidad.

El viaje inaugural partió de Southampton el 10 de abril de 1912 y tras pasar por Cherburgo (Francia) y Queenstown (Irlanda), puso rumbo a Nueva York con 3.300 pasajeros y miembros de la tripulación. Pero en la madrugada del 15 de abril de 1912, cerca de las costas de Terranova, el Titanic impactó contra un iceberg y zozobró. Muchos de los ocupantes lograron salvarse gracias a los botes salvavidas, pero murieron 1.513 personas.

Desde ese momento, se desató una fiebre por encontrar la embarcación. Un interés que a pesar del paso de los años no ha cesado. Cualquier noticia relativa al trasatlántico más importante de la historia tiene su hueco en los informativos de todo el mundo. Hasta tal punto que se ha convertido en un negocio para empresas como OceanGate, que comercializa viajes submarinos hasta el pecio por 250.000 euros. Es el caso del submarino que llevaba al multimillonario británico Hamish Harding y a cuatro personas más y que desapareció el pasado lunes.

Después de muchos años de búsqueda y varias exploraciones fallidas, el oceanógrafo Robert Ballard logró encontrarlo a más de dos kilómetros de la profundidad gracias al sumergible teledirigido Argo. Era el 1 de septiembre e 1985 y habían pasado 73 años desde el trágico accidente. En esa primera "visita" ya quedó claro que el barco no se había hundido de una pieza, como muchos investigadores sostenían, sino que se había partido en dos.

El sumergible Argo no pudo entrar en el trasatlántico por lo que Ballard decidió trabajar en un dispositivo con una tecnología más avanzada. El reto era mayúsculo. lograr una embarcación que lograra sumergirse a tanta profundidad, en aguas tan frías y en un entorno tan hostil no era sencillo. Un año después, el Alvin estaba listo y el 18 de julio de 1986 se sumergía en el Atlántico para explorar el interior del Titanic. La expedición fue un éxito y se lograron las primeras imágenes del interior: lámparas colgadas del techo, fotografías de varias de las habitaciones y de otras muchas estancias de la embarcación. La expedición fue todo un éxito pero no estuvo exenta de problemas.

A bordo del Argo iban tres personas, entre ellas el propio Ballard, que explicaría poco después en una entrevista cómo fueron sus primeras impresiones: "Lo primero que vi salir de la penumbra a 30 pies -9 metros- fue este muro, este muro gigante de acero remachado que se elevó a más de 100 y algunos metros por encima de nosotros. Nunca miré hacia abajo. Miré hacia el Titanic. Nada era pequeño”.

Ese espectáculo submarino no duró mucho porque las baterías del Alvin comenzaron a llenarse de agua y tuvo que elevarse hasta la superficie para evitar males mayores. Durante la ascensión Ballar recuerda haber visto los ojos de buey de las habitaciones del Titanic: “Era como si la gente nos mirara. Fue bastante inquietante”.

El oceanógrafo quedó muy impresionado por lo que había presenciado. Según dijo, no quedaba carne ni huesos humanos, sólo algunas piezas de ropa. Entre ellas, unos zapatos que parecían ser de una madre y de su bebé. Eran como una señal, como una lápida que marcaba el lugar en el que habían muerto algunas de las más de 1.500 personas que murieron esa trágica noche. Ballard recordó cómo uno de los tripulantes estuvo haciendo sus cálculos y dijo: "Se hunde en 20 minutos". De hecho, en un momento dado decidieron detener la operación y subir a la superficie para poder aclarar sus ideas.

Después del hallazgo, quisieron recordar a las víctimas e hicieron un pequeño homenaje en su recuerdo. "Era un lugar sagrado, como el campo de batalla de Gettysburg", dijo. La batalla a la que aludía Ballard se produjo entre el 1 y 3 de julio de 1863 durante el segundo año de guerra civil de Estados Unidos, el combate con más bajas de los cuatro años que duró y que supuso un antes y un después en el desarrollo de la misma y que finalizaría en 1865.

 

El día que descubrieron el Titanic fue inolvidable para Ballard, que vivió todo tipo de emociones. Ilusión, nerviosismo, miedo, tristeza, pero también alegría por haber logrado hasta dónde nadie la había hecho antes. Le preocupaba que la gente le juzgara por su pasado. El oceanógrafo era un oficial de inteligencia naval que había trabajado en una misión ultrasecreta de la Guerra Fría para estudiar los restos de dos submarinos nucleares hundidos en el Atlántico Norte.

 

Durante la expedición lograron grabar un vídeo, con imágenes de mala calidad, gracias a un vehículo submarino operado a distancia, el Jason Jr. Precisamente esas imágenes fueron las que inspiraron a James Cameron a rodar la película, que se convirtió en la más taquillera de la historia y que en 1997 llenó la gran pantalla de escenas que ya forman parte de la historia del cine.