Irán

Irán cambia de imagen

El candidato presidencial Hassan Rohani
El candidato presidencial Hassan Rohanilarazon

Hasan Rohani, único candidato reformista moderado en los comicios de Irán, ha conseguido la Presidencia en primera vuelta al lograr 18,6 millones de votos, el 50,7% del total.

La sorprendente y amplia victoria del clérigo moderado Hassan Rohani en las elecciones presidenciales iraníes pone de manifiesto que los «principalistas», como se denomina a los conservadores en el país, tienen muy poco apoyo social, y además están divididos. Su triunfo se presenta como una gran oportunidad para los sectores reformistas, ya que ha logrado romper el círculo de la élite conservadora gobernante, que parecía infranqueable hasta ayer. «La legitimidad de los conservadores para seguir haciendo y deshaciendo a su antojo estará muy mermada», explica a LA RAZÓN el iranólogo español Manuel Llinas.

Al cierre de esta edición, y a falta de ultimar el recuento definitivo, Rohani había obtenido 18.613.329 votos de los 36.704.156 que emitieron los ciudadanos iraníes en las presidenciales, más del 50% exigido por la Ley para evitar la segunda vuelta. De ellos, 35.458.747 fueron considerados válidos, lo que representa una participación del 72,7 por ciento, según explicó el Ministerio del Interior. En esta altísima participación radica precisamente el inesperado éxito de Rohani según todos los analistas. Ha conseguido movilizar a miles de reformistas desencantados tras el fiasco de los comicios de 2009 y también al electorado ajeno al régimen islámico.

El inapelable resultado electoral fue aceptado de buena gana por todos los sectores políticos, en una muestra de que el régimen se está volviendo más realista sobre su propia situación en la sociedad iraní y sobre los problemas externos que afectan al país. Por lo tanto, y contrariamente a lo que pasó en 2009, el líder supremo, el ayatolá Ali Jamenei, quiso mostrar su apoyo a la elección de la mayoría de los votantes. «El vencedor es el presidente de todo el pueblo», dijo Jamenei –el gran derrotado junto a sus cinco candidatos– en un comunicado en el que subrayó que los comicios han sido «un examen que ha mostrado una cara cargada de esperanza del Irán islámico a amigos y enemigos».

Pese a que el futuro presidente, tradicionalmente, no se ha adscrito al grupo reformista, Rohani es próximo al ex presidente Akbar Hashemi Rafsanyani (1989-1997), y se espera que, al igual que éste, intente mantener aliados en todos los bandos. Pero tampoco lo tendrá fácil, según Llinas Rohani: «Hay muchos que le han votado para tener la oportunidad de formar una oposición; es decir, que abra un espacio político que les permita actuar contra él». Rohani ha sido al final el candidato de consenso de los núcleos liberales, la clase media progresista y algunos sectores conservadores y religiosos, pero no hay que olvidar que «se ha mantenido como un representante del líder supremo en el Consejo Superior de Seguridad Nacional», recuerda Llinas. «Es decir, que no puede estar muy lejos del ayatolá Ali Jamenei, aunque muchos lo hayan votado por percibir que está en contra de él», especifica el experto.

Por tanto, es improbable un giro aperturista en las relaciones entre Irán y el resto del mundo o un cambio real en la política de la república islámica sobre su disputado programa nuclear. A este panorama se une el hecho de que el futuro presidente tampoco podrá tomar parte en las cuestiones de seguridad, decisiones reservadas al líder supremo. «Está por verse hasta qué punto dependerá de la actitud del Gobierno iraní el futuro del bloqueo occidental. En principio, para librarse de las sanciones, el tema debe pasar primero por el Congreso de EE UU. Y eso, en el mejor de los casos, requeriría tiempo», dice Llinás. No obstante, Rohani tendrá una gran influencia en cuestiones como los problemas económicos y las libertades individuales.

Como jefe de las negociaciones nucleares era conocido por su actitud conciliadora, y en sus discursos electorales dijo que fomentaría una política exterior basada en «la interacción constructiva con el mundo» y pondría en práctica una «carta de derechos civiles» en el país. «Otra cosa será cómo gestione Rohani su triunfo, porque los mismos que le han votado tienen expectativas que él probablemente no pueda ni quiera satisfacer, aunque los iraníes se han acostumbrado a que las cosas no salgan como se quiere», concluye Llinas.

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Rohani, de 64 años, llegará a la presidencia de Irán después de ocupar diversos cargos parlamentarios como vicepresidente y representante del líder supremo ayatolá Ali Jamenei en el Consejo Supremo de Seguridad Nacional. También fue jefe negociador nuclear de Irán bajo la presidencia de Jatami, y actualmente dirige el Centro de Investigación Estratégica (un órgano asesor del líder supremo). Pese a este pasado, y con su dominio del inglés, el alemán, el francés, el ruso y el árabe, y doctorado en Leyes por la Universidad Caledonian de Glasgow (Escocia), ha sabido llegar alos reformistas iraníes, que lo ven como un líder con mentalidad aperturista. Era uno de los duros del régimen hasta hace cuatro años, cuando estallaron las protestas tras las elecciones de 2009, y criticó al Gobierno por oponerse a lo que según él es el derecho del pueblo a protestar pacíficamente. Pero el apoyo decisivo de los sectores moderados y liberales le ha llegado en los últimos días, cuando se «sacó» de la carrera electoral a Mohammad Reza Aref, el otro candidato reformista, para que pudiera romper el cerco de la élite religiosa. También cuenta con el respaldo del ex presidente Akbar Hashemi Rafsanjani, quien representa a otros islamistas moderados y al que se le prohibió ser candidato. Rohani aglutinó a grandes multitudes en la campaña, hablando de reformas, prometiendo liberar a los presos políticos, garantizar la defensa de los derechos civiles y devolver «la dignidad a la nación». En los debates televisados planteó temas tabú como el programa nuclear, las sanciones internacionales, el estado calamitoso de la economía y el aislamiento de Irán. Llegó a prometer restablecer relaciones con EE UU. Lo nunca visto. Ahora queda por ver cuánto de ello podrá y querrá hacer.