Irán
Irán espera su «plan Marshall»
Más allá de la paz nuclear, los iraníes aguardan el levantamiento del bloqueo para poner fin a la asfixia económica y reactivar la inversión extranjera en el país persa.
Ha sido calificado como un pacto histórico y los iraníes esperan que realmente pueda marcar un antes y una después en sus vidas cotidianas, más allá de los grandes anuncios. Muchos ciudadanos y hombres de negocios de Irán están expectantes ante el posible levantamiento de las sanciones económicas sobre el país, tal y como está estipulado en el acuerdo preliminar alcanzado por Teherán y las seis potencias mundiales. La mejora de las condiciones económicas a medio plazo y las inmediatas repercusiones que puede tener el fin de las sanciones –por ejemplo, el simple hecho de poder recibir y realizar transferencias bancarias internacionales– ofrecen esperanzas a aquellos que están sufriendo las agresivas políticas del régimen iraní desde hace décadas y especialmente desde que Teherán comenzó a desarrollar su polémico programa nuclear en el año 2002.
El Gobierno del presidente Hassan Rohani se ha apoyado en este entusiasmo popular para presentar el acuerdo como positivo para Irán y su economía, y también como un primer paso en la apertura a la comunidad internacional a la que aspira el mandatario reformista. El Gobierno de Rohani es consciente de que un levantamiento de las sanciones y una mejora de la economía le beneficiará, sobre todo si el país puede volver a vender petróleo sin trabas. Las exportaciones de crudo iraníes se han visto reducidas a la mitad en los últimos tres años, lo cual ha tenido un fuerte impacto en una economía basada en el oro negro. Irán posee el 10 por ciento de las reservas de petróleo en todo el mundo y aproximadamente un 20 por ciento de gas natural, por lo que la reactivación de su industria petrolífera también traería buenas noticias en los precios internacionales del barril de crudo pues, según los estudios más optimistas, podrían llegar a venderse a 25 dólares el barril, dado el aumento de la oferta, frente a los actuales 55 dólares. Eso sí, su industria debería ser reformada y actualizada, lo que requeriría una gran inversión en este sentido que podría oscilar entre los 50.000 dólares y los 100.000 según los expertos. Por otra parte, el crecimiento económico del país podría multiplicarse del 2 al 5% en el primer año una vez que se hiciera efectivo el levantamiento de las sanciones, y alcanzar hasta el 7 o el 8% por ciento posteriormente.
Asimismo, el comercio con Europa –que se situó en 7.600 millones de euros en 201– podría aumentar un 400% en 2018, según algunas estimaciones. Es más, tras anunciarse el acuerdo histórico, los inversores extranjeros han afirmado estar listos para aterrizar en Irán en cuanto se levanten las restricciones para hacer negocios con este país, que tiene un gran potencial. Estas cifras y los deseos de un futuro mejor hicieron que muchos celebraran en las calles de Teherán el acuerdo nuclear alcanzado esta semana en Suiza, mayoritariamente jóvenes, quienes sufren la elevada tasa de paro juvenil. Según los últimos datos oficiales, el 40 por ciento de los iraníes menores de 30 años no encuentra trabajo.
Aun así, el entusiasmo popular y las perspectivas económicas no convencen a los «halcones» de Teherán, que se oponen al pacto nuclear por considerar que con él Irán está cediendo ante Occidente y dando más de lo que recibirá a cambio. Los conservadores, que dominan muchas instituciones iraníes, incluida la potente Guardia Republicana, han expresado cautelosos su descontento, pero por el momento no se han opuesto frontalmente al acuerdo, que tendrá que concretarse y firmarse definitivamente en un plazo de tres meses. El líder supremo, Alí Jamenei, aún no se ha pronunciado públicamente sobre el pacto nuclear, pero un acuerdo de este alcance no podría haber tenido lugar sin el beneplácito del clérigo, que sí ha apoyado las negociaciones en los pasados meses.
Los dirigentes iraníes, sobre todo los más duros, tendrán que hacer ahora malabarismos dialécticos después de haber seguido un discurso antioccidental durante décadas. El rechazo y el odio a EE UU es un pilar del régimen iraní desde de la Revolución islámica de 1979 y este acercamiento al enemigo supone un problema para aquellos que han explotado este sentimiento para justificar el aislamiento de Irán y el sufrimiento en muchas ocasiones de la población. El equipo negociador iraní –encabezado por el ministro de Asuntos Exteriores, Yavad Zarif, el cual fue recibido como un héroe a su vuelta a Teherán desde Suiza–, ha hecho hincapié en el éxito diplomático y político que supone el acuerdo, porque reconoce el derecho de Teherán a desarrollar un programa nuclear. Irán insiste en que no quiere hacerse con la bomba atómica y ha prometido que demostrará al mundo su compromiso en este sentido.
La pugna entre el Gobierno de Rohani y los grupos más conservadores, así como las expectativas y esperanzas de los diferentes sectores sociales de Irán, jugarán un papel fundamental de aquí a junio, cuando Teherán tendrá que suscribir –o no– el acuerdo definitivo que le permitiría regresar a la comunidad internacional y revivir por fin su economía.
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